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26 de agosto de 2013

CINE | "Las Amigas" de Paulo Pécora | Las chicas sólo quieren divertirse


Por Cecilia Perna

Vampirear es una vieja actitud. Y el Vampiro, desde su surgimiento en épocas románticas, ha proyectado su ámbito de acción, no sólo en el tiempo, sino también en el espacio: hacia el pasado y el futuro, en el frío nórdico y en los parajes soleados, mucho ser innominado o clasificado en otras monstruosas grillas, ahora puede ser reinterpretado como variante del Vampiro (ya veía Van Helsing vampiros, incluso en la ciencia natural, al observar microscópicos pólipos y tropicales plantas carnívoras). Porque, digámoslo, vampireo hubo y habrá por todos lados: para sobrevivir valiéndose de la fuerza, de la luz, del pulso y la vida de los otros, no hace falta dormir en ataúdes, ni tener colmillos, ni salir sólo por la noche. 

Las amigas de Paulo Pécora es uno de estos casos de redireccionamiento: ellas cuatro, no son exactamente vampiras, sino cuatro amigas antiguas -no sólo viejas amigas, sino antiguas, muy muy antiguas amigas- que por su naturaleza han perdurado en este mundo y por los efectos modernos del eterno desplazarse, terminaron ocupando un caserón porteño de ventanales tapiados. Amigas eternas, ellas, socias y cómplices inseparables, no pueden morir ni parar de matar. 

Darle, ellas, un buen fin a esta antigua tradición es, ni más ni menos, venir a terminar acá: al calor y la luz solar de una autopista local, donde las arcaicas violencias que en Europa se hacían témpano y fealdad al hacerse personaje, se transforman aquí en vaivén sensual de tedio de siesta, latinoamericanismo de cadera generosa, lápiz labial y taconeo en la vereda: se transforman en hambre de carne -sobre todo hambre, sobre todo de carne- y se instalan en la tradición nueva del matadero rioplatense. 

Este mediometraje experimental consigue transmutar el paisaje urbano habitual siniestramente, introduciendo allí eso otro, eso extranjero que asusta y extraña el tránsito por los lugares y los gestos de todos los días. Los recursos que utiliza para crear esa atmósfera -que oscila entre el terror ante la desprotección y el horror de presenciar lo impresenciable- son recursos simples pero de alto impacto: emplazamiento inteligente de la cámara, planos detalle y amplificación de la banda sonora sobre lo que simplemente sale de los cuerpos, un buen ritmo de edición, y aún con cierto abuso de filtros -y una secuencia metafórica que, si se la arrancaran de pe a pa, harían el film mucho más potente-, consigue hundir en el cuerpo del espectador esa zozobra de la que todos siempre deseamos sentir un poco, al menos al resguardo de la tela mágica de la pantalla.

"Las Amigas" de Paulo Pécora. Argentina, 2013. 35'. Se proyecta junto con "El nombre de los seres" de Goyo Anchou. Última función: 27 de agosto, 20 horas. Centro Cultural Borges, Viamonte y San Martín. Entrada: $30, $20.

25 de agosto de 2013

CINE | "El nombre de los seres" de Goyo Anchou | Prisioneros de una noche

Por Eugenia Guevara


El nombre de los seres  de Goyo Anchou muestra la noche que un gay y su chongo, o un vampiro y su presa, viven en una Buenos Aires fantasmagórica, extraña, oscura; un mundo sucio habitado por animales nocturnos, ratas y vampiros. Sin embargo,  lo que cuenta no importa demasiado, al menos no en su particularidad, porque hay muchos aspectos que pensar en esta interesante obra sobre la que cada espectador hará su lectura.

Nos interesa recalcar su carácter de cortometraje experimental hipnótico. Son 12 minutos de inmersión entre múltiples y variadas capas: capas textuales, capas sonoras y capas de imagen. Las primeras, que podríamos llamar también capas narrativas, mezclan la narración en over de una voz cuyo tono y ritmo atrapa con los diálogos de los personajes. Es claro que esa voz relatora (responsabilidad de Sebastián Roses, director de arte) pone en cuadro un bello texto literario, al que se podría extraer del corto y mantendría su poder intacto. Ese texto dicho en off recurre al ensayo filosófico y al registro poético para referirse al vampiro, a los muertos y a los vivos, a los muertos vivos y a los porteños y a la muerte. Así, dirá: "Tanto el muerto vivo, como el vampiro, mueren de la misma manera, con el corazón roto" o, enfatizando el carácter irónico que ha sostenido durante toda la obra explicará cerca del final: "Si se permite que el vampiro no sea detectado por siete años podrá viajar de un lugar a otro, y así, volver a ser humano. Podrá casarse, tener hijos, pero todos se convertirán en vampiros al morir".

Asimismo, las capas sonoras barajan conocidas canciones rock, pop o tango, con sonidos nerviosos, artificiosos, o provenientes de la noche y del amanecer que comparten el gay, interpretado por Peter Pank, y su chongo, en la piel de Martín Rodríguez. Sonidos que son tranquilizados por la voz narradora que todo parece contener. 

Por último, la hipnosis ocurre en y a partir de las capas de imagen, en las que la transición se vuelve permanente y el punteo de la luz en la oscuridad acentúa ese efecto de estar en trance y donde los tonos y las texturas contribuyen a crear una imagen de pasado en la que sólo parecen tener lugar los fantasmas. 

"El nombre de los seres" de Goyo Anchou. Argentina, 2013. 12'. Se proyecta junto con "Las Amigas" de Paulo Pécora. Última función: 27 de agosto, 20 horas. Centro Cultural Borges, Viamonte y San Martín. Entrada: $30, $20.