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3 de julio de 2014

TEATRO | "Todo lo demás no importa" de Andrea Chacón Álvarez | Contar y cantar


Por Alba Ermida

Andrea Chacón vuelve a estrenar, como dramaturga y directora, Todo lo demás no importa, una libre adaptación de textos de Sara Gallardo (1931-1988), periodista y escritora argentina poco conocida y difundida.

Las variaciones, cargadas de bellas imágenes, son pequeñas historias que las dos actrices, hacen brotar de su voz. Actrices totales, Noelia Antelo y Magalí Fugini, se convierten por momentos en cantantes, en instrumentistas y sobre todo en narradoras. Sus cuerpos son atravesados por los personajes de las historias que relatan y a través de ellos hacen volar al público hacia las hermosas imágenes a las que los textos de Gallardo remiten. Y en ellos, el humor no está ausente.

La puesta en escena, en su desnuda blancura no conceptual, acompaña y contrarresta la imbricada densidad de los relatos. Unos bellos juegos de luz nos transportan al mundo donde la realidad se suspende y nos ayudan a introducirnos en los distintos universos que la palabra de las actrices va creando a partir de lo abstracto de la escenografía.

Una obra de corta duración pero de mucha complejidad imaginaria, descriptiva y sensorial, donde la mente del público disfruta del poder alusivo del teatro, que con la mera palabra es capaz de transportarla a mundos inexistentes, ubicados muy muy lejos de la íntima sala de Elefante Club de Teatro.

“Todo lo demás no importa” de Andrea Cjacón Álvarez sobre textos de Sara Gallardo. Actúan: Noelia Antelo, Magalí Fugini. Vestuario: Gabriela Delmastro. Escenografía: Pasto Rebelde, María Laura Monedero. Diseño de luces: Verónica Alcoba, Fernando Chacoma. Producción: Pasto Rebelde, Fabián Paterno. Viernes, 21 hs. Elefante Club de Teatro, Guardia Vieja 4257. Entrada: $80, $50.

26 de abril de 2013

TEATRO | "Todo Verde" dirigida por Pablo Seijo | Para ver con los oídos




Por Cecilia Perna

¿Adónde miran los ojos? A todos lados, María Inés Sancerni aparece en escena, y compone los ojos para que se muevan como bolitas de acero, que reboten como locos contra los bordes de sí y se agiten, como si estuvieran esquivando el instante de impacto que es siempre mirar de frente. Mirar de frente y hablar. Hay siempre una chispa de coraje en un monólogo, la soledad de la voz que se alza única, frente al montón de oídos que escuchan.

Lo que late detrás de Todo verde –como quizá late detrás de todas las mujeres monologantes de Santiago Loza- es la escena del tribunal. Allí se nos presenta esa mujer, pequeña pueblerina, expuesta ante todos, para contarnos en cuerpo y voz, entre la contención y el arrebato, la historia de su intimidad. Y mientras nos abre a los ojos escenas de los más vivos personajes, personajes invisibles del lenguaje, nos va desocultando lo oculto, nos va develando el crimen de su deseo, porque en un pueblo todo deseo es criminal. 

El foco en la mirada de ella, su mirada inquieta o extraviada, su mirada que preanuncia la voz, se corre finalmente, por una operación de la escena, del lenguaje, a nuestra mirada, a la conciencia de nuestros propios ojos que miran, de nuestro propio cuerpo que juzga, en toda su presencia. Es esa particularidad de la experiencia del monólogo que esta obra pone de relieve. Porque en las obras dialógicas somos habitualmente espectadores: aunque sea como voyeur o como mirón explícito e integrado, estamos ahí para observar qué pasa. Pero ¿qué somos en un monólogo? ¿qué vemos cuando vemos escuchando? ¿Qué otros niveles de exposición se abren con la escucha? Quizá Todo verde es la puesta en escena de aquello que el monólogo pone siempre en escena en su trasfondo. La vulnerabilidad del que dice, y el poder latente del que está escuchando. 


"Todo verde" de Santiago Loza. Dirección: Pablo Seijo. Con Maria Ines Sancerni. Vestuario y ambientación: Mónica Raiola. Diseño de luces: Matías Sendón. Diseño sonoro: Federico Zypce. Fotografía: Sebastián Holz. Asistencia de dirección: Vanina Markov. Dirección: Pablo Seijo. Funciones: Jueves, 21 hs. Elefante Club de Teatro, Guardia Vieja 4257. Entrada: $50.

