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29 de abril de 2014

TEATRO | "El rastro" dirigida por Alejandro Tantanian | Réquiem para una sola voz


Por Alba Ermida
Foto: Ernesto Donegana

“El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Esta frase, eco repetido en la conciencia de Nora García, resuena como el sentido primero y último de este drama, hijo de su homónima novela original.

Margo Glantz escribe El rastro en forma de monólogo interior para darle voz a una mujer que asiste al entierro de su ex marido. Analía Couceyro y Alejandro Tantanian llevan a escena este largo discurrir de la conciencia de una viuda en forma de monólogo, también interior. Pues, aunque Nora García hable con el público, realmente habla consigo misma, con su conciencia. Tanto es así que en varios momentos de la obra su personalidad se desdobla y su discurso pasa a ser en primera y tercera persona: “Yo, Nora García. Ella, Nora García”.

Un escenario vacío hace pensar en la mente en blanco sobre la que escribir un recuerdo. El recuerdo de un funeral. El funeral de un ex marido. Sólo dos sillas, sobre las cuales Nora García asienta sus recuerdos. Ella lo dice de otra forma: “recuerde lo que recuerde, yo siempre estoy sentada en el recuerdo”. Y con un escenario vacío y la mente predispuesta del espectador -también vacía, en cierto modo-, el escenario se empieza a dibujar al tiempo que Nora lo describe. Porque realmente se trata de una larga descripción: el ataúd, el muerto, la ropa de María que le viene a dar el pésame... Y sólo con la palabra se crea en la mente del espectador una escena que no ve, pero imagina. Ahí está la grandeza del teatro, evocar a partir de la ausencia una presencia grandiosa. Y ahí entronca esta obra con su original. En la novela el lector se imagina... el ataúd, el muerto, la ropa de María... y en esta adaptación, prácticamente literal (el texto dramático es exacto al literario, con sus correspondientes elipsis), el espectador hace lo mismo, imagina... el ataúd, el muerto, la ropa...

Lo único que no se deja al ensueño del público es la música. Muy presente en la novela, en esta versión apostaron por plasmar la música de forma física en la escena, y pusieron a un cellista en el escenario. Rafael Delgado acompaña y puntúa la angustia y el recuerdo de Nora tanto con las variaciones de Goldberg que la viuda menciona como con efectos sonoros como el latido del corazón.

El del difunto que dejó de latir y el de Nora, que se agita en esa situación incómoda que la hace dudar y culparse, que la hace pensar en momentos felices y en otros que le hubiese gustado vivir, que la hace emocionarse y nos hace, a los que estamos sentados frente a ella, emocionarnos con el relato descriptivo del rastro que un hombre dejó en ella. Pues la muerte, dice ella, es la forma más violenta del amor.

"El rastro" de Margo Glantz. Adaptación teatral: Analía Couceyro con la colaboración de Alejandro Tantanian. Dirección: Alejandro Tantanian. Con Analía Couceyro y Rafael Delgado. Música: Rafael Delgado. Diseño visual: equipo El rastro. Asistencia de dirección: Ernesto Donegana & Ignacio Bartolone.  Producción: Mónica Paixao. Sábados, 18 hs.  El extranjero, Valentín Gómez 3378. Entrada: $90, $70.  

14 de marzo de 2014

TEATRO | "Iván y los perros" dirigida por Stolkiner y García Mendy | Poéticas de la alienación


Por Luciana Estévez 

Moscú. Década del ‘90. Todo el dinero se había ido y no había con qué comprar comida. Así que Madres y Padres trataron de encontrar cosas que pudieran sacarse de encima, cosas que comían, cosas que bebían o cosas que necesitaban calor. Primero fueron los perros. Así comienza Iván y los perros, un texto dramático de Hattie Naylor originalmente pensado para radio, traducido al español por Alejandro Tantanian y llevado a escena bajo la dirección de Mariano Stolkiner y Gustavo García Mendy.

Una obra basada en la historia real de un niño moscovita de cuatro años a la deriva de una ciudad arrasada por el capitalismo salvaje y vertiginoso de los inicios de la Federación Rusa. Desamparo material y afectivo en el que vemos a un actor en la soledad de un espacio que empieza a poblarse de relato, sonido e imagen mediante la actuación, el dispositivo técnico y la ejecución musical. La tecnología construye una espacialidad simbólica que resignifica el vacío a partir de efectos de animación visual y espacialización sonora. Virtualidad ambiental que atraviesa al actor poetizando el conflicto entre el sistema capitalista y la vida del hombre en sociedad, donde un entorno generado por sus propias manos se le vuelve hostil, inasible e ingobernable. Este entorno visibiliza la tremenda recesión económica posterior a la disolución de la URSS y opera en el relato como puede entenderse el concepto marxista del fetichismo de las mercancías: exaltación materialista que ubica a los seres humanos en una posición pasiva respecto de la vida individual, social e histórica, haciendo que la vida productiva y las relaciones definidas entre los hombres asuman la apariencia de una relación existente entre cosas.

