Mostrando entradas con la etiqueta cine argentino. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cine argentino. Mostrar todas las entradas

15 de noviembre de 2015

CINE | "Jauja" de Lisandro Alonso | Cowboy danés va a América


 Por Analía Iglesias *

"Pero como los mares urden oscuros canjes/ y el planeta es poroso, también es verdadero/ afirmar que todo hombre se ha bañado en el Ganges", escribió Jorge Luis Borges

Bajo el artefacto de la rima de Borges, descubrimos un planeta poroso, de aguas que “maquinan” trueques. Como los que ocurren en los pozos de Lisandro Alonso, como los oníricos canjes y los impúdicos soldados en el agua de Jauja.

“Civilización o barbarie” era el lema, entonces, en esas tierras vastas del continente americano y en aquel tiempo histórico que parece reseñar, a su manera, Alonso. Allí van los soldados de un regimiento de uniformes decimonónicos a aniquilar a los nativos, a despejar la pampa de bárbaros para poder traer luego a los colonos europeos. En fin, civilizar.

“Acá el que monta gobierna”, espeta uno de los oficiales de la película.

“Gobernar es poblar”, arengaba un presidente de aquellas provincias unidas del sur. Poblar con europeos blancos, claro, después de “conquistar el desierto”, cuando se han “limpiado” las tierras de gentes de piel oscura, esas del fuera de cuadro en el filme de Alonso. 

“No hay que entenderlos. A los ‘cabeza de coco’ hay que exterminarlos”, ordena el subordinado de Zuluaga. Otra vez, obedecer sin preguntar. Y es que esas caravanas de militares obedientes han sido parte del destino latinoamericano de los dos últimos siglos.

Obedecer, también, para cavar fosas. “Sigan cavando”, grita el ingeniero Malaspina, en Jauja y nos recuerda aquella zanja que idearon los ‘padres de la patria argentina’ a lo ancho de toda la provincia de Buenos Aires, para delimitar la tierra salvaje y que los indios quedaran al otro lado.

Sagaces, guionista y director, dedicados centralmente a otro cuento (el del extranjero que busca a su hija en la inmensidad) dejan apenas asomar una mano oscura como presagio del peligro del "otro". El otro -el cabeza de coco en la ficción de Alonso- es el salvaje sin ley, el que se aleja con un caballo robado y con lo poco de valioso que van dejando los muertos (vaya a saber si desertores, portadores de secretos o de tesoros).
 
Y el danés (magnífico Viggo Mortensen) sigue resoplando por su hija díscola. "Huyendo a pie y ensangrentando el llano" es un verso de Jorge Luis Borges cuya certera imagen bien podría ser la línea que precede a la sentencia de Dinesen: "país de mierda".

La obra poética de Borges nos otorga imágenes que alumbran los planos de la película de Alonso: "Esto que ve, la pampa desmedida, es lo que vio y oyó toda la vida".
 
Como en Borges, también en Jauja hay que dejarse sentir frente al artificio. Así, en fugaz instante, descubrir la capa freática de verdad que evoca el fotograma y nos emociona.

Argentina es, como Marruecos, un país que vive las controversias con pasión. De todo se hace ahí una polémica. En torno a Jauja, la última película de un director casi de culto, que pasó por Cannes (y se llevó un premio Fipresci), se sucedieron y se suceden discusiones encendidas. Incluso si uno se atreve a decir que el filme evoca el verbo poético de Borges, con sus odas a los sables de sus antepasados guerreros y su devoción por la amplitud de la pampa y lo incontable de la arena del desierto. 


¿Por qué esta película nos parece tan borgiana a pesar de haber sido escrita por un narrador como Fabián Casas, muy alejado en el tiempo del erudito Borges?

Quizá porque no es naturalista, sino irreal y perfecta.

Quizá porque el artificio compositivo de la imagen (está rodada en formato diapositiva, a la manera de Instagram) y los diálogos engolados, como los de Aki Kaurismäki, nunca tapan la verdad sino que la resaltan.
 
Quizá porque esta irreal Patagonia de las delicias de El Bosco, con lobos marinos moviéndose pesados en un fondo de luz saturada, podría leerse como un verso perfecto de Borges.
 
Sin duda, la llanura patagónica de Jauja no se parece a la de los forasteros que pretendieron indagar en sus historias, ni a la de Bruce Chatwin ni a la de Paul Theroux. La tierra de Alonso tiene engañosos bordes definidos, donde hombres, plantas y animales están incrustados en un relieve fantasioso. Algo le pide prestado Casas –el guionista– también a la atmósfera loca, futurista, y sin embargo posible, de El gaucho insufrible, del gran escritor chileno Roberto Bolaño.
 
Jauja significa abundancia y gracia. “Esto es una jauja” quiere decir que algo es muy fácil de conseguir o refiere un sitio en el que todo es festivo y lleno de manjares (la expresión toma el nombre propio de un territorio peruano con grandes riquezas naturales).
 
Ironía en el título de Alonso: nada hay más duro y filoso que la pampa, al sur. Pampa es la palabra que en quechua define a la llanura sin apenas arbustos, donde hasta el horizonte resulta afilado. Patagonia. La Patagonia es viento.
 
Como en La libertad, el primer filme de Alonso, el hombre y el monte están solos, solos, los dos. En este caso, el hombre no está quieto, se desplaza y es extranjero. Un hombre duro en un western sin el glamour de los tiros. Pocas balas se gastan en la pampa; más bien, se afilan cuchillos.
 
En la desolación de lo abierto, todo es nada. Cualquier dirección es ninguna dirección: mecánica de lo inútil, como en un viejo y polémico filme de Werner Herzog. Porque la naturaleza en Sudamérica siempre gana la batalla, nunca se rinde, y así lo escribió el alemán intratable en su diario de rodaje de Fitzcarraldo.

Ardua certeza de la pampa. Ardua jauja.
 
“Ardua”: usamos un término que tanto le gusta a Borges para adjetivar esta Jauja que no es broma, que es áspera como los pedruscos con los que tropieza Dinesen, el danés errante. Porque son piedras las que auguran la Patagonia, cíclica, fractal, de luz desmedida y bordes fuera de cuadro.


 
¿Qué hace que una vida funcione y vaya hacia adelante? ¿Hay sentido y hay carencia o solo excusas para razones que aún no conocemos?
 
En Alonso, hay una bruja, una cueva y una niña rubia que dice "quiero un perrito que me siga a todos lados" en el idioma endemoniado de los vikingos. El tono finlandés que le sabemos a Kaurismäki (el director de fotografía es el mismo de Le Havre). Hay música (de Mortensen) en dosis muy medidas, porque el sonido directo es del viento. El primer plano es del típico espinillo. Y en el desierto sin conquistar, Borges:

"Está bien, pero el tiempo en los desiertos otra sustancia halló, suave y pesada, que parece haber sido imaginada para medir el tiempo de los muertos".
 
