Por Ricardo Cabral
Fotos: Inzendies
De tanto recicle con savoir fair ‘90 metropolitano y desafortunado
(desafortunado cuando sabe a lo mismo sin siquiera sorber la virtud de la
experiencia), la reunión de Cibo
Matto tal vez no obtuvo la resonancia o la difusión que se le
atribuye a los hitos que dejaron alguna seña en la banda de sonido de nuestras
vidas. Al menos de este lado del mundo, donde puede funcionar el regreso de
grupos de los que apenas recordamos alguna canción, como la expectativa que
provocó Soundgarden tocando en un horario
central del Lollapalooza. Una expectativa anacrónica e
innecesaria.
Justo el barba Chris Cornell y los suyos vienen al caso,
porque el primer EP que lanzó en 1995 Cibo Matto contenía una versión de Black hole sun. Un dúo pastiche de niponas
en la gran city se adelantaba al mismo king de la fusión Beck Hansen, para generar una
mezcla sabrosa e indestructible. La reversión del tema de los referentes de
segunda línea del grunge linkeaba con ecos indestructibles y basta con señalar
uno: la voz de Miho Hatori en susurros de sumo erotismo alla Jane Birkin junto
a Serge Gainsbourg.
Se sabe que Yuka Honda llegó a Nueva York a finales
de los ‘80 y tocó en Brooklyn Funk Essentials y que Hatori
siguió el mismo camino unos años después cuando integró el grupo de rap
Kimidori y un club de DJs. En 1994 compartieron banda en Leitoh Lychee, punk
rock con inspiración próxima a Boredoms. Una vez disuelto el grupo,
conformaron Cibo Matto y editaron un extended de cinco tracks, anticipando Viva! La Woman, un largo a tono con la
globalidad cultural y la globalifobia misma, con condimentos de todo el mundo
sin sonar kistch.
En la apertura en Buenos Aires, después del toque de Marina Fages junto
al frecuente visitante del Japón Fernando Kabusacki, la pista contaba con
puñados dispersos, representantes de diferentes generaciones -un arco entre los
30 y 55-, nipones porteños, fans y algunos veteranos de la prensa musical. Le pain perdu fue el canto de largada
con las dos solitas en escena, en la misma disposición que en el Yoko
Ono’s Meltdown Festival de Londres en 2013. Luego se sumaría Devin Hoff para
darle al contrabajo y pasarse al bajo y dar pie a un cuarteto de oro: la
conexión entre ellos expedía vitalidad.
Easy listening, funk, breakbeat, bossa y hip hop con bajos instintos
voladores, guiados por una voz prodigiosa y versátil, que en vivo demuestra que
nada tiene que envidiarle a las grandes divas de los últimos 30 años en el
tapete. Y vamos, cuando Hatori comienza mover los brazos de arriba hacia abajo
y viceversa en señal de arenga, es una de las chicas con más onda y carisma del
universo. Con su primer disco tuvieron un hitazo, Know
your chicken, que todos aguardaron con esperanza hacia el final.
Pero bien, las muchachas están hoy en otra parte. Ese tema cierra a todo rap de
Chicago, y no hallamos el dato, pero es probable que quien acompañara a Miho
era Doseone, integrante de cLOUDDEAD.
En los ‘90 los vivos de Cibo Matto eran álgidos, con piezas extendidas al
máximo, máquinas y distorsión, elegancia y grito rapaz. Esta vez ambientaron el
cierre para dejarnos con ganas de bailar por un par de horas más, pero sin la
gracia experimental de esas sesiones de intensidad desbordante. Yuka Honda se
quedó como es su costumbre una línea atrás. Siempre exhibiendo tremendo
prodigio con la instrumentación digital, coreando para realzar las impresiones
de Miho Hatori y saliéndose apenas de su perímetro para acompañar una versión
de MFN bien arriba.
Los versos sorteados con gracia en cualquiera de sus piezas podrían pecar
de boludos: la globalidad también daba para la gilada y en su repertorio se
mezclaba una pretensión de surrealismo y otro tanto de la gastronomía propia de
las grandes capitales. Basta con observar
los títulos del tracklist que sonó en Vorterix, y la licencia preciosista de Sugar water: “I'm riding on a camel that has big eyes / The
buildings are changing into coconut trees / Little by little / When a black cat
crosses my path // A woman in the moon is singing to the earth…”.
Pero olvidamos parte de la historia que le sigue a Viva! La Woman. Se
dijo mucha cosa innecesaria en relación al desafío del segundo disco y cerrando
los ‘90, les salió el juguetón Stereo
Type A. Juguetón y del que sólo escuchamos en vivo Sci
Fi wasabi, tal vez de lo mejor que dieron los estertores de la
generación alternativa. No apreciamos invitados como en el Meltdown: Yoko Ono
-alguien corrió la voz de que estaba de visita en Buenos Aires- y Sean Lennon,
otrora bajista de Cibo Matto, ex de Yuka, quien le produjo el maravilloso álbum Into
the sun.
Y salieron tres de su último disco de estudio en años, Hotel Valentine. Sonaron Check in, Déja
vu y MFN, potenciadas en el show por Yuko Araki en la batería. La ex compañera
de Cornelius es
una chica diminuta que se exalta y lanza marcas guturales y mantiene una rítmica
que jamás pierde pista. Tuvimos un plus fantástico: el clásico Águas
de Marco -además de cantar en inglés, japonés, francés e
italiano, tenían que entrarle al portugués- y Birthday
cake, sacado, siempre pulsando hacia adelante. Y ahí se fue Cibo
Matto, sorteando lenguas en nuestra Babel, buscando el don de lenguas, el slang
de la metrópoli, la plural identidad de los días por venir.
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