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7 de abril de 2015

LIBROS | "Textos reunidos" de Santiago Loza | Toda una voz



Por Gonzalo Marina

Encontrar una voz. Esa es la búsqueda de cualquier lector y escritor frente a toda obra. Con esta idea, a veces elijo un libro en blanco y aguardo la sorpresa. Pero en general, antes, consulto reseñas, guardo comentarios o, como en el caso de Textos reunidos de Santiago Loza, leo otros escritos del autor. Conforme pasaba las hojas del tomo comenzaron a aglutinarse los temas, imágenes y metáforas que tenía dispersos sobre la producción del dramaturgo. Las palabras cobraron identidad, encontré una voz.

Textos reunidos incluye varias piezas de Loza que fueron llevadas a escena en los últimos años: Asco (2010), La vida terrenal (2010), Pudor en animales de invierno (2011), Matar cansa (2011), He nacido para verte sonreír (2010), Todo verde (2012), La mujer puerca (2012), El mal de la montaña (2012), Mau Mau o la tercera parte de la noche (2013), El corazón del mundo y Tu parte maldita (2013).

Los libros con obras de teatro suelen intimidar. La lectura es entrecortada y por momentos cuesta representarse la acción sólo con los diálogos. Pero en el caso de las piezas de este libro hay un relato íntimo donde las imágenes se encadenan sin esfuerzo. Otra particularidad es que no hay ninguna indicación sobre la puesta en escena (el  teatro donde se montó o los actores). Además, hay una entrevista al autor y varios testimonios de sus colegas.

Uno de los rasgos más notables de la obra de Loza es la concepción de sus personajes. De la boca de los individuos más comunes, el autor logra construir un discurso atrapante. Lo vemos particularmente en Asco, donde un portero habla con un vecino insomne del deseo que siente hacia una mujer del edificio, además de sus problemas de todos los días, como las hormigas: “a veces creo que es la misma repetida. Una hormiga es una y su infinita repetición”.

A través de sus reflexiones, sobre el amor o la soledad, conocemos el mundo de estos seres invisibles. “Debe ser bravo no sentir a nadie cerca cuando se duerme. Debe ser como flotar en el mar, de noche, y no tener de dónde agarrarse y saber que la orilla está muy lejos”, cree el portero. La indagación sobre la soledad, el cuerpo, la noche, conforman esta rica poética, a la que no podemos dejar de incluir la temática religiosa, eje de la emblemática La mujer puerca.

También destacamos la construcción del presente a partir del pasado, como las impresiones de la infancia en La vida terrenal, o Mau Mau… donde se repasa la historia argentina y entendemos que “el olvido permanente da menos pena que la gloria pasada”.

Las relaciones filiales son cruciales como en He nacido para verte sonreír o Pudor en animales de invierno donde un padre visita a su hijo recién mudado a la ciudad, que vive con una mujer en la heladera. “Es que para vos siempre tuve este cuerpo y no es así, los padres ven crecer a los hijos pero los hijos no ven crecer a los padres”, recapacita el hijo.

De todas las obras se destaca Matar cansa. Repleta de imágenes potentes, el discurso del admirador de un asesino es sencillamente magnético. Mientras las víctimas se suceden, sorprende el perfecto entramado de piedad y crueldad:

"Todos matan.
Me pasé la infancia descuartizando insectos.
Nada me gustaba tanto.
O las niñas, hasta la más dulce muerde su muñeca, le arranca el pelo, la cabeza, las piernas.
Así que matar, hasta los niños matan".

Entre otras referencias, hay algo de las novelas de Manuel Puig o los personajes de Tennessee Williams en la escritura de Loza. Es una mirada sobre la intimidad de la mujer, que no esconde su lado más sombrío. Se cuidan los detalles, las impresiones del cuerpo. Porque en Textos reunidos hay una enorme variedad de miradas. Algunas son de ternura, o de admiración; otras, posiblemente de miedo, y muchas de amor.