7 de diciembre de 2012

TEATRO | "La Mujer Puerca" dirigida por Lisandro Rodríguez | Un cuerpo vulnerado en busca de la santidad



Por Lía Noguera

En la cartelera porteña este año nos encontramos con cuatro monólogos femeninos de Santiago Loza: Nada del amor me produce envidia, Mabel, Todo verde y La mujer puerca. Cuatro mujeres en escena que coinciden en una misma búsqueda: encontrar su identidad. Pero la tarea no será fácil: ellas deberán atravesar diferentes periplos, diversos caminos que siempre están atravesados por la incitación a la toma de decisión. La tesis subyacente que parecería hermanar a estas obras sería: Si quiero ser Yo, hay que elegir, hacer valer el deseo, calar en lo más hondo de mis temores. Pero sobre todas las cosas, salir de la infamia y reconocer que son estos cuerpos femeninos en su soledad los encargados de cambiar su historia. 



En el caso de la última puesta presentada este año por Loza, La mujer puerca, la obra transita la historia de una mujer que quiere ser santa; una mujer que quiere el amor de Dios. Una mujer que espera el milagro de la salvación del alma pero en un cuerpo corrompido, puerco, dinamizado. Porque en ese peregrinaje que esta mujer realiza para llegar a Dios, su cuerpo se vuelve materia deseable de los deseos bajos y salvajes de los otros que no la aman. Su cuerpo se corrompe y se vuelve presa de la prostitución. Pero ese pasaje del cuerpo casto al cuerpo vulnerado (prostituido, violado, abandonado) ella halla las pruebas, los procesos siempre complejos, para llegar a su máximo objetivo: ser amada. Así lo leemos en el programa de mano: “La mujer puerca es la historia de una huérfana. (…) La mujer puerca es la travesía de un cuerpo partido y repartido. La necesidad y la necedad de amar cuando alrededor hay silencio.”

Pero si alrededor hay silencio, en escena contamos con la efectividad y transparencia de la palabra que en boca de Valeria Lois puebla la sala del nuevo Elefante Club de Teatro. Sólo acompañada por una mesa y pequeños objetos, la vitalidad e intensidad de la voz y el cuerpo de esta actriz logra producir un efecto de proximidad y familiaridad, que es impensable no quedar atravesado por la potencialidad de este discurso. Es interesante, y en este sentido destacamos la dirección a cargo de Lisandro Rodríguez, cómo se produce un grado extremo de empatía entre público y espectador. Si en Nada del amor… el interlocutor de la costurera es el maniquí, en Todo verde, el loro que acude desde la extra escena y en Mabel, las voces en off que asisten a la protagonista del drama; en La mujer puerca es claro que somos nosotros, los espectadores, los fieles interlocutores de sus penas. En esta relación actriz-espectador, en esta proximidad (que no solo es espacial, sino, sobre todo discursiva), el texto gana en densidad e intensidad, que mediatizado por el cuerpo vulnerado de esta mujer “puerca”, se vuelve opresivo. Pero beatitud no llega, el milagro no se produce y como resultado final solo queda un cuerpo delirante y doliente en escena. Porque, y tal como pareciera sugerir el final del texto, los cuerpos marcados, los cuerpos contaminados, no alcanzan su liberación, y mucho menos, la santidad…

Una obra “sencilla” que mezclando lo cotidiano con la espera de la irrupción de lo extraordinario, por un lado; y la tragicidad de la historia vivida por esta mujer narrada desde su costado más cómico, por otro, ofreció una opción ineludible en este año teatral. 

"La mujer puerca" de Santiago Loza. Dirección: Lisandro Rodríguez. Con Valeria Lois. Vestuario: Jose Escobar, Lisandro Rodríguez. Escenografía: Jose Escobar, Lisandro Rodríguez. Diseño de luces: Matías Sendón. Fotografía: Nora Lezano. Diseño gráfico: Lisandro Rodríguez. Asistencia de dirección: Cammila Gomez Grandoli. Producción: Elefante Club De Teatro, Natalia Fernandez Acquier. Colaboración artística: Mariano Villamarin. Dirección: Lisandro Rodríguez. Reestreno sábado 26 de enero. Elefante Club de Teatro, Guardia Vieja 4257. Entrada: $50, $40.

3 de marzo de 2012

TEATRO | "Fuera!" de Leticia Vetrano | El escape de María Peligro

Por Guillermina Gandola

Hay distintas maneras de contar una historia, infinitas maneras. A través de un cuadro, una escultura, una canción, mediante una charla entre amigos. Sea de la forma o medio que elijamos para trasmitirla, el cuerpo siempre está presente en distintos niveles, intensidades y perspectivas.

Fuera!, el espectáculo de clown ideado y protagonizado por la reconocida payasa argentina Leticia Vetrano nos relata una historia “muda” pero cargada en movimientos y expresiones corporales que invocan lo absurdo y nos desafían a través de su personaje María Peligro. 

Un pequeño mundo, tan pequeño como un cuarto y la mente de María Peligro, quien intenta abandonar su triste pasado y busca trasformar esa tristeza en una fiesta, en varias fiestas. 