* Esta es la versión en español de un artículo original en fráncés publicado en el Nº 4 (sept. 2015) de la Revue marocaine des recherches cinématographiques (Revista marroquí de estudios cinematográficos), de la Association Marocaine des Critiques de Cinéma. 
Por otra parte, implica el regreso de Analía Iglesias, colaboradora de Ruletachina.com de 2007 a 2010. ¡Re Bienvenida!

7 de marzo de 2015

CINE | "Pistas para volver a casa" de Jazmín Stuart | Los hermanos sean unidos



Por Alba Ermida

Todas las películas cuentan una historia de amor, ya sea erótico, filial, de amor por el dinero o el poder... Pistas para volver a casa  de  Jazmín Stuart habla del amor entre dos hermanos, algo que se ha filmado antes, pero es la forma, la manera de contarlo, sutil y sensible, la que valoriza este primer largo en solitario de la actriz.

A priori, hermana y hermano no tienen frecuente contacto, podríamos decir que apenas se conocen en su día a día, pero la relación subyace en esa cotidiana ausencia. Una relación que no muestra afecto, sólo imposición de circunstancias y genéticas, sin embargo por el devenir de la trama se va revelando primero cariño y luego amor. Este proceso lo inician las palabras en su función evocadora de recuerdos de la infancia; momentos compartidos, miedos y celos, reproches pasados que se muestran a través del diálogo. No hay contacto físico, un beso, un abrazo, una caricia. 

Los dos hermanos van a buscar al padre a un pueblito de provincia, donde tuvo un accidente que lo obligó a permanecer internado. En una cadena de sorpresas crecientes, el viejo les cuenta que vendió la casa, que jugó el dinero en el casino hasta conseguir triplicarlo, que lo tuvo que esconder en el medio del bosque para que no se lo robasen. Por el impacto del coche que lo atropelló, él no se acuerda de las instrucciones para encontrar el botín, sólo sabe que llamó a la madre -que se fue hace treinta años de casa sin previo aviso ni posteriores señales de vida- para que alguien supiese el paradero del tesoro. 

Pistas para volver a casa pone en juego un delicado juego de sospechas y verdades. De una forma fácil, sin complicaciones de trama, consigue que el espector se pregunte constantemente cosas chicas: ¿será verdad que vendió la casa? ¿Será verdad que jugó la plata y la triplicó? ¿Será verdad que cabó un hoyo en el bosque para esconderla? ¿Será verdad que encontró a la madre? En ese “será verdad” se sostiene la película que combina una historia bastante plausible con toques casi mágicos, de cuento. 

En este entretejido de situaciones mínimas que desestabilizan la cotidianeidad de dos personajes (personajes que necesitan ese viaje del héroe), hay dos secuencias que hacen vascular la verosimilitud e incluso el tono suave y comedido de la película. Aquella en que los dos hermanos se reencuentran con la madre; escena que, además de excesivamente melodramática, resulta innecesaria porque aparece para justificar un hilo que puede quedar perfectamente suelto. Y la escena de la persecución por el bosque, que se pasa de inverosímil hasta llegar a lo paródico, un tono que no encaja.

Los intérpretes son el pilar fundamental pues la construcción minuciosa, genuina y completa de los personajes dan una originalidad a la historia que trasciende una trama que podría ser común. Una Érica Rivas que consigue que nos creamos todo lo que interpreta haciéndonos padecer su angustia, sufrir su miedo y sentir su dolor, con un toque muy comedido pero constantemente presente de absurdo, de comedia hilarante que por momentos no deja controlar la carcajada que sale incluso en las situaciones más dramáticas. Esa es la base de la comedia, hacer reír desde la miseria. Y Juan Minujín que le hace una buena réplica a su hermana un año mayor. El suyo es un personaje en crisis, una crisis que se traga en silencio y que lo desborda, pues es el suyo un personaje algo pusilánime que, por ser objeto del mismo abandono dos veces en su vida (su mujer lo dejó con dos hijos como su madre los había dejado a ellos), parece estar anulado por el shock. Al final, el viaje los muestra cambiados y el cariño ya no sólo es verbal, también es físico.

14 de octubre de 2014

VINTAGE * | CINE | "La Terraza" (1963) de Leopoldo Torre Nilsson

Bronceados, aburridos


Por Eugenia Guevara

Unos jóvenes de alta sociedad que viven en un edificio de Recoleta, en cuya terraza hay una pileta de natación, deciden tomar ese espacio porque están aburridos y no saben qué hacer, además de lo que suelen hacer (jugar, hacer bromas pesadas, beber, seducir, fumar, andar en auto, maltratar). 

Llegan a la terraza para tener una fiesta: unos son estudiantes de Derecho, y ahí arriba se encuentran con dos chicas más, tomando sol y calentando su apatía. Beben, bailan, tocan instrumentos, se acarician, se besan, se engañan, juegan, se tiran a la pileta. La nada en versión porteña aristocrática. Como molestan a un vecino que cae con su máquina de escribir y se sienta, inoportuno, en medio del festejo, sus padres, parientes, adultos, quieren coartarles la diversión. Y es ahí cuando los jóvenes amenazan: "si nos sacan, nos tiramos". La comitiva de padres retrocede y decide dejarlos, en definitiva, ya saben que la abulia tratada con fiesta tiene fecha de vencimiento. Pero los muchachos siguen de parranda. Se hace de noche y se turnan parados al filo del abismo, para tirarse en caso de que los vengan a buscar. Pero como sus vidas valen, son respetados.

Mientras tanto está Belita, la nieta del portero, y su amigo de la calle, que trabaja para un teatro de revista. Belita es la sirvienta tácita de todo el edificio y su amiguito que, por casualidad se queda dormido en la terraza, se convertirá en el payaso que los grandulones necesitan para llenar de risas algunos momentos de su estadía allí arriba. Pero nada es suficiente. Cerca del final, un cura les habla con un megáfono desde un helicóptero para que desistan de su acto rebelde. La comitiva trajeada de padres llega hasta la terraza otra vez. Los chicos ya están cansados y ¡aburridos! de la terraza y están por darse por vencidos, pero ahí salta el hermoso Leonardo Favio, y amenaza otra vez, ya no con tirarse él, sino con tirar a Belita, que por metida y curiosa está entre ellos. Esta vez, a nadie le importa, y uno de los padres avanza. Y Favio la tira. Sí, la tira. Si quieren saber más: hay que ver La terraza. Y no sólo por eso.

