Por Eugenia Guevara
Marcos López, además de prestigioso, es el fotógrafo argentino más popular de los últimos 20 años. Dueño de un estilo potente e inconfundible, colorido y brillante, y de un nombre fácil de ser recordado, también tuvo desde siempre el poder de hacer que sus imágenes, más que nada sus retratos, saltaran a los imaginarios de aficionados a la fotografía, fotógrafos e incluso de aquellos que nunca habían pensado en la fotografía como arte, y se instalaran en un lugar preferencial. Así la imagen creada por Marcos López remite a Marcos López de inmediato. Y el tema de la marca (como huella pero también como un rasgo identitario), del nombre, de la memoria, es una idea con peso en el documental Ramón Ayala, que López dirigió sobre el poeta, músico, cantor, pintor, una figura clave de la música popular argentina, cuyo nombre, justamente, no se asocia tan directamente ni tan fácil a su obra, una obra inmensa y conocida. ¿Quién no sabe de memoria, quiera o no, los versos y los acordes de canciones como Posadeña linda o El cosechero?
La ópera prima de Marcos López es un retrato de Ramón Ayala, pero también es otra cosa. Es un retrato que, en principio, no se distancia de los retratos fotográficos de su realizador: planos fijos, lindos encuadres, color y luz, escenificaciones o "puestas en escena". Y los personajes, empezando por el propio Ramón Ayala, inconmensurable en toda su sabiduría y su magnificencia. Liliana Herrero, una de las entrevistadas en la película, junto con Juan Falú o el Tata Cedrón, por nombrar algunos, dice que Ramón Ayala cuando habla, recita, o canta, tiene en la voz, o en el acto, el gesto de quien crea el mundo, o un mundo, el don de originar, digamos. Y ese detalle que recoge Marcos López de Ayala asume el rol del instante preciso para la foto perfecta, al tiempo que ofrece una pista muy significativa a la hora de ir construyendo a Ayala. Igualmente el testimonio de otros personajes, cuyas existencias están relacionadas con Ayala, a partir de la influencia que su obra tuvo en ellos (por ejemplo el publicitario Víctor Kesselman o el vendedor ambulante de discos) forman parte de ese retrato. Y es entonces sí un retrato pero al mismo tiempo es una obra que piensa en la memoria y en el recuerdo que dejamos, explora cómo es que la existencia de uno (en este caso, un uno que es una pieza clave de la cultura argentina) adquiere sentido y se proyecta en relación con la existencia de otros. Marcos López escoge a Ramón Ayala, pero también al vendedor de discos. En la película Ayala mismo habla de la canción como memoria, al referirse a la suya sobre los olvidados mensús.
Un amigo documentalista me dijo que la película de Marcos López sobre Ramón Ayala no le había gustado. ¿Porque es de fotógrafo con mucho plano fijo?, le pregunté. Ni siquiera, contestó. Su razón era que el personaje de Ayala "se le escapaba". Me quedé pensando en eso, y en la película que a mí me había gustado mucho; recién acababa de verla cuando escuché su opinión. Y como no sólo somos recordados en relación con otros sino que también nos construimos confrontando opiniones con otros estuve dándole vueltas al asunto. Pero no. Ramón Ayala no "se le escapa". Tras la idea de la huella, Marcos López muestra rasgos muy particulares y precisos sobre el artista. Lo sigue hasta las entrañas de los condados del folklore argentino, al serrano festival de Cosquín en Córdoba. Lo ubica en esa Misiones que en cada toma nos recuerda a rojo y a verde, y a río, a Horacio Quiroga y a Alfredo Varela. Incluso se citan fragmentos de la hermosa Las aguas bajan turbias de Hugo del Carril, basada en El río oscuro de Varela. Una película mito que también ha quedado marcada a fuego en la memoria de generaciones. Porque también somos los espacios que habitamos y en el caso de Ayala, no sólo los que habita sino y sobre todo los que recrea de tal manera que logra transportar a quien lo escucha hasta el medio de la selva. Así el documental Ramón Ayala, acaso un gran documental de autor, no sólo capta la foto precisa del poeta. También establece conexiones entre memoria, cultura popular e imaginario, haciendo que el debut de Marcos López como cineasta sea por demás interesante.
