Por Alba Ermida
Foto: Ernesto Donegana
“El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Esta frase, eco repetido en la conciencia de Nora García, resuena como el sentido primero y último de este drama, hijo de su homónima novela original.
Margo Glantz escribe El rastro en forma de monólogo interior para darle voz a una mujer que asiste al entierro de su ex marido. Analía Couceyro y Alejandro Tantanian llevan a escena este largo discurrir de la conciencia de una viuda en forma de monólogo, también interior. Pues, aunque Nora García hable con el público, realmente habla consigo misma, con su conciencia. Tanto es así que en varios momentos de la obra su personalidad se desdobla y su discurso pasa a ser en primera y tercera persona: “Yo, Nora García. Ella, Nora García”.
Un escenario vacío hace pensar en la mente en blanco sobre la que escribir un recuerdo. El recuerdo de un funeral. El funeral de un ex marido. Sólo dos sillas, sobre las cuales Nora García asienta sus recuerdos. Ella lo dice de otra forma: “recuerde lo que recuerde, yo siempre estoy sentada en el recuerdo”. Y con un escenario vacío y la mente predispuesta del espectador -también vacía, en cierto modo-, el escenario se empieza a dibujar al tiempo que Nora lo describe. Porque realmente se trata de una larga descripción: el ataúd, el muerto, la ropa de María que le viene a dar el pésame... Y sólo con la palabra se crea en la mente del espectador una escena que no ve, pero imagina. Ahí está la grandeza del teatro, evocar a partir de la ausencia una presencia grandiosa. Y ahí entronca esta obra con su original. En la novela el lector se imagina... el ataúd, el muerto, la ropa de María... y en esta adaptación, prácticamente literal (el texto dramático es exacto al literario, con sus correspondientes elipsis), el espectador hace lo mismo, imagina... el ataúd, el muerto, la ropa...
Lo único que no se deja al ensueño del público es la música. Muy presente en la novela, en esta versión apostaron por plasmar la música de forma física en la escena, y pusieron a un cellista en el escenario. Rafael Delgado acompaña y puntúa la angustia y el recuerdo de Nora tanto con las variaciones de Goldberg que la viuda menciona como con efectos sonoros como el latido del corazón.
El del difunto que dejó de latir y el de Nora, que se agita en esa situación incómoda que la hace dudar y culparse, que la hace pensar en momentos felices y en otros que le hubiese gustado vivir, que la hace emocionarse y nos hace, a los que estamos sentados frente a ella, emocionarnos con el relato descriptivo del rastro que un hombre dejó en ella. Pues la muerte, dice ella, es la forma más violenta del amor.
"El rastro" de Margo Glantz. Adaptación teatral: Analía Couceyro con la colaboración de Alejandro Tantanian. Dirección: Alejandro Tantanian. Con Analía Couceyro y Rafael Delgado. Música: Rafael Delgado. Diseño visual: equipo El rastro. Asistencia de dirección: Ernesto Donegana & Ignacio Bartolone. Producción: Mónica Paixao. Sábados, 18 hs. El extranjero, Valentín Gómez 3378. Entrada: $90, $70.
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