Un cumpleaños con autoregalos y tortas solitarias. Un hula hula que es el puente entre el mundo interior y el exterior. Un amor platónico y un casamiento fallido o fallecido y los padres muertos de María Peligro que la observan y la conservan del peligro de vivir intensamente, sin ataduras, ni alfombras, obsesiones y camas vacías. 

Podrá María Peligro escapar de esas miradas, ¿cómo lo hará? Lo absurdo parece la única alternativa para hacerlo. Transitar el límite del pasado y su normalidad. ¿La solución estará fuera? ¿Cuál es su lugar?

Fuera! De y con: Leticia Vetrano. Dirección: Micheline Vanderpoel. Coaching: Kevin Brooking. Diseño de luces: Thyl Benies. Vestuario: Natalia Fandiño. Asistente: Erica Ynoub. Escenografía: Cía. María Peligro Project y Micheline Vanderpoel. Producción: Cía. María Peligro Project. Co-producción: Espace Catastrophe (Bélgica). Con el apoyo del Ministerio de la Comunidad Wallona Bruselas/Servicio de artes circense y artes de la calle. Producción en Buenos Aires: Lila Monti. Jueves, 21.30 hs. Timbre 4, México 3554. 8 de marzo, última función.

5 de diciembre de 2011

TEATRO | "Apátrida" de Rafael Spregelburd | Teatro por la identidad

Por Eugenia Guevara

Después de ver Apátrida, doscientos años y unos meses, o durante, pensé en Luca Prodan, pensé en Copi, pensé en Gombrowicz, pensé en mis amigos que hace diez años se fueron de la Argentina y nunca volvieron. Pensé en mí. Pensé en aquellos que, probablemente más como un síntoma generacional que como una actitud filosófica, podían sentirse retratados, esbozados, incluidos y aludidos por la idea (o las ideas) que sustenta (n) la obra escrita-ópera hablada, dirigida e interpretada por Rafael Spregelburdcon el apoyo en escena de Federico Zypce interpretando instrumentos no convencionales, pero también operando, bailando y saludando. 


El texto dramático se basa en la correspondencia que en 1891 mantuvieron Eduardo Schiaffino y Azul de Prusia, seudónimo de Eugenio Auzón, un crítico de arte nacido en España. El tema: el arte nacional. Schiaffino, luego de haberse instruido en Europa gracias a una beca, expone junto a un grupo de artistas, en la calle Florida de Buenos Aires, y con ello pretende fundar, tal vez, un arte nacional. Pero Eugenio Auzón se opone encarnizadamente a la existencia de un arte nacional y además reza: “Habrá arte argentino dentro de doscientos años y algunos meses”. El crítico considera pésimas las obras de esa exposición, donde reinan Juan Moreira en múltiples versiones y las cebollas. 

Spregelburd interpreta a cada uno de los contrincantes, subiéndose a una pequeña tarima para ser Schiaffino, el apasionado defensor de un arte argentino, y bajándose, para ser el cínico y lúcido Auzón que no solo descree del arte "argentino" sino que con sus palabras cuestiona todo el tiempo el concepto mismo de "patria" y/o "nación" y, de alguna manera, sugiere que al concepto de "identidad", no habría que explorarlo a partir de esos parámetros. Zypce musicaliza con folklore cuando la referencia a Juan Moreira o la tendencia moreirista en el arte lo amerita, o deja deslizar la cortina de Almorzando con Mirtha Legrand primero y del noticiero del 13, después. Spregelburd como Auzón llega a amplificar los latidos de su corazón. La disputa postal entre artista y crítico termina en duelo. Un duelo que le "revela" a Auzón que el hecho de ser un "apátrida" terminará por silenciarlo.

Cada momento representado, la inauguración de la muestra en la calle Florida, la crítica de Auzón, la disputa y el duelo, se enmarcan en una escenografía que va mostrando sus capas, como de cebolla, desde el terciopelo con dorado de los cortinados de la galería  de arte hasta los delgados árboles apretados del bosque donde ocurre el duelo. 

Lo mejor de todo, es decir, lo que hincha, intensifica y multiplica los sentidos posibles de Apátrida, ocurre al final con dos piezas musicales, que mantendré en el anonimato porque sus presencias son una sacudida después de casi dos horas de viaje mental a través de un texto que fluye para recalcar que no se trata solo de la imposibilidad de definir qué es el ser nacional sino que además carece de sentido hacerlo. Con la primera, los protagonistas ejecutan una una coreografía inesperada y graciosa, y con la segunda, una canción que cierra de manera perfecta, me dan el mejor regalo que pueden hacerle a alguien que es y ha sido por más de 20 años fanática de Depeche Mode.