"Ramón Ayala, el Mensú, entre la Selva y el Río" de Marcos López. Documental, 63'. Formatos de Rodaje: HD, HDV. Funciones: viernes de mayo y junio a las 20 horas. Malba Cine, Malba, Av. Figuero Alcorta 3415. Entrada: $18, $35. Estreno en Espacio Incaa KM O Gaumont, 12 de junio de 2014.
La ópera prima de Marcos López es un retrato de Ramón Ayala, pero también es otra cosa. Es un retrato que, en principio, no se distancia de los retratos fotográficos de su realizador: planos fijos, lindos encuadres, color y luz, escenificaciones o "puestas en escena". Y los personajes, empezando por el propio Ramón Ayala, inconmensurable en toda su sabiduría y su magnificencia. Liliana Herrero, una de las entrevistadas en la película, junto con Juan Falú o el Tata Cedrón, por nombrar algunos, dice que Ramón Ayala cuando habla, recita, o canta, tiene en la voz, o en el acto, el gesto de quien crea el mundo, o un mundo, el don de originar, digamos. Y ese detalle que recoge Marcos López de Ayala asume el rol del instante preciso para la foto perfecta, al tiempo que ofrece una pista muy significativa a la hora de ir construyendo a Ayala. Igualmente el testimonio de otros personajes, cuyas existencias están relacionadas con Ayala, a partir de la influencia que su obra tuvo en ellos (por ejemplo el publicitario Víctor Kesselman o el vendedor ambulante de discos) forman parte de ese retrato. Y es entonces sí un retrato pero al mismo tiempo es una obra que piensa en la memoria y en el recuerdo que dejamos, explora cómo es que la existencia de uno (en este caso, un uno que es una pieza clave de la cultura argentina) adquiere sentido y se proyecta en relación con la existencia de otros. Marcos López escoge a Ramón Ayala, pero también al vendedor de discos. En la película Ayala mismo habla de la canción como memoria, al referirse a la suya sobre los olvidados mensús.
Un amigo documentalista me dijo que la película de Marcos López sobre Ramón Ayala no le había gustado. ¿Porque es de fotógrafo con mucho plano fijo?, le pregunté. Ni siquiera, contestó. Su razón era que el personaje de Ayala "se le escapaba". Me quedé pensando en eso, y en la película que a mí me había gustado mucho; recién acababa de verla cuando escuché su opinión. Y como no sólo somos recordados en relación con otros sino que también nos construimos confrontando opiniones con otros estuve dándole vueltas al asunto. Pero no. Ramón Ayala no "se le escapa". Tras la idea de la huella, Marcos López muestra rasgos muy particulares y precisos sobre el artista. Lo sigue hasta las entrañas de los condados del folklore argentino, al serrano festival de Cosquín en Córdoba. Lo ubica en esa Misiones que en cada toma nos recuerda a rojo y a verde, y a río, a Horacio Quiroga y a Alfredo Varela. Incluso se citan fragmentos de la hermosa Las aguas bajan turbias de Hugo del Carril, basada en El río oscuro de Varela. Una película mito que también ha quedado marcada a fuego en la memoria de generaciones. Porque también somos los espacios que habitamos y en el caso de Ayala, no sólo los que habita sino y sobre todo los que recrea de tal manera que logra transportar a quien lo escucha hasta el medio de la selva. Así el documental Ramón Ayala, acaso un gran documental de autor, no sólo capta la foto precisa del poeta. También establece conexiones entre memoria, cultura popular e imaginario, haciendo que el debut de Marcos López como cineasta sea por demás interesante.
"Ramón Ayala, el Mensú, entre la Selva y el Río" de Marcos López. Documental, 63'. Formatos de Rodaje: HD, HDV. Funciones: viernes de mayo y junio a las 20 horas. Malba Cine, Malba, Av. Figuero Alcorta 3415. Entrada: $18, $35. Estreno en Espacio Incaa KM O Gaumont, 12 de junio de 2014.
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