Haciendo contenido de la forma y forma del contenido, la obra elige el dispositivo técnico para hablarnos del conflicto que existe en la relación entre hombres, entre cosas, y entre hombres y cosas, donde un tercer elemento se abre paso: los perros. Stolkiner y García Mendy trascienden la asociación de la tecnología con la electrónica, Internet y el chirimbolo sensacionalista desplegando su sentido más estricto y amplio al poner en juego no solo sus efectos sino también su tenor conceptual. Las enciclopédicas definiciones de la tecnología como reunión de conocimientos técnicos organizados de manera científica, de carácter utilitario y subordinado, que permite y facilita la relación del hombre con la naturaleza cobran en Iván y los perros una gran contundencia poética. Se utiliza el mecanismo técnico, evidentemente artificial, para representar aquello que en la vida del hombre en sociedad se presenta como “natural” (las condiciones del mercado y sus consecuencias como un hecho dado y no construido) permitiendo así des-velar la naturaleza sensible y gregaria de la supervivencia humana a través de la relación vital de Iván con los perros.

Tanto por el tema como por los procedimientos, la obra piensa a partir de la operación en vivo del sonido, la música y la imagen por parte de ambos directores, quienes participan de la escenificación desde su ubicación espacial y su caracterización, manipulando el dispositivo técnico que encierra al actor-hombre-niño. En la brillante interpretación de Emiliano Dionisi convergen todos los lenguajes de la obra haciendo de su relato una profunda y conmovedora reflexión sobre la naturaleza humana, sus necesidades instintivas y el extrañamiento de las condiciones alienantes de socialización que establece el hombre para su propia existencia.

"Iván y los perros" de Hattie Naylor. Traducción: Alejandro Tantanian. Dirección, música y  operación de sonido en vivo: Gustavo García Mendy y Mariano Stolkiner. Con Emiliano Dionisi. Voces pregrabadas en ruso: Alekseyev Vyacheslav, Denis Ilchik, Katerina Pantiukhina, Valeria Maltseva. Diseño de espacio: Mariano Stolkiner. Diseño sonoro y música original: Gustavo García Mendy. Diseño lumínico: Julio López. Diseño de vestuario: Merlina Molina Castaño. Diseño de ilustraciones: María Chevalier. Diseño y Animación en video: Julián Rur. Fotografía: Guido Piotrkowski. Gestión de derechos de autor: Marion Weiss. Asistente de dirección: Merlina Molina Castaño y Rodrigo Mujico. Producción general: El Balcón de Meursault.  Sábados, 21 horas. El Extranjero, Valentín Gómez 3378. Entrada: $70, $90. 

19 de noviembre de 2013

MÚSICA | "Las canciones" de Tantanian y Penelas | Comedia de pasiones


Por Lía Noguera


El amor desolado, el amor abandonado. El amor perdido, el amor engañado. El amor vivido, el amor que nos quedó. El amor que no dimos, el amor pasional. El amor que trasciende y el amor trascendental. Pero sobre todo, el amor que desgarra y que quizá no se vuelva a repetir. Así lo afirma la poeta uruguaya Idea Villariño, en la voz de Alejandro Tantanian en su último espectáculo musical Las canciones: “Ya no estás/en un día futuro./No sabré dónde vives/ con quién/ ni si te acuerdas. /No me abrazarás nunca/ como esa noche/ nunca./ No volverá a tocarte./ No te veré morir.”

Mediante un “recorrido ecléctico sobre ciertas pasiones musicales”, tal el subtítulo del espectáculo que Tantanian y Diego Penelas ponen en escena en Clásica y Moderna, los espectadores atravesamos esos vaivenes de amor y desamor que calan en lo más profundo (muy profundo). Pero sin caer en falso dramatismo, y si bien se conjuga lo melodramático y lo sentimental como procedimientos de la puesta, la parodia a esos procedimientos se hace presente, como así también la cita al café concert, para dar como resultado una propuesta que podría sintetizarse como “la comedia de nuestras propias pasiones”. Así, y con el fin de desdramatizar nuestras pequeñas tragedias cotidianas, la dupla Penelas- Tantanian apuesta por la mixtura de poéticas, que abarca tanto al tango, la comedia musical, el pop latino, la balada, la opera, como así también las propias canciones que se desplegaran en la obra Los sensuales (2008) del mismo Tantanian. 

