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6 de julio de 2015

VINTAGE * | TEATRO | "Paraná Porá" de Maruja Bustamante

Dos para criar al gurí

por Cecilia Perna

No es difícil de imaginar, la plena catástrofe: la expansión del hielo, la extensión del frío, la desaparición de todo lo viviente. Pero un poquito antes, sobre el filo de la disolución absoluta, dos mujeres, un barco y un cuchillo se abren paso a la deriva, para intentar salvar el último brotecito, de la desolación completa.

Lo adorable es, en este caso, que nada de esto sucede en New York, que no está proyectado en pantalla gigante, ni ningún Roland Emmerich lo dirige. Lo adorable es (fue) haber transitado esta historia entre la dulce voz real de las actrices y el sonido a corriente suave de un arpa, en una sala repletísima de gente el día que la directora y escritora de la obra, Maruja Bustamante, cumplía años.

Lo bello, lo suave, lo más porá de todo era sentirse instalada en una especie de intimidad cotidiana que, sin embargo, sostenía los cuerpos en ese estado de excepción que consigue generar, cada vez, el teatro. Era ver esa catástrofe de importación en prototipos, transformada a unos tonos bien imaginables litoraleños, a unas mujeres maestras o almaceneras, a unos olores y sabores y palabras y rutinas que todos podemos reconocer como propios.

Pero como propios y no. Porque la gracias del desarme, estaba también en repreguntarse por eso que es lo propio. Ya no rascacielos newyorkinos pero tampoco nieblas tristes del Riachuelo, sino el espejo ancho del Paraná, como lugar en blanco (blanco como un ‘blank’, me gustaría decir) donde volver a construir, con humor y con dulzura, con cuidado casi de madre, un mundo al borde de la muerte.

Una gringa redonda y asustada, una polaca salvaje y curtida por afuera. Una vaca lumínica, mutante de pez o perro de agua y un río porá porá que se desliza suave en la musiquita del arpa, hacia un destino antiguo de ombligo, Córdoba, piedras duras y altas a las que abrazarse como a un mojón de vida para encontrarse con el resto de la gente. Un brote de amor que salvar flotando en el cuerpo y la sonrisa del Santo, que todo lo sobrevuela, tramando y haciendo trampas como el gato de Cheshire. Paraná Porá. Muy pero muy Porá. Porque, como dijo Bretón al final de su Nadja: la belleza se da toda de golpe, o no se da.

*  Esta sección rescata el material que fue publicado en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red. Esta reseña salió publicada en oportunidad del estreno de la obra que entonces era protagonizada por Valeria Lois (su rol hoy está a cargo de Iride Mockert) y Monina Bonelli. 

"Paraná Porá" de Maruja Bustamante. Con Monina Bonelli, Iride Mockert. Música: Sonia Alvarez. Escenografía: a77. Objetos: Carolina Villacorta. Maquillaje: Srta Bimbo Godoy. Diseño de vestuario: Candelaria Aaset. Diseño de luces: Javier Casielles. Asistencia artística: Gael Policano Rossi. Asistencia general: Nicolás Capeluto. Producción: Monina Bonelli, Nicolás Capeluto. Puesta en escena: Maruja Bustamante. Dirección de actores: Maria Urtubey. Martes 21 hs. El extranjero, Valentín Gómez 3378. Entradas: $120. Hasta el 29 de julio de 2015.

25 de enero de 2015

VINTAGE* | DISCOS | "Funeral" de Arcade Fire (2004)


Por Eugenia Guevara

Époustouflant / e. Esa extraña palabra fue la que me pareció escuchar que dijo el locutor excitado, al final de la presentación del grupo Arcade Fire en una radio de París (grabado en lo que se encuentra por allí bajo el nombre de Black Sessions). Busqué en el diccionario, no muy confiada de encontrar semejante palabra. Y ahí estaba, con su femenino y su masculino y su significado, casi obvio: asombroso, sorprendente.