También porque es emocionante verlos tan hermosos: a Graciela Borges, a Dora Baret, a Favio, a Enrique Liporace, a Marcela López Rey, a Héctor Pellegrini y porque la película es buenísima, una muestra cabal de la producción de Leopoldo Torre Nilsson, un gran autor y figura clave, fundamental, en el surgimiento del cine moderno argentino. 

* Esta sección rescata el material que fue publicado en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red. 

25 de septiembre de 2014

CINE | "El cerrajero" de Natalia Smirnoff | La puerta se abrió delante de él


Por Alba Ermida
El cerrajero es un título conciso y a priori evidente, sin embargo, a medida que avanza la película cobra significados simbólicos en una recurrida metáfora de puertas que se abren.
Sebas dice no estar hecho para relaciones serias, así que a sus 33 años se pasa la vida en su ferretería, abriendo puertas a domicilio o en la cama de alguna chica que evite lo mismo que él, el compromiso. Y precisamente por ello, la vida –o deberíamos decir la trama, en un buen ejercicio de guion clásico- le da lo que él no quiere pero necesita sin saberlo. La noticia se la da Mónica, una chica con la que mantiene ese tipo de relación sin seriedad: está embarazada y aún no decidió qué hacer, sólo eximirlo a él de toda responsabilidad.
La preocupación se amontona en su cabeza, sobre todo porque él es partidario del aborto, Mónica no se decide y el tiempo pasa. Mientras, su mente, quizás sobrecargada de angustia, revela un don: la videncia. A partir de tocar las puertas cerradas de los clientes, es capaz de conocer su vida y sus problemas; lo peor es que la sinceridad le sale a borbotones incontenibles por la boca. Uno de los casos de adivinación y prevención lo aplica con una criada casi adolescente peruana con la que establece una preciosa relación paterno-fraternal de retroalimentación, crecimiento personal y aceptación de ellos mismos.
El punto flaco de la película, que contrasta con el resto del bien armado guion, es el desenlace de la trama principal, no por el contenido –decisión de la autora-, si no por las formas, poco coherente con los personajes. También la necesidad de explicar la motivación del protagonistas para con las mujeres (la aversión al compromiso) mediante una secuencia donde se explica que los padres se separaron cuando él era niño, un dato que, por innecesario, resta en vez de sumar.
Los puntos fuertes, tantos que eclipsan los débiles, son las actuaciones de los tres protagonistas. Un Esteban Lamothe que construye un personaje pilar de la historia. Una Yosiria Liliana Huaripata Banda que gana fuerza interpretativa y peso en el relato exponencialmente. Y una Érica Rivas que en escasas escenas dibuja con absoluta credibilidad un personaje que le sirve de apoyo dramático al de Lamothe.
También la ambientación física y cronológica de la historia en las semanas en que Buenos Aires se escondía en una cortina de humo maloliente va más allá de la anécdota para condensar simbólicamente el conflicto del protagonista, cuyos problemas se disipan simultáneamente con el humo.

Y como colofón, aunque se trata de gustos, un final abierto. Anque no tanto, porque viene antecedido de una hermosa y talentosa escena de amor (y de culpa y de arrepentimiento y de confesión y de declaración y un largo etcétera) en la que, sin decir apenas con palabras, se dice todo con los gestos, con el cuerpo, con la mirada en lo que resulta una lección de interpretación de Lamothe y Rivas.
"El cerrajero" (Argentina, 2013, 77') de Natalia Smirnoff. Calificación: mayores 13 años. Distribuidora: Primer Plano Film Group. Formato: DCP. Cines: Village Recoleta, Hoyts Abasto, Arte Multiplex Belgrano, Cinemark Palermo, Hoyts Unicenter, Cinema 8 La Plata, Village Pilar, Showcase Haedo.

11 de agosto de 2014

CINE | "Escuela de sordos" de Ada Frontini | El sonido del silencio


Por Alba Ermida

Invisibles como nos son a los oyentes, paradójicamente por no ser ruidosos, los sordos, se llevan el tema y el título, aunque no el protagonismo, en esta película de divulgación porque Escuela de sordos es una descripción de la profesión de Alejandra Agüero o más bien un retrato de ella en su profesión y de cómo esta irriga casi todos los aspectos de su vida. Fundadora de una escuela de sordos en una ciudad de provincia, se dedica en cuerpo y alma a integrar a los sordos en el mundo sonoro. Y eso es lo que muestra el documental. Alejandra enseñándole a distintas personas no sólo el lengua de señas: también a leer y a escribir, a mandar mensajes de texto; en definitiva, a formar parte del mundo que los rodea.

La ausencia de conflictos que al menos dejen entrever una brizna de narración ralentizan la película y la convierten en una sucesión de ventanas o agujeros por los que espiar la cotidianidad de la protagonista. Dos secuencias son destacables. En una, la cena en casa de Alejandra es la excusa para presenciar la conversación entre ella y su amigo Juan, lo que supone un cambio en el devenir narrativo de este documental. Primero, el cambio en relación al sonido. Durante las escenas previas en la escuela, la profesora habla tanto con voz como en lengua de señas con sus alumnos. Sin embargo, en esta escena el acercamiento a la realidad física perceptiva de los sordos es mayor, pues Alejandra se limita a las señas. El silencio es tan llamativo que hay que prestar atención a los sonidos ambiente para saber realmente si se eliminó la pista de audio. Por otra parte, la información que se transmite a lo largo de la conversación resulta un motor de empatía que mueve al interés sobre el tema, pues no es una simple conferencia a dos voces -o cuatro manos, para ser más exactos- sobre la problemática de la lengua de signos, las escuelas o las personas con un implante. 

La otra escena hermosa, donde se aprecia el estilo de este documental multipremiado, es el plano fijo en el campo, al lado del lago. Resulta desconcertante durante los primeros segundos de la escena que no haya subtítulos de lo que hablan los sordos que aparecen. Sin embargo, cuando uno se pregunta “por qué” empieza a oír los pájaros, el murmullo de las hojas de los árboles, y la asociación es directa. Su mundo es absolutamente silencioso, silencio abrumador, no pueden disfrutar de oír sonidos tan hermosos como los de la naturaleza; y nosotros, oyentes, desaprovechamos la percepción del mundo auditivo por culpa de nuestro estruendo, de lo ruidosos que somos al comunicarnos.

"Escuela de sordos" de Ada Frontini (Argentina, 2013, 72'). Domingos de agosto en MALBA, Figueroa Alcorta 3415. Entrada: $40, $20. Desde el jueves 14/8 en el Espacio INCAA KM 0 – Gaumont, Av. Rivadavia 1635. 