En este derrotero pasional, que constantemente es intervenido por el humor y la ironía del cantante, dramaturgo, actor y director, el canto se vuelve el lugar de catarsis y exorcismo. Pero este sentimiento se intensifica puesto que las nuevas versiones de estos clásicos musicales logran desmitificar esas solemnidades y el resultado es una risa liberadora. Porque después de tanto sufrir por amor, “quizás esta vez, voy a tener suerte” (Maybe this time de Kander – Ebb de la comedia musical Cabaret). O más a “lo latino”, y como grita Gloria Trevi en el cuerpo y voz de Tantanian: “Y me solté el cabello, me vestí de reina, / me puse tacones, me pinte bien bella /Y camine hacia la puerta te escuche gritarme/ pero tus cadenas ya no pueden pararme..... /Y mire la noche y ya no era oscura /era de lentejuelas...” (por las estrellas, nos aclara irónicamente). 

Al final, y “con la mano pequeña diciéndonos adiós” (letra de Ricardo Arjona pero popularizada por Ricky Martin), Penelas y Tantanian nos despiden y nos dejan -por suerte- sin el sabor amargo del amor, sino todo lo contrario: su costado más paródico que hace que nos riamos de nosotros mismos.

"Las canciones" con Diego Penelas, Alejandro Tantanian. Músico: Diego Penelas. Asistencia general: Ernesto Donegana. Arreglos musicales: Diego Penelas. Director musical: Diego Penelas. Dirección general: Alejandro Tantanián. Domingo 20.30 hs. Clásica y Moderna, Callao 892. Entrada: $ 80. Hasta el 24/11/2013.

6 de septiembre de 2013

TEATRO | "Nada del amor me produce envidia" dirigida por Alejandro Tantanian | Una obra única y original y Soledad Silveyra



Por Eugenia Guevara


Uno de los mejores textos dramáticos que se ha escrito en la Argentina en los últimos años es sin dudas Nada del amor me produce envidia de Santiago Loza. Estrenado con dirección de Diego Lerman y actuación de María Merlino en 2008, durante cinco años se repuso en distintas salas del circuito independiente. Pudimos verla en 2009 en el íntimo teatro de El Tadrón. Actualmente se presenta con dirección de Alejandro Tantanian en el histórico Teatro Maipo, un teatro grande, con capacidad para más de 700 personas, y quien lo interpreta es nada menos que una de nuestras más grandes estrellas, Soledad Silveyra, la querida "Solita". 

Contenida en el enorme escenario que queda a oscuras por una interesante construcción escenográfica azulada con profundidad, que recrea su taller de costura, y con la sola presencia de una silla y una puerta que en algunas ocasiones abrirá e incluso medio traspasará, la actriz se transforma en la costurera que creó un vestido que desearon Libertad Lamarque y Eva Perón al mismo tiempo. Una prenda suprema que la hace tocar el cielo con las manos y al mismo tiempo se convierte en su perdición. Con el apoyo de proyecciones que aportan información del contexto o transmiten algunas sensaciones y un tango cantado por Libertad Lamarque, cuya función no es musicalizar si no ser escuchado, cobrando cuerpo en escena, el maravilloso texto de Loza fluye nuevamente, muy alejado de la versión de Lerman y Merlino, que también era extraordinaria. El texto es además de placentero, flexible, abierto y cálido, familiar, y esta versión aporta una lectura que se encarna  a la perfección en el cuerpo y la voz de Solita (que a diferencia de Merlino no canta tangos, sólo los escucha) creando otro mundo muy distinto al que se originaba en la versión anterior, pero igualmente bello. 

Es emocionante ver a Soledad Silveyra en este papel. Es más emocionante verla después cuando todo termina y deja de ser la costurera del monólogo para ser Solita agradeciendo los aplausos que buena parte de la concurrencia le regala de pie. Nada más acertado para explicar lo que provoca o lo que es Solita que la frase que mi amiga y ruletera Cecilia Perna dijo apenas terminó la obra: "Solita tiene aura". Y es así, no sólo es talento y belleza, hay algo más que excede lo descifrable, es el "aura" que tiene la actriz lo que más conmueve y lo que al mismo tiempo contribuye a sumarle un nuevo cuerpo al entrañable personaje creado por Santiago Loza. 

"Nada del amor me produce envidia" de Santiago Loza. Dirección: Alejandro Tantanian. Con Soledad Silveyra. Vestuario: Graciela Galán. Escenografía: Graciela Galán. Iluminación: Omar Possemato. Musicalización: Alejandro Tantanian. Lunes 20.30 horas. Teatro Maipo, Esmeralda 443. Entradas desde $60. Hasta el 16/9.