Y precisamente esta palabra, adjetivo más bien, es la que mejor le combina a esta súper banda americano- canadiense, que se apareció a mis oídos en un momento de escepticismo con respecto al rock: no creía que tuviera alguna posibilidad de sana y fértil continuidad. Y es también esa palabra, la que sirve para definir la historia de la banda, y sobre todo, la de Funeral.

En junio de 2003, la abuela de Régine murió. En agosto, Win y Régine se casaron; en septiembre, Arcade Fire empezó a grabar éste, su álbum debut. En marzo de 2004, el abuelo de Win y Will murió; la tía de Richard Parry pasó a la eternidad en abril. En mayo, Arcade Fire estaba terminando el disco y firmando con Merge Records. Las muertes cercanas les recordaron a toda la gente querida que había muerto y decidieron llamar a este disco así.

Funeral tiene un optimismo contagioso, espeluznante, enérgico y energético. Las canciones ruedan, saltan y se detienen en remansos. Es un disco tan perfecto, que llena el espíritu, el ser o lo que sea, con emoción intensa construida de sonidos, voces femeninas y masculinas, acordeones, violines, flautas e instrumentos tradicionales del rock.

A veces, se me hace inevitable encontrarles familiaridad con Talking Heads. Me pasa con algunas canciones - como Neighborhood (Laika), Neighborhood (Power Out) y Rebellion (lies)- y a veces con la voz de Win, o más que su voz su manera de gritar armónicamente las letras. Pero hay otras canciones, que se distancian de todo lo escuchado y sólo son hijas auténticas de la familia Arcade Fire: la dulce Une Anée sans lumière,  la triste Crown of Love y la poderosa Wake Up.

Époustouflant / e. 

* Esta sección rescata el material que fue publicado en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red. 

28 de noviembre de 2014

VINTAGE * | DISCOS | "Broadway the hard way" (1988) de Frank Zappa


Ópera inochentosa


Por Mauricio Bertuzzi

Rockera, psicodélica, satírica, clásica, moderna, contemporánea, la obra de Frank Zappa es casi inabordable. Tan venerada y citada que un gato doméstico, dos asteroides y hasta un gen del microbio Proteus mirabilis llevan su nombre. Steve Vai, George Duke, Jean Luc Ponty, Adrián Belew, Alice Cooper, entre otros, tocaron con él y dan cuenta de su genio irascible. Aunque no cualquier disco es bueno para iniciarse en tan fascinante pero complicada escucha. Yo recomiendo Broadway the hard way, una ópera grabada en vivo en el año 1988 que sólo es ochentosa por el diseño gráfico de su portada (en tapa Frank Zappa aparece vestido con una remera rosa y un saco muy new-age).

Como excelente disco de rock y como todo disco de Zappa, el disco está plagado de referencias musicales, políticas, religiosas y es una parodia hilarante a todo el show business (desde Elvis Presley a Ronald Reagan, pasando por los predicadores televisivos). Aclaración: lo que se dice sobre Reagan fue escrito para Richard Nixon y bien puede leerse para George W. Bush.

Broadway the hard way tiene nueve canciones donde se destaca la calidad compositiva y el virtuosismo de los músicos que lo acompañan. En disco compacto apareció un año después y agrega ocho bonus track, entre ellos, una versión exquisita de Murders by numbers cantada por Sting. 

* Esta sección rescata el material que fue publicado en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red. 

5 de noviembre de 2014

VINTAGE * | LIBROS | "Donde está mi patria" (2009) de Pier Paolo Pasolini


Una lengua entre dos

Por Cecilia Perna

Allá lejos, en la época previa a todo neoliberalismo, a dos aguas entre la ingenuidad voluntariosa y la soberbia pequeño burguesa, los viejos intelectuales de izquierda multiplicaban sus esfuerzos retóricos para lograr “dar voz” a los desposeídos. Darles voz significaba conectarlos con los lugares centrales del poder, comunicando sus necesidades y sus desgracias, dándoles, a su mundo y su experiencia, una forma visible, en esos espacios donde el sistema los borraba, para instalar sólo la imagen autorefractante de la identificación burguesa. Darles una voz era hacerlos visibles representándolos, cuando “representación” tiene el sentido más externo de dar una forma legible a algo -o sea, dar la forma tolerable, digerible y hasta sublimada por la tradición, las costumbres y la moral central-, así como el sentido más mediado de “ponerse en el lugar de” otro.