19 de mayo de 2014

CINE | "Ramón Ayala" de Marcos López | Un retrato que piensa


Por Eugenia Guevara


Marcos López, además de prestigioso, es el fotógrafo argentino más popular de los últimos 20 años. Dueño de un estilo potente e inconfundible, colorido y brillante, y de un nombre fácil de ser recordado, también tuvo desde siempre el poder de hacer que sus imágenes, más que nada sus retratos, saltaran a los imaginarios de aficionados a la fotografía, fotógrafos e incluso de aquellos que nunca habían pensado en la fotografía como arte, y se instalaran en un lugar preferencial. Así la imagen creada por Marcos López remite a Marcos López de inmediato. Y el tema de la marca (como huella pero también como un rasgo identitario), del nombre, de la memoria, es una idea con peso en el documental Ramón Ayala, que López dirigió sobre el poeta, músico, cantor, pintor, una figura clave de la música popular argentina, cuyo nombre, justamente, no se asocia tan directamente ni tan fácil a su obra, una obra inmensa y conocida. ¿Quién no sabe de memoria, quiera o no, los versos y los acordes de canciones como Posadeña linda o El cosechero?

La ópera prima de Marcos López es un retrato de Ramón Ayala, pero también es otra cosa. Es un retrato que, en principio, no se distancia de los retratos fotográficos de su realizador: planos fijos, lindos encuadres, color y luz, escenificaciones o "puestas en escena". Y los personajes, empezando por el propio Ramón Ayala, inconmensurable en toda su sabiduría y su magnificencia. Liliana Herrero, una de las entrevistadas en la película, junto con Juan Falú o el Tata Cedrón, por nombrar algunos, dice que Ramón Ayala cuando habla, recita, o canta, tiene en la voz, o en el acto, el gesto de quien crea el mundo, o un mundo, el don de originar, digamos. Y ese detalle que recoge Marcos López de Ayala asume el rol del instante preciso para la foto perfecta, al tiempo que ofrece una pista muy significativa a la hora de ir construyendo a Ayala. Igualmente el testimonio de otros personajes, cuyas existencias están relacionadas con Ayala, a partir de la influencia que su obra tuvo en ellos (por ejemplo el publicitario Víctor Kesselman o el vendedor ambulante de discos) forman parte de ese retrato. Y es entonces sí un retrato pero al mismo tiempo es una obra que piensa en la memoria y en el recuerdo que dejamos, explora cómo es que la existencia de uno (en este caso, un uno que es una pieza clave de la cultura argentina) adquiere sentido y se proyecta en relación con la existencia de otros. Marcos López escoge a Ramón Ayala, pero también al vendedor de discos. En la película Ayala mismo habla de la canción como memoria, al referirse a la suya sobre los olvidados mensús

Un amigo documentalista me dijo que la película de Marcos López sobre Ramón Ayala no le había gustado. ¿Porque es de fotógrafo con mucho plano fijo?, le pregunté. Ni siquiera, contestó. Su razón era que el personaje de Ayala "se le escapaba". Me quedé pensando en eso, y en la película que a mí me había gustado mucho; recién acababa de verla cuando escuché su opinión. Y como no sólo somos recordados en relación con otros sino que también nos construimos confrontando opiniones con otros estuve dándole vueltas al asunto. Pero no. Ramón Ayala no "se le escapa". Tras la idea de la huella, Marcos López muestra rasgos muy particulares y precisos sobre el artista. Lo sigue hasta las entrañas de los condados del folklore argentino, al serrano festival de Cosquín en Córdoba. Lo ubica en esa Misiones que en cada toma nos recuerda a rojo y a verde, y a río, a Horacio Quiroga y a Alfredo Varela. Incluso se citan fragmentos de la hermosa Las aguas bajan turbias de Hugo del Carril, basada en El río oscuro de Varela. Una película mito que también ha quedado marcada a fuego en la memoria de generaciones. Porque también somos los espacios que habitamos y en el caso de Ayala, no sólo los que habita sino y sobre todo los que recrea de tal manera que logra transportar a quien lo escucha hasta el medio de la selva. Así el documental Ramón Ayala, acaso un gran documental de autor, no sólo capta la foto precisa del poeta. También establece conexiones entre memoria, cultura popular e imaginario, haciendo que el debut de Marcos López como cineasta sea por demás interesante. 

"Ramón Ayala, el Mensú, entre la Selva y el Río" de Marcos López. Documental, 63'. Formatos de Rodaje: HD, HDV. Funciones: viernes de mayo y junio a las 20 horas. Malba Cine, Malba, Av. Figuero Alcorta 3415. Entrada: $18, $35. Estreno en Espacio Incaa KM O Gaumont, 12 de junio de 2014. 

12 de mayo de 2014

LIBROS | "Diorama" compilado por Alejandro Cozza | Cuadernos de cine de Córdoba


Por Alba Ermida

El crítico y programador Alejandro Cozza compila en Diorama, ensayos sobre cine contemporáneo de Córdoba una larga lista de reflexiones y análisis sobre películas cordobesas. Y es que esta provincia, en sólo cinco años, pasó de la nada a un total de 20 filmes producidos y estrenados y otros tantos por estrenar, en proyecto o produciéndose.

Y a la creación cinematográfica le sigue la crítica. Le sigue en cronología y en necesidad. Porque si el cine es necesario para un pueblo (es su historia pasada y presente, sus ideales, su imaginario, su cultura, su lengua...), la crítica es necesaria para visibilizar y mejorar esa cinematografía. Por eso, como afirma Cozza en su introducción, este libro nace para hablar del cine cordobés. Después del trabajo de realización de los cineastas cordobeses y de la difusión llevada a cabo por los medios de comunicación, Diorama pretende que la crítica que se origina a partir de esta incipiente cinematografía alcance a ésta en su calidad y profesionalidad. Hacer presente y público el fenómeno que nace en Córdoba, hablar del cine para que éste se visibilice, sin importar si  la película gusta o no. La crítica es necesaria para mejorar aspectos de realización, desde el debate y el análisis se superan errores, ausencias e inmadureces de la creación. Por eso realización y crítica deben ir parejos, para que se alimenten y se nutran, para que se alaben y se corrijan.

Tanto es así que Cozza hace un llamamiento a seguir escribiendo sobre cine cordobés para no dejar fuera del necesario cometido de dar a conocer y teorizar, a las obras que se quedaron fuera de este trabajo. Más libros son necesarios porque hay más películas que las que en Diorama se analizan y, como siempre, el cortometraje es el gran aislado.