"Textos reunidos" de Santiago Loza. Editorial Biblos, 2014. 274 pág.

12 de noviembre de 2013

TEATRO | "Matar Cansa" dirigida por María Belén Pistone | Crimen y destino


Nada resulta tan limpio como matar. 
Es una sensación que no se parece a ninguna otra. 
Uno se estremece de placer hasta zonas que resultan difíciles de ubicar. 
Un exotismo así resulta liberador”. 

Diario de Golondrina, Amelie Nothomb

Por Sylvia Nadalin

La impecable obra de Santiago Loza, con dirección de María Belén Pistone, me evocó el libro cuya frase abre esta reseña: la narración en primera persona de los laberintos psicológicos y emocionales de un asesino serial, quien a través de la voz de un admirador expone y documenta, en el más material sentido de la palabra, las sensaciones que esa acción prohibida, contra natura y sancionada por siglos de moral civilizatoria, le provoca como experiencia humana, personal y liberadora.

La originalidad del texto de Loza es el juego de narrativas y personajes, esos que parecen que se multiplican, y que sin embargo están representados por un solo actor en escena y un escenario despojado de utilería y excesos luminosos. 

El pequeño y casi adolescente cuerpo de Maximiliano Gallo, sus modos nerviosos y sus inquietantes ojos celestes representan, de manera casi homónima, aquel otro que las crónicas de los ’70 reproducían como “el ángel de la muerte”, Robledo Puch, el mayor criminal de la historia policial argentina.

Gallo encarna a un joven tímido y frágil de carácter que en su fanatismo por emular a aquel sociópata asume el rol de narrador omnisciente, defensor acérrimo y en algunos pasajes, a través de una empatía y mimetización que dan cuenta de los límites de la locura y el deseo, encarna la voz del monstruo: "Las primeras muertes fueron por placer, las otras por necesidad". Una necesidad que por momentos apela a una sensibilidad exquisita para con su amigo y cómplice e incluso hasta con sus propias víctimas: no hay maldad o estúpida frialdad psicópata sino un deseo legítimo que lo emparenta con la divinidad.

A la excelente actuación de Gallo hay que sumarle su destreza para manipular durante la obra (que no es corta), las luces, los videos y la música que acompañan los textos; actividad que en ningún momento altera la narración ni desnaturaliza la escena, sino que opera como parte de ese mínimo mobiliario y despliegue escénico que se plantea a modo de tensión y drama.

El relato de las muertes es exhaustivo: cómplices, lugares, personas, violaciones, golpes, dolor, placer, apatía…, todas las historias se cuentan como suceden, sin premeditación ni angustia, sino desde una normalidad tan aterradora como esa que autoriza matar bichos molestos. Así lo explica y vive este fanático, cuyos gestas retratan los asesinatos atroces de Puch; solo en el final Loza apela a una anécdota que le ocurrió a otro famoso homicida, El Petiso Orejudo, quien mata al gato que se había convertido en la mascota de los reclusos del Penal de Ushuaia, hecho que la historia ubica como causa de su posterior muerte a manos de sus compañeros. En la versión de Loza la anécdota se reedita solo para justificarla: el gato se había comido a un pájaro que cuidaba como a un hijo.

"Matar cansa" de Santiago Loza. Dirección: María Belén Pistone. Con Maximiliano Gallo. Esta obra estuvo en cartel en Córdoba durante 2013 y será repuesta en la primera mitad del año 2014 en esa ciudad. 

6 de septiembre de 2013

TEATRO | "Nada del amor me produce envidia" dirigida por Alejandro Tantanian | Una obra única y original y Soledad Silveyra



Por Eugenia Guevara


Uno de los mejores textos dramáticos que se ha escrito en la Argentina en los últimos años es sin dudas Nada del amor me produce envidia de Santiago Loza. Estrenado con dirección de Diego Lerman y actuación de María Merlino en 2008, durante cinco años se repuso en distintas salas del circuito independiente. Pudimos verla en 2009 en el íntimo teatro de El Tadrón. Actualmente se presenta con dirección de Alejandro Tantanian en el histórico Teatro Maipo, un teatro grande, con capacidad para más de 700 personas, y quien lo interpreta es nada menos que una de nuestras más grandes estrellas, Soledad Silveyra, la querida "Solita". 