En el intento de concretar esta idea de “dar una voz”, los caminos fueron muchos, variados y tan llenos de accidentes, como de aciertos. Pero el escollo más grande fue, quizá, que los marginados, los fuera del poder: los pobres, eran imaginados, en el campo intelectual, como mudos adentro de sus cuerpos. Mudos, digo, literalmente “sin voz”, sin lenguaje.

Pasolini fue quien pudo hacer una propuesta que esquivara este corte tajante entre palabra intelectual -siempre burguesa- y cuerpo mudo -siempre pobre-, en tanto que entendió a la perfección la íntima relación entre las fuerzas de los cuerpos y el lenguaje, y en tanto que, a pesar de su incursión en el realismo social -tanto en la novela como en su primer trabajo fílmico-, nunca dejó de confiar en el poder transformador de la poesía, incluso en su forma más lírica, más críptica, como la de su primer libro de poemas.

Para Pasolini, la cuestión central no fue “dar una voz” a los cuerpos marginados para ubicarlos en un lugar visible, sino más bien, junto con la visibilidad del cuerpo, hacer audible la lengua pequeña, propia y adherida a esos cuerpos, esas lenguas marginales que se perdían ya en la Italia de posguerra, frente al oficialismo totalitario del idioma nacional, esas lenguas pequeñas que eran los dialectos, para él, su dialecto, la lengua de su madre, el friulano.

Donde está mi patria, poemario de 1949, está, al igual que el primero, Poesía de Casarsa, escrito en friulano (o en “friulanos”, si consideramos las múltiples variantes de un dialecto) y cruzado con la gran tradición de la lírica italiana, del toscano oficial, de la lengua del Estado. También es en sí mismo un trabajo de traducción ya que, al igual que Poesía de Casarsa, el mismo Pasolini se encargó de reescribirlo en italiano.

Esta edición bilingüe italiano-español es un trabajo sutil, sensible y cuidado de traducción y edición, que estuvo a cargo de Vanna Andreini, poeta, traductora e investigadora especializada en la obra de Pasolini. El prólogo a su cargo nos explica, breve pero claramente, la complejidad y singularidad de esta obrita y todo lo que en ella se pone en juego a la hora de introducir, en este simbiótico sistema a dos lenguas: friulano-italiano, una lengua tercera como es el español. Compleja tarea de amor y autoridad que el trabajo de traducción siempre propone. 

* Esta sección rescata el material que fue publicado en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red.

14 de octubre de 2014

VINTAGE * | CINE | "La Terraza" (1963) de Leopoldo Torre Nilsson

Bronceados, aburridos


Por Eugenia Guevara

Unos jóvenes de alta sociedad que viven en un edificio de Recoleta, en cuya terraza hay una pileta de natación, deciden tomar ese espacio porque están aburridos y no saben qué hacer, además de lo que suelen hacer (jugar, hacer bromas pesadas, beber, seducir, fumar, andar en auto, maltratar). 

Llegan a la terraza para tener una fiesta: unos son estudiantes de Derecho, y ahí arriba se encuentran con dos chicas más, tomando sol y calentando su apatía. Beben, bailan, tocan instrumentos, se acarician, se besan, se engañan, juegan, se tiran a la pileta. La nada en versión porteña aristocrática. Como molestan a un vecino que cae con su máquina de escribir y se sienta, inoportuno, en medio del festejo, sus padres, parientes, adultos, quieren coartarles la diversión. Y es ahí cuando los jóvenes amenazan: "si nos sacan, nos tiramos". La comitiva de padres retrocede y decide dejarlos, en definitiva, ya saben que la abulia tratada con fiesta tiene fecha de vencimiento. Pero los muchachos siguen de parranda. Se hace de noche y se turnan parados al filo del abismo, para tirarse en caso de que los vengan a buscar. Pero como sus vidas valen, son respetados.