Las reflexiones que se presentan en este compendio no pretenden establecer ningún punto en común, es más, radicalmente niegan su existencia. El cine cordobés no es “el cine cordobés”, sino un cine que nace quizás como contestación y por supuesto como necesidad de alternativa al cine porteño. Necesidad porque cada zona tiene sus rasgos distintivos y su localidad dentro de la universalidad de las historias que se puedan llegar a contar. Y contestación porque la centralización de la producción cinematográfica alrededor de la capital (fenómeno que ocurre en todos las industrias y países del mundo, en mayor o menor detrimento de la producción periférica) genera unos estereotipos y un trato condescendiente hacia los personajes externos a la capital. Lo que sí consiguen estas reflexiones es hablar del cine que se realiza en Córdoba empleando los mismos parámetros, la misma vara de medir que para el resto del cine mundial. De esta forma encontramos comparaciones con Malick o Kubrick, citas de Jean Vigo y referencias a Kiarostami.


Se consolida así el fenómeno del cine realizado en Córdoba, un cine que, precisamente por tratarse de un recién nacido camina por el clasicismo formal y temático. Pero poco a poco llegará el modernismo, pues la primera piedra ya la puso Rosendo Ruiz con su segundo largometraje, Tres D (foto).

Porque el cine no sólo se hace desde la cámara y la claqueta. El cine se hace en las proyecciones, en los festivales, en las revistas y libros especializados, en los cineclubs... Y lo más importante, en la calle, y a la calle llega gracias a estos numerosos medios de difusión a los que Diorama contribuye teórica y concienzudamente.

"Diorama, ensayos sobre cine contemporáneo de Córdoba, Compilador: Alejandro Cozza, Caballo Negro Editora, 240 páginas. Caballo Negro Editora lleva 15 títulos publicados. Entre los últimos se encuentran DioramaUn sudaca en la corte de Daniel Moyano y Cada vez más cerca de Elvio Gandolfo (Premio de la Crítica en la 40° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires). La editorial se presenta – con sus libros- el martes 13 de mayo a las 21 en el marco de Válido en Córdoba y Mendoza, del ciclo Matienzo Lee, en el Club Cultural Matienzo. El panel está integrado por Caballo Negro Editora con María Martoccia, Alberto Rodríguez Maiztegui + Invitados sorpresa. Modera: Ricardo Cabral. Música: Telescopios. Exposición de artes visuales: Revista Gala. 

8 de mayo de 2014

CINE | "Mujeres con pelotas" de Gentile y Balanovsky | ¿Fútbol para todas?



Por Alba Ermida

Mujeres con pelotas es el registro de una lucha inconsciente, como casi todas las luchas, que significan mucho si las ves desde fuera, con la distancia social o histórica, pero que desde dentro, no supone más que la reivindicación diaria de algo que se considera legítimo.

Unas niñas que quieren jugar a la pelota con el pie. ¿Qué hay más simple y cotidiano? El concepto no es ni revolucionario. Sin embargo, citando a Ortega y Gasset, “yo soy yo y mi circunstancia”; no podemos disociar a estas chicas de la sociedad en la que viven y es ahí donde encontramos la resistencia. El problema, realmente, es el pie, porque si ellas quisiesen jugar con la mano no estarían mal vistas: ni a las jugadoras de pelota al cesto ni a las de vóley se les llama “marimacho”.

Unos padres que sienten vergüenza, unas madres que insisten en mantener los estrictos y viejos roles de género para no dar que hablar, unos amigos que se ríen, unos desconocidos que insultan... Todo en contra y ellas luchando por hacer algo con lo que disfrutan, con la convicción férrea de quien se sabe con razón y derecho.

El documental acierta en el registro de las declaraciones adversas al fútbol femenino. Acierta porque lo aleja del parcialismo que supondría exponer sólo las voces femeninas de las jugadoras y entrenadoras, y también porque evidencia los argumentos que se caen por sí solos. Cuando al periodista deportivo Gastón Recondo se le pregunta si a él le gustaría que su hija jugase al fútbol, no sabe argumentar por qué la respuesta es rotunda y categóricamente no. Y es que los prejuicios son irracionales pero se curan con el conocimiento de primera mano. Así lo cuenta la madre de una jugadora al hablar de su padre, un abuelo que no aprueba el fútbol femenino pero va a ver a su nieta jugar los fines de semana.

Tras siete años de gestación, Mujeres con pelotas viene al mundo hoy, primero en Buenos Aires, en los cines Gaumont y en las salas del Cultural San Martín, y posteriormente recorrerá Córdoba, Rosario, Santiago del Estero y Santa Cruz. Una pequeña contribución que indignará a muchos y hará pensar a unos cuantos, pues con algo tan cotidiano como exigir el derecho de usar un campo de fútbol de barrio se van conquistando igualdades.

“Mujeres con pelotas” de Ginger Gentile y Gabriel Balanovsky. Argentina, 2013. HD Color, 75’, 16:9. Funciones: Cine Gaumont, Espacio INCAA 0 km., Av. Rivadavia 1635. Del 9 al 14 de mayo 11:45 y 19:50 hs. Entradas: $8, $6, $4. Sala Cultural San Martín, Sarmiento 1551. Jueves y sábados 20 hs. hasta el 17/5. Sábados 24 y 31/5 17.30 hs.  Domingo 1º/6, 17.30 hs. Entrada: $20, $12. Córdoba, Ciudad de las Artes, 19, 20 y 21/5. La Plata, del 29/5 al 4/6, Cine Municipal Select Espacio Incaa. Santa Cruz, Cte. Piedrabuena, 16, 17 y 18/5. Rosario, Teatro Arteón Espacio Incaa, 5 y 10/6 y Santiago del Estero, Cine Teatro Renzi Espacio Incaa, 10, 11 y 12/6.

2 de mayo de 2014

CINE | "Madam Baterflai" de Carina Sama | Vivir su vida


Por Alba Ermida

Fuera dramatismos. Fuera tópicos. Fuera sensacionalismos. Cinco protagonistas que cuentan su realidad. Una realidad que se conforma a base de cinco pedazos de experiencias personales. Distintas clases sociales, distintos ambientes, distintas familias. Una sola sociedad.

Y ahí radica la originalidad de Madam Baterflai, en la diversidad (palabra que aparece en el subtítulo “La diversidad dentro de la diversidad”). Si bien todas las protagonistas pasan por el mismo proceso psicológico, no todas lo viven igual, pues todo depende de las circunstancias que las envuelven y de lo que cada una elige hacer con lo que es, es decir, cómo vivir.