Dramaturgia y dirección: Rafael Spregelburd. Con: Rafael Spregelburd y Zypce. Composición y ejecución: Zypce. Textos: Rafael Spregelburd, sobre las cartas originales de Eduardo Schiaffino y Eugenio Auzón (1891). Viernes a las 20.30 hs. Última función: 16 de diciembre. En El Extranjero, Valentín Gómez 3378, Buenos Aires. Localidades: $60, Jubilados y estudiantes: $40. Reservas: 4862-7400.  


20 de noviembre de 2011

TEATRO | "Durmientes" de Florencia Bergallo | El seudobolche y sus dos mujeres (o la historia de un tren que no avanza)

Por Cecilia Perna


Ni bien me hablaron de la obra tuve, con el nombre, un impacto de acepción. Durmientes no me hacía pensar en el acto de dormir, sino en las maderas que atraviesan las vías del tren, las que sostiene el peso de los rieles. Leí algunos datos de la obra, e incluso una entrevista a la directora, Florencia Bergallo, esperando algo que me devolviera esa imagen ferroviaria… pero no sucedió. Durmientes, parecía siempre apuntar al mundo del sueño. Así que me dispuse a pensar alegorías de potencias en letargo, en invernaderos lúmpenes. Y, antes de ir al teatro, empecé a  imaginar mundos posibles. Se me había dicho: una casa ocupada, un hombre y dos mujeres. Así que abandoné las líneas paralelas de las vías del tren y me dediqué a imaginar triángulos. El que encontré en la escena me sorprendió. 






Era una cuestión de compensaciones. Él, alto. De energía y de tamaño. Una arista que abarcaba mucho. Una arista que aparenta (aparenta, digo) sustentar todo, proveer. Dar techo y comida, aunque la comida faltara y el techo, fuera provisorio y ajeno. Él daba definiciones del mundo, daba perspectivas de la vida, daba órdenes. Un rey del reino de la mismísima nada, él, el seudobolche. Un destructivo, un renegado, un negador de la realidad, falsificador de valores, esperpento de la simulación… un pavo. Un machista de izquierda, de esos que no valen la pena. Una gran piñata de energía que promete sorpresas adentro y está  hueca como un tronco viejo. 

Ella, la primera ella en escena que es la segunda ella en la casa, es una gran muñecota que aparenta (aparenta, digo) una inocencia boba. Una chica lenta, alguien diría. Su nariz llegaba a la altura de la nariz de él, y era alta y gigante y preciosa, arrastraba su fuerza al piso, crecía desde el piso, y los pasos las palabras las ideas que llegaban a la boca, se tomaban su tiempo en subir. Y esta lenta gigante y bella, que carece de dote intelectual, tiene sin embargo la apertura de la experiencia, su sabiduría. Ella recién entra a la casa y es la que siempre está más pronta a irse. Más cerca de la libertad.

La otra ella, o la ella una, hace años que vive atrapada. Es pequeña. Y si alcanza la nariz de él es a fuerza de un continuo desplazamiento. Como una bola de fuego que salta y lo ocupa todo a gran velocidad. Es un animalito desesperado que rebota contra los fierros de la jaula, o una animalita, quizá, animalita de la autoconciencia. Ella sabe todo, entiende todo, su cabeza es una luz, un pozo de rubia claridad que hace juego con los ojos, ella es inteligente, brillante y ágil. Trepada a los muebles, por todas partes colgada, ella lo supera, a él, lo sobrevuela, su cabeza está por encima, y sin embargo, cuánto más lejos de escapar, se encuentra quizá, que su compañera. Es una luz atada.

La escena aquí, entre estos tres, es una pura cuestión de poder, de maniobras y contra maniobras alimentadas por los deseos de avance. Es un triángulo de durmientes que juegan a ver quién está sobre el otro, quién se apoya sobre quién, quién soporta más peso. Pero por los durmientes de este triángulo, no circula el progreso: esta es una construcción sin salida, una panoplia de falsas promesas. No hay vía de escape allí, no pareciera: los triángulos no conducen  a ninguna parte.

Dramaturgia y Dirección: Florencia Bergallo. Con Julián Krakov, Lola Lagos, Victoria Roland. Escenografía y diseño de luces: Julieta Potenze. Diseño de vestuario: Paola Delgado. Realización de escenografía: Julieta Potenze, Ariel Vaccaro. Realización de vestuario: Paola Delgado. Fotografía: Brenda Bianco. Diseño gráfico: Brenda Bianco. Entrenamiento corporal: Mariana Tellechea. Asesoramiento dramatúrgico: Marcelo Bertuccio. Asistencia de dirección: Gisel Robles, Ximena Seijas. Prensa: Ezequiel Hara Duck. Producción: Florencia Bergallo, Julián Krakov. Última función 4/12/2011. Elefante club de teatro, Soler 3964. Tel. 4821-4425.