Mientras tanto está Belita, la nieta del portero, y su amigo de la calle, que trabaja para un teatro de revista. Belita es la sirvienta tácita de todo el edificio y su amiguito que, por casualidad se queda dormido en la terraza, se convertirá en el payaso que los grandulones necesitan para llenar de risas algunos momentos de su estadía allí arriba. Pero nada es suficiente. Cerca del final, un cura les habla con un megáfono desde un helicóptero para que desistan de su acto rebelde. La comitiva trajeada de padres llega hasta la terraza otra vez. Los chicos ya están cansados y ¡aburridos! de la terraza y están por darse por vencidos, pero ahí salta el hermoso Leonardo Favio, y amenaza otra vez, ya no con tirarse él, sino con tirar a Belita, que por metida y curiosa está entre ellos. Esta vez, a nadie le importa, y uno de los padres avanza. Y Favio la tira. Sí, la tira. Si quieren saber más: hay que ver La terraza. Y no sólo por eso.

También porque es emocionante verlos tan hermosos: a Graciela Borges, a Dora Baret, a Favio, a Enrique Liporace, a Marcela López Rey, a Héctor Pellegrini y porque la película es buenísima, una muestra cabal de la producción de Leopoldo Torre Nilsson, un gran autor y figura clave, fundamental, en el surgimiento del cine moderno argentino. 

* Esta sección rescata el material que fue publicado en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red. 

21 de agosto de 2014

VINTAGE * | LIBROS | "Una vida divina" (2007) de Philippe Sollers

El anticristo francés


Por Sylvia Nadalin

Vanguardista, animal mediático insumergible, hiena dactilográfica, perverso polimorfo; cada quien con sus elogios. Nos encontramos hace un tiempo, en una extensa reseña de Radar, a la que me sometí (porque no me gusta leer las lecturas de otros) cuando entre líneas el nombre de Nietzsche se repetía indebidamente. El periodista escribía sobre literatura, por qué entonces se metía con mi torturado filósofo enloquecido. La respuesta era obvia, Philippe Sollers, como Nietzsche, tenía la irreverencia y la soberbia de deglutirlo en una de sus novelas. No sé si la mejor, al menos, la última gran prosa que me dejó exhausta.

Carezco del interés y el tiempo para biografiarlo. Es francés y marxista, como corresponde. Su escritura fragmentaria y sinuosa se construye en un tono crítico que oscila entre la perversión y el cinismo. El personaje, en una primera persona intolerablemente narcisista, retrata el individualismo intelectual europeo llamado a desnudar/denunciar la miseria consumista del hombre cuasi-descerebrado del voraz capitalismo occidental.

Moralmente antiburgués, el protagonista – un profesor de filosofía – construye el relato entre sus dos amantes: la rubia-tarada-aburrida y la morocha pensante. El cuerpo y la mente para el lineal relato machista. Nada nuevo. O demasiado viejo. Por momentos, asfixia la estupidez misógina.

El resto, Nietzsche. Que se aproxima al relato hasta mimetizarse con el protagonista en una construcción literaria densa, compleja, donde las voces se cortan, se fusionan, desorientan… aturden. Y eso es lo sublime. Sollers o Nietzsche. Sollers y Nietzsche. No importa. Una vida divina es una metáfora irónica que describe, en un relato formidable y por momentos, ilegible, las incomprensiones, angustias y alienaciones de un mundo deshumanizado y vacío, al que Nietzsche retorna eternamente para hostigar, enfurecer ídolos y matar dioses. 