Contenida en el enorme escenario que queda a oscuras por una interesante construcción escenográfica azulada con profundidad, que recrea su taller de costura, y con la sola presencia de una silla y una puerta que en algunas ocasiones abrirá e incluso medio traspasará, la actriz se transforma en la costurera que creó un vestido que desearon Libertad Lamarque y Eva Perón al mismo tiempo. Una prenda suprema que la hace tocar el cielo con las manos y al mismo tiempo se convierte en su perdición. Con el apoyo de proyecciones que aportan información del contexto o transmiten algunas sensaciones y un tango cantado por Libertad Lamarque, cuya función no es musicalizar si no ser escuchado, cobrando cuerpo en escena, el maravilloso texto de Loza fluye nuevamente, muy alejado de la versión de Lerman y Merlino, que también era extraordinaria. El texto es además de placentero, flexible, abierto y cálido, familiar, y esta versión aporta una lectura que se encarna  a la perfección en el cuerpo y la voz de Solita (que a diferencia de Merlino no canta tangos, sólo los escucha) creando otro mundo muy distinto al que se originaba en la versión anterior, pero igualmente bello. 

Es emocionante ver a Soledad Silveyra en este papel. Es más emocionante verla después cuando todo termina y deja de ser la costurera del monólogo para ser Solita agradeciendo los aplausos que buena parte de la concurrencia le regala de pie. Nada más acertado para explicar lo que provoca o lo que es Solita que la frase que mi amiga y ruletera Cecilia Perna dijo apenas terminó la obra: "Solita tiene aura". Y es así, no sólo es talento y belleza, hay algo más que excede lo descifrable, es el "aura" que tiene la actriz lo que más conmueve y lo que al mismo tiempo contribuye a sumarle un nuevo cuerpo al entrañable personaje creado por Santiago Loza. 

"Nada del amor me produce envidia" de Santiago Loza. Dirección: Alejandro Tantanian. Con Soledad Silveyra. Vestuario: Graciela Galán. Escenografía: Graciela Galán. Iluminación: Omar Possemato. Musicalización: Alejandro Tantanian. Lunes 20.30 horas. Teatro Maipo, Esmeralda 443. Entradas desde $60. Hasta el 16/9. 

26 de abril de 2013

TEATRO | "Todo Verde" dirigida por Pablo Seijo | Para ver con los oídos




Por Cecilia Perna

¿Adónde miran los ojos? A todos lados, María Inés Sancerni aparece en escena, y compone los ojos para que se muevan como bolitas de acero, que reboten como locos contra los bordes de sí y se agiten, como si estuvieran esquivando el instante de impacto que es siempre mirar de frente. Mirar de frente y hablar. Hay siempre una chispa de coraje en un monólogo, la soledad de la voz que se alza única, frente al montón de oídos que escuchan.

Lo que late detrás de Todo verde –como quizá late detrás de todas las mujeres monologantes de Santiago Loza- es la escena del tribunal. Allí se nos presenta esa mujer, pequeña pueblerina, expuesta ante todos, para contarnos en cuerpo y voz, entre la contención y el arrebato, la historia de su intimidad. Y mientras nos abre a los ojos escenas de los más vivos personajes, personajes invisibles del lenguaje, nos va desocultando lo oculto, nos va develando el crimen de su deseo, porque en un pueblo todo deseo es criminal. 

