Vaginas y enciclopedias
Por Eugenia Guevara
Nick Cave, también, escribe novelas.
Ante la maravillosa y sobrenatural aparición frente a mí de la novela de Nick Cave, La muerte de Bunny Munro, con el famoso cuadro de Courbet en la tapa, no pensé.
Después sí. Nick Cave… ¿cómo sería Nick Cave escribiendo “novelas”? Estaba intrigada. Pero mi prejuicio – “si como músico es genial, como escritor tiene que ser malo”- así como mi limitada paciencia lectora de pocos párrafos no iban a impedirme saciar la curiosidad.
No sé cómo, atravesé los dos primeros capítulos del libro. Con desconfianza. Hasta que llegué a lo que anunciaba la contratapa, pero que yo había olvidado mientras leía, y era la muerte de la esposa de Bunny Munro. Más bien, su suicidio. Más bien, el momento en el que Bunny Munro se encuentra frente al hecho consumado. Más bien, el choque de ese ser, incapacitado para vivir, Bunny Munro, con la muerte. Y con su hijo de 9 años, Bunny Junior, que acaba de quedar huérfano de madre.
A partir de ahí, ya no era asunto de paciencia lectora. Lo que pasaba por la cabeza de Bunny Munro era tan enfermo, tan patético, tan deprimente y tan triste; mientras que lo que pasaba por la cabeza de Bunny Junior era tan tierno, tan sensible, tan infantil y tan triste, que no podía soportar leer más de uno o dos de los breves capítulos por vez.
Dejaba al libro. Y pensaba: qué denso era también escribiendo novelas el amado Nick Cave.
Inevitable fue asociarlo con ciertos escritores norteamericanos, desde Henry Miller a Bukowski, o por qué no Borroughs, o cualquiera de los beats. Su Bunny Munro podría ser un personaje de Kerouac, 30 años después, absorbido por lo más barato del sistema capitalista, caliente como el Miller de Sexus pero patético como un ser de Houellebecq sin intelectualidad. Además, está el tema del viaje, habitual en las narrativas de los 60. Pero esta road novel escrita por Nick Cave, cincuenta años después de aquellas, no va a ninguna parte. Está estancada aunque se mueva. Avanza y vuelve. Los personajes no aprenden nada. Bunny Munro y Bunny Junior no tienen dónde ir. Aunque al niño le gustaría volver a la escuela.
Bunny Munro sólo puede pensar en vaginas, buscar vaginas, tocar vaginas. Pero es obvio, está huyendo. Tanto como lo está Bunny Junior leyendo su enciclopedia, memorizando su enciclopedia, cuidando su enciclopedia.
El libro tiene situaciones tremendamente graciosas.
Pero, lo más gracioso es unir los pensamientos de Bunny Munro sobre las vaginas de Avril Lavigne o Kylie Minogue –con quien Nick Cave grabó en Murder Ballads -, con el agradecimiento que Nick Cave les hace a Avril Lavinge y Kylie Minogue al final del libro.
Curiosidad satisfecha: Nick Cave también es genial escribiendo novelas.
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