* Esta sección rescata el material que fue publicado en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red

20 de febrero de 2014

VINTAGE *| DISCOS | "Almendra" (1969) de Almendra | Lejos de mentiras espaciales

Por Christian Alliana

En 1969, una de las farsas televisadas más grandes de la historia mundial, quedaba inmortalizada en la frase “un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad”. Lejos del Imperio y de la lucha espacial, un grupo de amigos del barrio de Belgrano plasmaban en vinilo sus sueños y de esa manera contribuían a un verdadero gran paso en la historia universal. Almendra, integrado por Luis Alberto Spinetta, Edelmiro Molinari, Rodolfo García y Emilio del Guercio, editaba su primer LP, compuesto por nueve canciones y llamado igual que el grupo. La historia del rock argentino comenzaba a dar sus primeros pasos y, si bien ya había algunos antecedentes de temas cantados en castellano, Almendra junto a Los Gatos terminaron de mostrar que el camino era posible.

El álbum Almendra vio la luz el 20 de noviembre de 1969 y ya desde su portada se paraba frente al mundo de una manera particular. La tapa, dibujada por Spinetta, mostraba a un hombre triste, con una lágrima rodando por su mejilla, y una sopapa adherida a su cabeza envuelta por un pañuelo. Ese extraño y, a la vez, magnético dibujo fue lo primero que me atrajo de la banda. Si bien ya conocía la importancia de su música en la historia, nunca había escuchado más que la famosísima Muchacha (ojos de papel) pero mi espíritu adolescente estaba en busca de cosas revolucionarias y no de temas de amor blanditos.

Allá por 1997, en la batea de Musimundo, vi nuevamente al enigmático hombre de la tapa. Eran épocas en que los cds rara vez costaban más de veinte pesos aunque para mi nivel de vida de entonces, eso era muy caro. Lo cierto es que el disco de Almendra se vendía a sólo diez pesos y creo que eso fue lo que determinó mi compra aún sin haber escuchado jamás el álbum entero. Por el contrario, sólo conociendo Muchacha..., la decisión era arriesgada, ya que podía llegar a arrepentirme de gastar mi poco dinero en algo así.

La edición que compré y que todavía conservo, no sólo tenía ese primer LP sino que venía con varios bonus tracks. Así que lo primero que sonó en mi equipo no fue, casualmente, Muchacha... como en el disco original sino que Tema de Pototo era el que abría esta curiosa edición. Leyendo las letras comencé a sentirme identificado con el grupo y cuando desde el equipo de música sonó Color humano, entendí que esos diez pesos que había gastado, ya estaban justificados. “Somos seres humanos, sin saber lo que es hoy, ser humano” cantaba Spinetta mientras la guitarra de Edelmiro Molinari, compositor del tema, daba zarpazos y entre todos viajaban en una intensa zapada que me llegaba al pecho.

Figuración al principio me parecía un poco densa debido a la repetitiva flauta tocada por el bajista Emilio del Guercio aunque el coro comandado por un jovencísimo Pappo algo me estaba queriendo decir: “si vas a perder tu amor, alguien te ha dicho ya, aunque no eres real vas a perder tu amor”. Ana no duerme era la más rockera del disco, tenía fuerza y demostraba que los Almendra no eran ningunos blanditos como yo creí en un principio. Inmediatamente llegaban las dulces Fermín y Plegaria para un niño dormido y me hacían más sensible de lo que ya era.

La batería de Rodolfo García daba comienzo a A estos hombres tristes mientras el bajo de Emilio nos iba adentrando en el tema de manera hipnótica y nos indicaba el camino para salir por un rato de la tristeza de la ciudad. Que el viento borró tus manos mostraba el costado jazzero de los muchachos de Belgrano con un preciso swing mientras que la orquestada Laura va se convertía en la hermana menor de She´s leaving home de los Beatles y cerraba el álbum.

Hace cuarenta años, cuatro pibes que rondaban apenas los veinte dejaron su huella imborrable en la música argentina gracias a su disco debut. Mientras el mundo hoy sigue recordando mentiras espaciales, Almendra demostró hace cuatro décadas que a veces no hace faltar viajar muy lejos para soñar alto, sólo basta con juntarse y hacer buena música, de esa que llega al corazón.