El foco en la mirada de ella, su mirada inquieta o extraviada, su mirada que preanuncia la voz, se corre finalmente, por una operación de la escena, del lenguaje, a nuestra mirada, a la conciencia de nuestros propios ojos que miran, de nuestro propio cuerpo que juzga, en toda su presencia. Es esa particularidad de la experiencia del monólogo que esta obra pone de relieve. Porque en las obras dialógicas somos habitualmente espectadores: aunque sea como voyeur o como mirón explícito e integrado, estamos ahí para observar qué pasa. Pero ¿qué somos en un monólogo? ¿qué vemos cuando vemos escuchando? ¿Qué otros niveles de exposición se abren con la escucha? Quizá Todo verde es la puesta en escena de aquello que el monólogo pone siempre en escena en su trasfondo. La vulnerabilidad del que dice, y el poder latente del que está escuchando. 


"Todo verde" de Santiago Loza. Dirección: Pablo Seijo. Con Maria Ines Sancerni. Vestuario y ambientación: Mónica Raiola. Diseño de luces: Matías Sendón. Diseño sonoro: Federico Zypce. Fotografía: Sebastián Holz. Asistencia de dirección: Vanina Markov. Dirección: Pablo Seijo. Funciones: Jueves, 21 hs. Elefante Club de Teatro, Guardia Vieja 4257. Entrada: $50.

7 de diciembre de 2012

TEATRO | "La Mujer Puerca" dirigida por Lisandro Rodríguez | Un cuerpo vulnerado en busca de la santidad



Por Lía Noguera

En la cartelera porteña este año nos encontramos con cuatro monólogos femeninos de Santiago Loza: Nada del amor me produce envidia, Mabel, Todo verde y La mujer puerca. Cuatro mujeres en escena que coinciden en una misma búsqueda: encontrar su identidad. Pero la tarea no será fácil: ellas deberán atravesar diferentes periplos, diversos caminos que siempre están atravesados por la incitación a la toma de decisión. La tesis subyacente que parecería hermanar a estas obras sería: Si quiero ser Yo, hay que elegir, hacer valer el deseo, calar en lo más hondo de mis temores. Pero sobre todas las cosas, salir de la infamia y reconocer que son estos cuerpos femeninos en su soledad los encargados de cambiar su historia. 



En el caso de la última puesta presentada este año por Loza, La mujer puerca, la obra transita la historia de una mujer que quiere ser santa; una mujer que quiere el amor de Dios. Una mujer que espera el milagro de la salvación del alma pero en un cuerpo corrompido, puerco, dinamizado. Porque en ese peregrinaje que esta mujer realiza para llegar a Dios, su cuerpo se vuelve materia deseable de los deseos bajos y salvajes de los otros que no la aman. Su cuerpo se corrompe y se vuelve presa de la prostitución. Pero ese pasaje del cuerpo casto al cuerpo vulnerado (prostituido, violado, abandonado) ella halla las pruebas, los procesos siempre complejos, para llegar a su máximo objetivo: ser amada. Así lo leemos en el programa de mano: “La mujer puerca es la historia de una huérfana. (…) La mujer puerca es la travesía de un cuerpo partido y repartido. La necesidad y la necedad de amar cuando alrededor hay silencio.”

Pero si alrededor hay silencio, en escena contamos con la efectividad y transparencia de la palabra que en boca de Valeria Lois puebla la sala del nuevo Elefante Club de Teatro. Sólo acompañada por una mesa y pequeños objetos, la vitalidad e intensidad de la voz y el cuerpo de esta actriz logra producir un efecto de proximidad y familiaridad, que es impensable no quedar atravesado por la potencialidad de este discurso. Es interesante, y en este sentido destacamos la dirección a cargo de Lisandro Rodríguez, cómo se produce un grado extremo de empatía entre público y espectador. Si en Nada del amor… el interlocutor de la costurera es el maniquí, en Todo verde, el loro que acude desde la extra escena y en Mabel, las voces en off que asisten a la protagonista del drama; en La mujer puerca es claro que somos nosotros, los espectadores, los fieles interlocutores de sus penas. En esta relación actriz-espectador, en esta proximidad (que no solo es espacial, sino, sobre todo discursiva), el texto gana en densidad e intensidad, que mediatizado por el cuerpo vulnerado de esta mujer “puerca”, se vuelve opresivo. Pero beatitud no llega, el milagro no se produce y como resultado final solo queda un cuerpo delirante y doliente en escena. Porque, y tal como pareciera sugerir el final del texto, los cuerpos marcados, los cuerpos contaminados, no alcanzan su liberación, y mucho menos, la santidad…