El documental aborda inevitablemente la cuestión del origen. En qué momento un hombre se da cuenta de que no sólo es gay, si no que vive en un cuerpo equivocado y realmente no es hombre porque se siente mujer. Y la respuesta que dan las protagonistas es sorprendente. “Yo, desde que tengo uso de razón, quiero ser mujer. Y con uso de razón me refiero a los 5 años. Me acostaba deseando levantarme mujer”.

Más allá de la construcción de género que la sociedad nos impone desde bebés (rosa vs. azul), luego de niños (camión vs. muñeca) e incluso de jóvenes (ingenieros vs. maestras), dentro del ser humano palpita la genética. Pues en realidad es una cuestión de naturaleza. Un hombre que se siente mujer es mujer porque su genética lo dice, aunque su apariencia lo contradiga. Y ese es el argumento que debe tumbar todo prejuicio, todo insulto, toda intolerancia. Así mismo lo cuenta un padre, hombre sin estudios, que lo único que quiere es ver feliz a su hija. “El médico me dijo: ‘Su hijo es 92% mujer. Déjelo ser mujer. Hay personas así, pero la sociedad no está preparada’. Y a mí estas palabras me hicieron muy bien”.

Claro que todas pasan la etapa de duda. De hecho, cuando sueltan esa bomba en su familia lo que dicen es que son gays, que les gustan los hombres. Y eso sugiere una reflexión: la sociedad no sólo entiende la homosexualidad como una rareza, un secreto difícilmente confesable, sino que no existe la posibilidad de la disociación entre psique y cuerpo. Si tú naces con pene, eres hombre. Si naces con vagina, mujer. Así es que el proceso es largo y doblemente traumático. Primero salir del armario, luego descubrirse mujer. Por lo tanto, queda claro que el deseo sexual no lo es todo. Hay algo latente que les hace ir más allá de tener una pareja masculina. Primero prueban con la ropa, se hacen transformistas, mujeres durante unas horas. Y poco a poco descubren que su naturaleza es femenina aunque su cuerpo no se corresponda.

Entonces entra el problema del dinero. Una cuestión que el documental sabe resolver mediante los testimonios diversos de las protagonistas. Unas que se hicieron la cirugía, otras que por no tener dinero, no pudieron y aprendieron a convivir con su cuerpo masculino, trucándolo para parecer femenino. Jugar al cambio de identidad toda la vida es otra lucha que libran todos los días estas mujeres.

Si bien entre las protagonistas hay diferencias a la hora de entender la vida como travestis, hay algo en lo que coinciden rotundamente. Su preocupación son los padres, la familia. Su sufrimiento no es aceptarse a sí mismas, pues ellas tienen claro lo que son y qué quieren hacer con ello. Su sufrimiento está en el de los padres, en que las acepten, las entiendan y sobre todo, en que no pasen por empatía lo que ellas por ser diferentes. “Cuánto me debió haber querido para aceptarme. Y si no me aceptó, se sobrepuso a toda su historia y me protegió. Sin entender”, reproduce así la confesión de su tío una de las mujeres.

Y el resultado final, después de años de dudas, de luchas, de emociones encontradas y sentimientos imposibles, es la felicidad. Encontrarse a sí mismas, tener claro lo que son y que los suyos las quieran igualmente, ésa es la felicidad para estas mujeres en cuerpos de hombres.

El documental proyecta un objetivo que se acaba cumpliendo: deshacer el estereotipo de travesti entendido como hombre vestido de mujer que se prostituye. Ahora le toca al público reflexionar. Yo, por mi parte, propongo una cuestión: ¿en una sociedad idealizada donde niños y niñas fuesen tratados del mismo modo, sin manipulaciones sexistas, estas personas tendrían los mismos obstáculos para encontrarse a sí mismas?

"Madam Baterflai" se estrena hoy 2 de mayo. Calificación: + 16. Distribuye: Carina Sama. Funciones: 13:50 hs. y 21:50 hs. en Espacio Incaa KM 0 Gaumont, Rivadavia 1635 y también se estrena en el Espacio Incaa de Trelew, 9 de julio 655. 

12 de abril de 2014

BAFICI | "Historia del miedo" de Benjamín Naishtat | Ensayo sobre la violencia

Por Guillermina Gandola

Luego de haberse presentado en la Competencia Oficial del último Festival Internacional de Cine de Berlín, Historia del Miedo del joven argentino Benjamín Naishtat participa en la 16° edición del Festival de Cine Independiente compitiendo en la sección Argentina.

Muchos son los componentes a analizar que se ponen en juego en este drama que examina en detalle los prejuicios de clase, en un contexto de caos social donde el orden parece derretirse durante un verano ardiente  asediado por los cortes de luz, desde donde surge una emoción primitiva: el miedo. 

En la oscuridad provocada por los cortes se ilumina nuestra esencia y ante ella somos todos iguales. Ante ella sólo somos un par de ojos asustados que buscan la luz para poder verse, reconocerse y reconocer a ese “otro”. Y es quizás es a ese otro y no a la oscuridad al cual le tenemos miedo. 

El primer largometraje realizado por Naishtat (en coproducción con Alemania, Francia, Uruguay y Qatar) podría bien compararse con la obra Ensayo sobre la ceguera de Saramago en el cual la población toda comienza a quedarse ciega. En el caso de este film, varios integrantes de distintas clases sociales comienzan a desarrollar silenciosamente una sensación de paranoia dentro de un clima agudo y una sonoridad grave, que va in crescendo hasta estallar en gritos de desesperación. Gran parte de este efecto es gracias al diseño de sonido realizado por Fernando Rivero.

Pero, ¿Qué es lo que viene a reflejar el miedo?

Es en este punto que debemos retomar la idea de la oscuridad y del “otro”. Nuestro ser se reconoce por diferenciación a ese otro que no soy yo y así surgen, inevitablemente las categorías, los prejuicios, lo diferente, lo desconocido. Y, generalmente, quienes temen más a lo desconocido son los que tienen más para perder. 

Una de las particularidades del film es la forma de retratar los componentes de los diferentes estratos sociales yuxtapuestos en una misma historia atravesada por el miedo.  Y es gracias a esta horizontalidad en la forma de narrar y describir a cada cada integrante de la historia lo que permite el contrapunto necesario para sentir y vislumbrar la idea principal que es la denuncia a la falta de conciencia social. 

A través de silencios, de una cámara que encuadra primeros planos sobre el rostro de los personajes, sonidos que van tornándose más fuertes, miradas profundas, planos generales de una ciudad atormentada por el caos, se genera un clima de violencia implícita que, por momentos da ganas de levantarse de la butaca del cine para “putear” a alguno de los personajes. Y este resultado es uno de los motivos por los cuales aplaudo a esta película. Lejos de generar un clima de pasividad y comodidad en el espectador, Historia del Miedo provoca, invocando las emociones y sacudiendo las ideas. 