* Esta sección rescata el material que fue publicado en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red. 

20 de enero de 2014

VINTAGE* | LIBROS | "El segundo sexo" de Simone de Beauvoir

La mujer que inventó el ideal femenino del siglo XX


Por Sylvia Nadalin

Es difícil escribir sobre una mujer que se convirtió en el paradigma femenino desde la segunda posguerra, siendo mujer. Es provocador no otorgarle la estatura literaria ni la fuerza reivindicativa que tuvo este libro en la lucha contra el patrón masculino reinante. Lo sé. Y me amedrenta casi como su gélida escritura inacabable, su intimismo monotemático y su narcisismo biográfico.

Su proclama existencialista y su libertaria relación con Sartre construyeron ese personaje admirado por aquellas que deseaban romper las cadenas machistas. Sin embargo, su libro-símbolo, El segundo sexo, admite varias lecturas. No todas lineales ni inocentes ni feministas.

La más alabada, es el original tratamiento teórico del género. Fue Simone de Beauvoir quien nos hizo sujeto de la historia, describiendo la dominación –sus causas y funcionalidad- y el modo en que nos convertimos en ese OTRO inesencial frente a al UNO esencial-absoluto-masculino. “El hombre se piensa sin la mujer. Ella no se piensa sin el hombre” escribía hace exactamente 60 años. Una frase incendiaria en un mundo partido en dos y una revolución comunista en ciernes.

Nos descubrió una biología propia – ovárica, clitoriana y menstrual- y nos psicoanalizó sin Electra ni complejo de castración ni envidia fálica. Al describir la formación –burguesa y católica- en la que es educada la mujer, desnudó los mecanismos de sometimiento sociales, culturales y físicos que explican su “situación” como algo construido, no dado. “No se nace mujer, se llega a serlo”, será la frase que repetirán las primeras liberadas de los años ’60 en todo el mundo.

La polémica se desata en lo que considero la lectura más engañosa, aquella que recorre el libro y expone, de manera radical, en el último capítulo: su visión de la mujer independiente.

Simone construye a “la mujer” desde el paradigma racional masculino. Su “mujer” es una semejante al hombre siempre que llegue a ser como él: independiente, autosuficiente, proveedora. No hay particularidades rescatables ni nuevas formas de entender la maternidad, la emotividad, o el modo de pensar un nuevo mundo en femenino. Una visión andrógina con la que construirá toda su vida pública y que sus cartas y biografías pos mortem destruirán en pedazos, revelando los celos, la ansiedad y la frustración que durante toda su vida le generó su amor por Sartre, ese UNO absoluto con quien pactó amor eterno y de cuya obsesión nunca pudo escapar. Simone edificó un destino literario y comprometido, y fue la fundadora – sin quererlo ella- de un feminismo por la igualdad de los derechos creados por los hombres.

Medio siglo y una década más tarde, ese paradigma femenino, producto de inmensas conquistas de lugares masculinos, no alcanza para definirse como sujeto “con” otro sujeto. Tal vez, El segundo sexo sólo sea la introducción del libro que aún no se ha escrito. 

* Esta sección rescata el material que fue publicado en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red. 

21 de octubre de 2013

VINTAGE* | CINE | "El Eclipse" (1962) de Michelangelo Antonioni


Lacónica Roma

Por Analía Iglesias

¿Se puede decir algo nuevo de Antonioni a esta altura de la historia? ¿Se puede decir hoy algo que no se haya dicho de El eclipse? Yo me siento incapaz de novedad alguna, pero de algo estoy segura: cada gesto de aquel Michelángelo sesentista, en blanco y negro ventoso, cada mirada de la Vitti, la desesperación de Paco Rabal, incluso el nuevo viejo jopo de Alain Delon volverán a decirlo todo sin palabras a cada nuevo espectador, pase el tiempo que pase.