Una obra “sencilla” que mezclando lo cotidiano con la espera de la irrupción de lo extraordinario, por un lado; y la tragicidad de la historia vivida por esta mujer narrada desde su costado más cómico, por otro, ofreció una opción ineludible en este año teatral. 

"La mujer puerca" de Santiago Loza. Dirección: Lisandro Rodríguez. Con Valeria Lois. Vestuario: Jose Escobar, Lisandro Rodríguez. Escenografía: Jose Escobar, Lisandro Rodríguez. Diseño de luces: Matías Sendón. Fotografía: Nora Lezano. Diseño gráfico: Lisandro Rodríguez. Asistencia de dirección: Cammila Gomez Grandoli. Producción: Elefante Club De Teatro, Natalia Fernandez Acquier. Colaboración artística: Mariano Villamarin. Dirección: Lisandro Rodríguez. Reestreno sábado 26 de enero. Elefante Club de Teatro, Guardia Vieja 4257. Entrada: $50, $40.

14 de noviembre de 2012

TEATRO | "Mabel" dirigida por Carlos Casella | El amor o la voz



Por Guillermina Gandola

Hace poco tiempo una amiga actriz y acróbata me dijo que la voz es el estado del alma. Y después de ver Mabel supe también que el amor es el aire, el combustible para que esa voz (el alma) se pueda manifestar. Sin aire la voz es muda. Sin amor el alma está muerta. 

Oscuridad. De pronto una luz azulina débil comienza a iluminar el espacio dejando zonas oscuras, más profundas y recónditas como en el fondo del mar. Desde esa negrura, en un rincón del escenario aparece una silueta voluptuosa, acuática, que se mueve con fluidez cantando como una sirena. Se dirige a un sillón sesentoso custodiado por dos inmensas esculturas de bronce y nos canta extasiada una canción de amor. 

La multifacética y encantadora Maby Salerno encarna a Mabel, una antidiva que nos cuenta la historia de un amor que la atravesó, la desintegró hasta dejarla casi seca, sin identidad. Por el amor de un hombre casi renuncia a su propio amor, el más preciado, su voz. 

Mabel se define como un ser racional, no le encuentra sentido a la llanura eterna, sin límites. A ella le gustan los límites, pero detesta que se los impongan. En su mundo de canciones manifiesta su particular forma de sentir atravesando un espacio escénico recargado, y ella un poco torpe, aniñada, nos hace partícipes de sus cuestionamientos. Nos presenta en cartas de póker su posible destino: ¿se entrega al amor de un hombre o sigue siendo libre e inquieta como las olas del mar?

Luego de haber compartido varios proyectos, Carlos Casella y Maby Salerno, en esta oportunidad se encuentran por vez primera como actriz y director, y a partir del texto de Santiago Loza, enriquecen el teatro alternativo que, en general, ha transitado poco el musical.

Esta historia nos introduce mar adentro, en las oscuras y recónditas profundidades de la mente de Mabel, llena de recuerdos y sentimientos montados sobre una estructura melodramática que transita por el humor y el dolor que supone la renuncia. Con su voz poderosa y a la vez, tan frágil que por momentos parece quebrarse, Mabel canta que el amor tiene que ser libre, sin pretensiones, sino puede convertirse en un pulpo que con sus tentáculos nos deja secos. 