11 de febrero de 2014

CINE | "Deshora" de Bárbara Sarasola-Day | Un triángulo potencial



Por Luis Ángel Gonzo

El aislamiento geográfico y afectivo, el desgaste emocional, el deber ser instituido, la costumbre y sus candados forzados, su intimidad parecida a la ausencia, el instinto animal, guerrero, territorial que anida en cada rol social, la tensión de cuerpos y la fuerza de imaginarios que llevan al límite el perímetro de lo admisible, la progresiva rajadura de las cristalizaciones, sus efectos revitalizantes y sus correcciones destructivas, todos estos son tópicos desarrollados por Deshora, primer largometraje de la directora salteña Barbara Sarasola- Day,  protagonizada por Luis Ziembrowski, María Ucedo y Alejandro Buitrago. 

La historia transcurre en la provincia de Salta. Ziembrowski y Ucedo interpretan a Ernesto y Helena: una pareja casada desde hace un tiempo inmemorial, que atraviesa eso que suele llamarse “crisis matrimonial”: una turbia atmósfera de inercia y de falta, de comunión de soledades, impaciencias, resignaciones; omisión y aferro, signados por la imposibilidad de reproducirse, de tener descendencia. Son, además, patrones de la plantación de tabaco en la que viven: tienen terreno, lugar, recursos. Allí llega Joaquín, el personaje de Buitrago: un joven primo de Helena que sale de algún centro de rehabilitación y es enviado allí por su madre. Enigmático, ambiguo, seductor, parco en palabras y profuso en imágenes, gestos y sentidos. Llegado a la casa, se convierte poco a poco en un elemento desestabilizador de ese ecosistema doméstico ya fuera de eje, con cierto delay temporal entre los personajes (cuando uno llega a un deseo, el otro ya se ha ido), que va empujando los límites de lo que se puede y lo que no, confundiéndolos como se confunden la noche y la madrugada (la límpida oscuridad) a las que alude el título.

A través de un notable sigilo en el manejo de la cámara y la construcción de planos (que oscilan entre la inquietante cerrazón de los primeros planos y cierto estar ahí de testigo); a través de tiempos densos, de espacios minuciosos, de diálogos concisos e imágenes sugerentes, de simbologías barrocas y exploraciones nocturnas, la narración va enhebrando entre los tres personajes esa expectativa tersa que se denomina “triángulo”; aunque en este caso el triángulo sea sobre todo potencial, virtual, y los puntos que se acerquen para demarcarlo sean menos esa figura que una constelación solitaria en sí misma que tan pronto se arrima se enceguece: los personajes son más bien como planetas con órbitas cruzadas, con climas que se van asemejando, hasta que el choque se produce y el espacio en común se desintegra, con ellos incluso. 

En ese proceso, cada elemento del mundo conocido se pone en cuestión: el rol del hombre en la sociedad patriarcal, encarnado por Ernesto, con sus costumbres-extensiones-fálicas (la caza, la riña de gallos, los rifles, los cigarrillos) y sus funciones simultáneas (reproducirse, que no puede; matar para sobrevivir, para afirmarse en la tierra, dominar el entorno); el rol de la mujer como sujeto, su capacidad de desear y su posibilidad de sentir placer; la complicidad y la confianza elíptica entre los hombres-machos-alfa-del-tabú; la disociación funcional, en suma, de las relaciones de poder, moral y violencia entre los vivientes. Mutación gradual, la de los personajes y la trama, cuyo rasgo más notable es la ambigüedad, que juega con las expectativas y los signos, primero entre Joaquín y Helena y luego entre Joaquín y Ernesto, y finalmente nos sorprende con una vuelta de tuerca inesperada. 

“Deshora” (Argentina, Colombia y Noruega, 2013) 102’. En Cine Cosmos, Av. Corrientes 2046, y Gaumont, Av. Rivadavia 1635, Buenos Aires. Estreno: 6 de febrero.  Entrada: $15.

6 de febrero de 2014

CINE | AGENDA | Ciclo "Orden y Oscuridad: Filmar en Dictadura" en el Conti


Desde mañana, el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (Av. del Libertador 8151), en el marco de la exposición/ work in progress Zona proyectista. Ensayos para un parpadeo, del colectivo Oficina proyectista, presenta este ciclo imperdible que aborda el cine que se realizó durante la última dictadura cívico militar argentina. 

Orden y oscuridad: Filmar en dictadura reúne películas de David J. Kohon y Alberto Fischerman –figuras fundamentales de los cines de la década del '60 y '70 respectivamente -, de Adolfo Aristarain, de Ricardo Wullicher y de Sergio Renán, e incluso producciones de Enrique Carreras y Palito Ortega.  

La entrada es libre y gratuita y la programación es la siguiente:


Últimos días de la víctima, de Adolfo Aristarain 
(Argentina 1982, 100’)

Mendizábal, el protagonista, es un asesino a sueldo, figura representativa de los años de dictadura signados por secuestros y muertes por encargo.
Cuando recibe la orden de una nueva eliminación decide aplazarla y comienza a hacer averiguaciones sobre la víctima. Así descubre que él forma parte de un juego que no le pertenece y que es sólo un eslabón de una cadena al servicio de intereses mayores. 
Viernes 7 de febrero, 19 hs. 



(Argentina 1982, 105’)

Bruno tiene unos cuarenta años, vive con su madre y es fotógrafo de cumpleaños. Su vida da un giro desde el momento en que se cruza con Mefi, quien le abre la puerta a un mundo paralelo donde tendrá poder, fortuna y aparente felicidad.
El director se inspira en el mito de Fausto –el hombre que vende su alma al diablo- para metaforizar lo que la sociedad sufrió en esos años: la quema de libros, los secuestros, la especulación en la bolsa, las estafas, los encapuchados, las persecuciones, el creciente poder de la televisión, entre otros. 
Sábado 8 de febrero, 19 hs.



El hambre de Alberto Fischerman
(Argentina 1981, 40’)
Episodio de la película De la misteriosa Buenos Aires

Transcurre el año 1636 en la vida de dos integrantes de la exploración de Pedro de Mendoza, primer fundador de Buenos Aires. Las condiciones extremas de supervivencia en la que se encuentran los llevan a la desesperación y al canibalismo.
Fischerman recurre a una historia fechada muchos siglos atrás para representar a hombres en situaciones límites e inhumanas que resuenan cercanas a la vida en dictadura.
Además se verán fragmentos de La pulsera de cascabeles de Ricardo Wullicher (otro episodio de De la misteriosa Buenos Aires) y de Plata dulce de Fernando Ayala y Juan José Jusid.
Viernes 14 de febrero, 19 hs.