Vila-Matas admiraba el hecho de que en Viaggio in Italia Rossellini eligiera empezar a contar la historia de una pareja desde cualquier punto de su recorrido. También el aventajado discípulo del gran Roberto recorta por donde le viene en ganas y crea esa atmósfera del más puro arte, con un antes sugerido en las arrugas de la cara y, uno a uno, en cada absurdo movimiento del cuerpo. El vacío está después.

¿Hay amor después del amor? Osado empezar una peli en un amanecer desquiciado de verano, con una pareja todavía vestida de noche, en medio del pesado silencio que sigue a las grandes disputas, sin saber qué hacer con las manos ni con el alma, ni con los pies, sin haber dormido, sin ganas de dormir. Zumba el ventilador. Dicen que Antonioni se recrea en los tiempos muertos. No creo en los tiempos muertos.

Aquí se adivina una tensión lacónica, insoportable. La siente el espectador, la padece con la protagonista que decide dejar a su novio. Y el tipo, impotente, intenta volver atrás, reinventar lo que ya se agotó. Y el ventilador sigue girando. El viento. Hay viento en Roma y en la habitación. Algo se mueve pero no alivia. La angustia es mucho más consistente que la brisa, mucho más tenaz que la hoja que se desprende de un árbol en una calle desierta. Mucho más pesada que el agua que corre. Mucho más opaca que las nubes.

“La miseria da pavura a tutti”, reconoce Piero, el personaje de Alain Delon, un corredor de bolsa que no para de moverse y atender teléfonos. Cuelga y descuelga. “No es necesario conocerse para quererse”, le dice Vittoria (Mónica Vitti), porque tampoco quiere conocerlo demasiado, ni detener su vida atolondrada, ni –suponemos– aventar los malos presagios de cada señal, de una cortina entreabierta, de un teléfono descolgado, de un comedor sin comensales, de una esquina sin viento. Vittoria está alerta. Sus sentimientos están en alerta, mientras Roma descansa, agrietada, incomunicada y sedienta. Luego deambula opaca. Roma deambula opaca. Se mueve con pies cansados, de mañana, de tarde y de noche; con los labios entreabiertos de la Vitti, la desazón de Rabal y el deseo imposible de ser ligera, leve, como Delon.

* Esta sección rescata el material que fue publicado originalmente en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red. 

25 de julio de 2013

VINTAGE | LIBROS | "La muerte de Bunny Munro" (2009) de Nick Cave

 Vaginas y enciclopedias

Por Eugenia Guevara

Nick Cave, también, escribe novelas.

Ante la maravillosa y sobrenatural aparición frente a mí de la novela de Nick Cave, La muerte de Bunny Munro, con el famoso cuadro de Courbet en la tapa, no pensé. 

Después sí. Nick Cave… ¿cómo sería Nick Cave escribiendo “novelas”? Estaba intrigada. Pero mi prejuicio – “si como músico es genial, como escritor tiene que ser malo”- así como mi limitada paciencia lectora de pocos párrafos no iban a impedirme saciar la curiosidad.

No sé cómo, atravesé los dos primeros capítulos del libro. Con desconfianza. Hasta que llegué a lo que anunciaba la contratapa, pero que yo había olvidado mientras leía, y era la muerte de la esposa de Bunny Munro. Más bien, su suicidio. Más bien, el momento en el que Bunny Munro se encuentra frente al hecho consumado. Más bien, el choque de ese ser, incapacitado para vivir, Bunny Munro, con la muerte. Y con su hijo de 9 años, Bunny Junior, que acaba de quedar huérfano de madre.

A partir de ahí, ya no era asunto de paciencia lectora. Lo que pasaba por la cabeza de Bunny Munro era tan enfermo, tan patético, tan deprimente y tan triste; mientras que lo que pasaba por la cabeza de Bunny Junior era tan tierno, tan sensible, tan infantil y tan triste, que no podía soportar leer más de uno o dos de los breves capítulos por vez.

