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11 de febrero de 2014

CINE | "Deshora" de Bárbara Sarasola-Day | Un triángulo potencial



Por Luis Ángel Gonzo

El aislamiento geográfico y afectivo, el desgaste emocional, el deber ser instituido, la costumbre y sus candados forzados, su intimidad parecida a la ausencia, el instinto animal, guerrero, territorial que anida en cada rol social, la tensión de cuerpos y la fuerza de imaginarios que llevan al límite el perímetro de lo admisible, la progresiva rajadura de las cristalizaciones, sus efectos revitalizantes y sus correcciones destructivas, todos estos son tópicos desarrollados por Deshora, primer largometraje de la directora salteña Barbara Sarasola- Day,  protagonizada por Luis Ziembrowski, María Ucedo y Alejandro Buitrago. 

La historia transcurre en la provincia de Salta. Ziembrowski y Ucedo interpretan a Ernesto y Helena: una pareja casada desde hace un tiempo inmemorial, que atraviesa eso que suele llamarse “crisis matrimonial”: una turbia atmósfera de inercia y de falta, de comunión de soledades, impaciencias, resignaciones; omisión y aferro, signados por la imposibilidad de reproducirse, de tener descendencia. Son, además, patrones de la plantación de tabaco en la que viven: tienen terreno, lugar, recursos. Allí llega Joaquín, el personaje de Buitrago: un joven primo de Helena que sale de algún centro de rehabilitación y es enviado allí por su madre. Enigmático, ambiguo, seductor, parco en palabras y profuso en imágenes, gestos y sentidos. Llegado a la casa, se convierte poco a poco en un elemento desestabilizador de ese ecosistema doméstico ya fuera de eje, con cierto delay temporal entre los personajes (cuando uno llega a un deseo, el otro ya se ha ido), que va empujando los límites de lo que se puede y lo que no, confundiéndolos como se confunden la noche y la madrugada (la límpida oscuridad) a las que alude el título.

A través de un notable sigilo en el manejo de la cámara y la construcción de planos (que oscilan entre la inquietante cerrazón de los primeros planos y cierto estar ahí de testigo); a través de tiempos densos, de espacios minuciosos, de diálogos concisos e imágenes sugerentes, de simbologías barrocas y exploraciones nocturnas, la narración va enhebrando entre los tres personajes esa expectativa tersa que se denomina “triángulo”; aunque en este caso el triángulo sea sobre todo potencial, virtual, y los puntos que se acerquen para demarcarlo sean menos esa figura que una constelación solitaria en sí misma que tan pronto se arrima se enceguece: los personajes son más bien como planetas con órbitas cruzadas, con climas que se van asemejando, hasta que el choque se produce y el espacio en común se desintegra, con ellos incluso. 

En ese proceso, cada elemento del mundo conocido se pone en cuestión: el rol del hombre en la sociedad patriarcal, encarnado por Ernesto, con sus costumbres-extensiones-fálicas (la caza, la riña de gallos, los rifles, los cigarrillos) y sus funciones simultáneas (reproducirse, que no puede; matar para sobrevivir, para afirmarse en la tierra, dominar el entorno); el rol de la mujer como sujeto, su capacidad de desear y su posibilidad de sentir placer; la complicidad y la confianza elíptica entre los hombres-machos-alfa-del-tabú; la disociación funcional, en suma, de las relaciones de poder, moral y violencia entre los vivientes. Mutación gradual, la de los personajes y la trama, cuyo rasgo más notable es la ambigüedad, que juega con las expectativas y los signos, primero entre Joaquín y Helena y luego entre Joaquín y Ernesto, y finalmente nos sorprende con una vuelta de tuerca inesperada. 

“Deshora” (Argentina, Colombia y Noruega, 2013) 102’. En Cine Cosmos, Av. Corrientes 2046, y Gaumont, Av. Rivadavia 1635, Buenos Aires. Estreno: 6 de febrero.  Entrada: $15.