Compilado de películas

Se proyectan fragmentos tanto de películas críticas como seguidoras del discurso imperante: La discoteca del amor (A. Aristarain), Los turistas quieren guerra (E. Cahen Salaberry), Dos locos en el aire (P. Ortega), Los superagentes biónicos (A. Quiroga), La fiesta de todos (S. Renán), Tiempo de revancha (A. Aristarain), Crecer de golpe (S. Renán), Los fierecillos indomables (E. Carreras) y Los súper agentes contra todos (C. Golettini).
Se realizará una mesa de cierre del ciclo integrado por las investigadoras de la Universidad de Buenos Aires, Irene Marrone y Paola Margulis. Modera: Susana Allegretti, Coordinadora del Área de Cine del Centro Cultural.
Sábado 15 de febrero, 19 hs.

26 de agosto de 2013

CINE | "Las Amigas" de Paulo Pécora | Las chicas sólo quieren divertirse


Por Cecilia Perna

Vampirear es una vieja actitud. Y el Vampiro, desde su surgimiento en épocas románticas, ha proyectado su ámbito de acción, no sólo en el tiempo, sino también en el espacio: hacia el pasado y el futuro, en el frío nórdico y en los parajes soleados, mucho ser innominado o clasificado en otras monstruosas grillas, ahora puede ser reinterpretado como variante del Vampiro (ya veía Van Helsing vampiros, incluso en la ciencia natural, al observar microscópicos pólipos y tropicales plantas carnívoras). Porque, digámoslo, vampireo hubo y habrá por todos lados: para sobrevivir valiéndose de la fuerza, de la luz, del pulso y la vida de los otros, no hace falta dormir en ataúdes, ni tener colmillos, ni salir sólo por la noche. 

Las amigas de Paulo Pécora es uno de estos casos de redireccionamiento: ellas cuatro, no son exactamente vampiras, sino cuatro amigas antiguas -no sólo viejas amigas, sino antiguas, muy muy antiguas amigas- que por su naturaleza han perdurado en este mundo y por los efectos modernos del eterno desplazarse, terminaron ocupando un caserón porteño de ventanales tapiados. Amigas eternas, ellas, socias y cómplices inseparables, no pueden morir ni parar de matar. 

Darle, ellas, un buen fin a esta antigua tradición es, ni más ni menos, venir a terminar acá: al calor y la luz solar de una autopista local, donde las arcaicas violencias que en Europa se hacían témpano y fealdad al hacerse personaje, se transforman aquí en vaivén sensual de tedio de siesta, latinoamericanismo de cadera generosa, lápiz labial y taconeo en la vereda: se transforman en hambre de carne -sobre todo hambre, sobre todo de carne- y se instalan en la tradición nueva del matadero rioplatense. 

Este mediometraje experimental consigue transmutar el paisaje urbano habitual siniestramente, introduciendo allí eso otro, eso extranjero que asusta y extraña el tránsito por los lugares y los gestos de todos los días. Los recursos que utiliza para crear esa atmósfera -que oscila entre el terror ante la desprotección y el horror de presenciar lo impresenciable- son recursos simples pero de alto impacto: emplazamiento inteligente de la cámara, planos detalle y amplificación de la banda sonora sobre lo que simplemente sale de los cuerpos, un buen ritmo de edición, y aún con cierto abuso de filtros -y una secuencia metafórica que, si se la arrancaran de pe a pa, harían el film mucho más potente-, consigue hundir en el cuerpo del espectador esa zozobra de la que todos siempre deseamos sentir un poco, al menos al resguardo de la tela mágica de la pantalla.

"Las Amigas" de Paulo Pécora. Argentina, 2013. 35'. Se proyecta junto con "El nombre de los seres" de Goyo Anchou. Última función: 27 de agosto, 20 horas. Centro Cultural Borges, Viamonte y San Martín. Entrada: $30, $20.

25 de agosto de 2013

CINE | "El nombre de los seres" de Goyo Anchou | Prisioneros de una noche

Por Eugenia Guevara


El nombre de los seres  de Goyo Anchou muestra la noche que un gay y su chongo, o un vampiro y su presa, viven en una Buenos Aires fantasmagórica, extraña, oscura; un mundo sucio habitado por animales nocturnos, ratas y vampiros. Sin embargo,  lo que cuenta no importa demasiado, al menos no en su particularidad, porque hay muchos aspectos que pensar en esta interesante obra sobre la que cada espectador hará su lectura.

Nos interesa recalcar su carácter de cortometraje experimental hipnótico. Son 12 minutos de inmersión entre múltiples y variadas capas: capas textuales, capas sonoras y capas de imagen. Las primeras, que podríamos llamar también capas narrativas, mezclan la narración en over de una voz cuyo tono y ritmo atrapa con los diálogos de los personajes. Es claro que esa voz relatora (responsabilidad de Sebastián Roses, director de arte) pone en cuadro un bello texto literario, al que se podría extraer del corto y mantendría su poder intacto. Ese texto dicho en off recurre al ensayo filosófico y al registro poético para referirse al vampiro, a los muertos y a los vivos, a los muertos vivos y a los porteños y a la muerte. Así, dirá: "Tanto el muerto vivo, como el vampiro, mueren de la misma manera, con el corazón roto" o, enfatizando el carácter irónico que ha sostenido durante toda la obra explicará cerca del final: "Si se permite que el vampiro no sea detectado por siete años podrá viajar de un lugar a otro, y así, volver a ser humano. Podrá casarse, tener hijos, pero todos se convertirán en vampiros al morir".

Asimismo, las capas sonoras barajan conocidas canciones rock, pop o tango, con sonidos nerviosos, artificiosos, o provenientes de la noche y del amanecer que comparten el gay, interpretado por Peter Pank, y su chongo, en la piel de Martín Rodríguez. Sonidos que son tranquilizados por la voz narradora que todo parece contener. 

Por último, la hipnosis ocurre en y a partir de las capas de imagen, en las que la transición se vuelve permanente y el punteo de la luz en la oscuridad acentúa ese efecto de estar en trance y donde los tonos y las texturas contribuyen a crear una imagen de pasado en la que sólo parecen tener lugar los fantasmas. 

"El nombre de los seres" de Goyo Anchou. Argentina, 2013. 12'. Se proyecta junto con "Las Amigas" de Paulo Pécora. Última función: 27 de agosto, 20 horas. Centro Cultural Borges, Viamonte y San Martín. Entrada: $30, $20.