Dejaba al libro. Y pensaba: qué denso era también escribiendo novelas el amado Nick Cave.

Inevitable fue asociarlo con ciertos escritores norteamericanos, desde Henry Miller a Bukowski, o por qué no Borroughs, o cualquiera de los beats. Su Bunny Munro podría ser un personaje de Kerouac, 30 años después, absorbido por lo más barato del sistema capitalista, caliente como el Miller de Sexus pero patético como un ser de Houellebecq sin intelectualidad. Además, está el tema del viaje, habitual en las narrativas de los 60. Pero esta road novel escrita por Nick Cave, cincuenta años después de aquellas, no va a ninguna parte. Está estancada aunque se mueva. Avanza y vuelve. Los personajes no aprenden nada. Bunny Munro y Bunny Junior no tienen dónde ir. Aunque al niño le gustaría volver a la escuela.

Bunny Munro sólo puede pensar en vaginas, buscar vaginas, tocar vaginas. Pero es obvio, está huyendo. Tanto como lo está Bunny Junior leyendo su enciclopedia, memorizando su enciclopedia, cuidando su enciclopedia.

El libro tiene situaciones tremendamente graciosas.

Pero, lo más gracioso es unir los pensamientos de Bunny Munro sobre las vaginas de Avril Lavigne o Kylie Minogue –con quien Nick Cave grabó en Murder Ballads -, con el agradecimiento que Nick Cave les hace a Avril Lavinge y Kylie Minogue al final del libro.

Curiosidad satisfecha: Nick Cave también es genial escribiendo novelas.

22 de mayo de 2013

VINTAGE * | CINE | "Ruleta China" (1976) de Rainer W. Fassbinder


Muñecas rusas

Por Eugenia Guevara


Esta revista se llama como esta película, gracias a esta película perfecta y anárquica.

Se cae en trance al mirarla, como si Fassbinder tuviera el poder de hacer del espectador, una marioneta de la misma calaña que sus personajes. Como si no sólo ellos, rodeados vertiginosamente por una cámara danzante, reflejados en cientos de espejos y cristales o aparecidos entre las luces de las velas que se transforman en diamantes, fueran sus víctimas, con todos los sentidos que tiene esta palabra tratándose de Fassbinder. Nosotros lo somos, y sentimos un goce extraño, risueño, estimulante, mientras la película avanza, artificiosa, luminosa, terrible y oscura.

La fascinación crece con la desnudez progresiva de cada uno de los ocho personajes (o las cuatro parejas: niña lisiada – institutriz muda, sus padres, los amantes de sus padres y el ama de llaves y su hijo anarquista ladrón de prosas), que llega al paroxismo, con el juego de la ruleta china, propuesto por la niña y su resentimiento/rencor todopoderoso.

Hay momentos inolvidables: todos los de la niña, sobre todo cuando está rodeada de su cohorte de muñecas, tan rubias y duras como ella, donde su institutriz parece ser la muñeca mayor o cuando al ritmo de Kraftwerk cambian los roles y la institutriz se transforma en una bailarina con muletas; el vaivén de su madre (la espléndida Margit Carstensen) hacia la amante de su marido (la siempre hermosa Anna Karina); el odio encarnado del ama de llaves (la maravillosa Brigitte Mira) hacia esa niña monstruosa o las insinuaciones romántico-eróticas que niña e institutriz muestran públicamente.

Sí, Fassbinder retrata la frivolidad y la hipocresía de los burgueses, pero lo suyo nunca fue – y menos aquí – una proclama abierta. Su crítica es críptica y es feroz. Su lucidez es como una cachetada, o un disparo invisible, que podemos oír, sentir, trasformar en razón de angustia, sin saber a quién está eliminando en este (o ese) preciso instante.

* Inauguramos una nueva sección que rescata el material que fue publicado originalmente en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red. Por razones obvias hemos decidido comenzar con esta reseña, de paso homenajeamos a R.W.Fassbinder que el 31 de mayo cumpliría 68 años.