Por Alba Ermida
Invisibles como nos son a los oyentes, paradójicamente por no ser ruidosos, los sordos, se llevan el tema y el título, aunque no el protagonismo, en esta película de divulgación porque Escuela de sordos es una descripción de la profesión de Alejandra Agüero o más bien un retrato de ella en su profesión y de cómo esta irriga casi todos los aspectos de su vida. Fundadora de una escuela de sordos en una ciudad de provincia, se dedica en cuerpo y alma a integrar a los sordos en el mundo sonoro. Y eso es lo que muestra el documental. Alejandra enseñándole a distintas personas no sólo el lengua de señas: también a leer y a escribir, a mandar mensajes de texto; en definitiva, a formar parte del mundo que los rodea.
La ausencia de conflictos que al menos dejen entrever una brizna de narración ralentizan la película y la convierten en una sucesión de ventanas o agujeros por los que espiar la cotidianidad de la protagonista. Dos secuencias son destacables. En una, la cena en casa de Alejandra es la excusa para presenciar la conversación entre ella y su amigo Juan, lo que supone un cambio en el devenir narrativo de este documental. Primero, el cambio en relación al sonido. Durante las escenas previas en la escuela, la profesora habla tanto con voz como en lengua de señas con sus alumnos. Sin embargo, en esta escena el acercamiento a la realidad física perceptiva de los sordos es mayor, pues Alejandra se limita a las señas. El silencio es tan llamativo que hay que prestar atención a los sonidos ambiente para saber realmente si se eliminó la pista de audio. Por otra parte, la información que se transmite a lo largo de la conversación resulta un motor de empatía que mueve al interés sobre el tema, pues no es una simple conferencia a dos voces -o cuatro manos, para ser más exactos- sobre la problemática de la lengua de signos, las escuelas o las personas con un implante.
La otra escena hermosa, donde se aprecia el estilo de este documental multipremiado, es el plano fijo en el campo, al lado del lago. Resulta desconcertante durante los primeros segundos de la escena que no haya subtítulos de lo que hablan los sordos que aparecen. Sin embargo, cuando uno se pregunta “por qué” empieza a oír los pájaros, el murmullo de las hojas de los árboles, y la asociación es directa. Su mundo es absolutamente silencioso, silencio abrumador, no pueden disfrutar de oír sonidos tan hermosos como los de la naturaleza; y nosotros, oyentes, desaprovechamos la percepción del mundo auditivo por culpa de nuestro estruendo, de lo ruidosos que somos al comunicarnos.
"Escuela de sordos" de Ada Frontini (Argentina, 2013, 72'). Domingos de agosto en MALBA, Figueroa Alcorta 3415. Entrada: $40, $20. Desde el jueves 14/8 en el Espacio INCAA KM 0 – Gaumont, Av. Rivadavia 1635.