“Mabel” de Santiago Loza. Intérprete: Maby Salerno. Dirección y Puesta en escena: Carlos Casella. Asistente de Dirección: Marisol Martínez Martínez. Escenografía: Fasce Hnos. Asistente de Escenografía: Mora Malde. Realización escenográfica: Taller Paterlan con Fasce Hnos. Diseño y Realización de Vestuario: Carolina Urresti. Diseño de Iluminación: Ricardo Sica. Música original: Jape Ntaca. Mezcla y masterización: Mario Siperman. Coreografía: Maby Salerno y Carlos Casella. Imagen: Pablo Bordenabe. Fotografía:Juan Salvarredy. Asistente de Fotografía: Fabricio Veltri. Producción Ejecutiva: Larisa Rivarola y Ximena Hoffmann.  Sábados, 22.30 hs. Teatro La Carpintería, Jean Jaurés 858. Entradas: $60. Hasta el 24/11.


6 de julio de 2012

TEATRO | "Pudor de animales en invierno" dirigida por Lisandro Rodríguez | Una relación particular




Por Eugenia Guevara


Pudor de animales en invierno, obra de Santiago Loza, impacta desde antes de la experiencia en la sala teatral, si se tiene la oportunidad de ver alguna de las fotos de Nora Lezano, de la puesta con la original y preciosa escenografía de Mariana Tirantte. El decorado muestra un departamento pequeño, un duplex de estudiante, donde dos enormes aberturas permiten ver el interior de un comedor y cocina en el piso inferior, y de un dormitorio en el superior. A la derecha, nuevas aberturas permiten ver la escalera llegando arriba, y el baño, el inodoro, con una especial marcación para el rostro de quien lo ocupara. En la sala del Camarín de las Musas, donde un calor sofocante juega con el frío al que se alude en el título y una vez avanzada la obra, con el que reina en ella, la experiencia maravillosa frente al decorado se repite. Solo que ahora sabemos que entre nosotros, y el decorado - o el duplex del estudiante - hay un espacio que el protagonista habitará, saliendo de su universo, de la historia que relata, para dirigirse al espectador. 

La situación expone el último encuentro entre un padre que viene desde un pueblo de provincia y su hijo, instalado en la ciudad. El zoológico que el padre insiste en visitar pareciera ser el único lugar en el que logran comunicarse, aunque por algunos momentos, en el departamento, también parecieran encontrarse. Una mujer desnuda, sin pudor, vive dentro de la heladera del departamento lo que sorprende al padre al comienzo, pero que finalmente también, como el hijo, termina aceptando como algo natural, o al menos, posible. 


La obra dirigida por Lisandro Rodríguez indaga en la relación particular padre e hijo, a partir de ese encuentro que es una despedida.  Los objetos y diálogos con impronta fuertemente realista, conviven en esta propuesta tejida por un texto íntimo, con el elemento absurdista - aunque es más probable que pueda leerse simbólicamente - de la mujer desnuda en la heladera.  Un músico que no es otro que Rodríguez, el director, acompaña en vivo la acción, ubicado en ese espacio al que el joven llega cuando cruza los límites de la ficción - o del pasado - para escupir aquello que narra - su pudor - a los espectadores, se suma al efecto distanciador que tiene el decorado, para mirar - o recordar - aquellos días que han quedado atrás.  




"Pudor de animales en invierno" de Santiago Loza. Con Ricardo Félix, Valeria Roldán, Martin Shanly. Músico: Lisandro Rodriguez. Diseño de vestuario: Mariana Tirantte. Diseño de escenografía: Mariana Tirantte. Diseño de luces: Matías Sendón. Fotografía: Nora Lezano. Entrenamiento corporal: Leticia Mazur. Asistencia de dirección: Sofía Salvaggio. Producción: María Sureda. Dirección: Lisandro Rodriguez. Viernes y sábados, 21 hs. Camarín de las Musas, Mario Bravo 960.