Por Eugenia Guevara
Después de ver Apátrida, doscientos años y unos meses, o durante, pensé en Luca Prodan, pensé en Copi, pensé en Gombrowicz, pensé en mis amigos que hace diez años se fueron de la Argentina y nunca volvieron. Pensé en mí. Pensé en aquellos que, probablemente más como un síntoma generacional que como una actitud filosófica, podían sentirse retratados, esbozados, incluidos y aludidos por la idea (o las ideas) que sustenta (n) la obra escrita-ópera hablada, dirigida e interpretada por Rafael Spregelburd, con el apoyo en escena de Federico Zypce interpretando instrumentos no convencionales, pero también operando, bailando y saludando.
El texto dramático se basa en la correspondencia que en 1891 mantuvieron Eduardo Schiaffino y Azul de Prusia, seudónimo de Eugenio Auzón, un crítico de arte nacido en España. El tema: el arte nacional. Schiaffino, luego de haberse instruido en Europa gracias a una beca, expone junto a un grupo de artistas, en la calle Florida de Buenos Aires, y con ello pretende fundar, tal vez, un arte nacional. Pero Eugenio Auzón se opone encarnizadamente a la existencia de un arte nacional y además reza: “Habrá arte argentino dentro de doscientos años y algunos meses”. El crítico considera pésimas las obras de esa exposición, donde reinan Juan Moreira en múltiples versiones y las cebollas.
Spregelburd interpreta a cada uno de los contrincantes, subiéndose a una pequeña tarima para ser Schiaffino, el apasionado defensor de un arte argentino, y bajándose, para ser el cínico y lúcido Auzón que no solo descree del arte "argentino" sino que con sus palabras cuestiona todo el tiempo el concepto mismo de "patria" y/o "nación" y, de alguna manera, sugiere que al concepto de "identidad", no habría que explorarlo a partir de esos parámetros. Zypce musicaliza con folklore cuando la referencia a Juan Moreira o la tendencia moreirista en el arte lo amerita, o deja deslizar la cortina de Almorzando con Mirtha Legrand primero y del noticiero del 13, después. Spregelburd como Auzón llega a amplificar los latidos de su corazón. La disputa postal entre artista y crítico termina en duelo. Un duelo que le "revela" a Auzón que el hecho de ser un "apátrida" terminará por silenciarlo.
Cada momento representado, la inauguración de la muestra en la calle Florida, la crítica de Auzón, la disputa y el duelo, se enmarcan en una escenografía que va mostrando sus capas, como de cebolla, desde el terciopelo con dorado de los cortinados de la galería de arte hasta los delgados árboles apretados del bosque donde ocurre el duelo.
Lo mejor de todo, es decir, lo que hincha, intensifica y multiplica los sentidos posibles de Apátrida, ocurre al final con dos piezas musicales, que mantendré en el anonimato porque sus presencias son una sacudida después de casi dos horas de viaje mental a través de un texto que fluye para recalcar que no se trata solo de la imposibilidad de definir qué es el ser nacional sino que además carece de sentido hacerlo. Con la primera, los protagonistas ejecutan una una coreografía inesperada y graciosa, y con la segunda, una canción que cierra de manera perfecta, me dan el mejor regalo que pueden hacerle a alguien que es y ha sido por más de 20 años fanática de Depeche Mode.
Dramaturgia y dirección: Rafael Spregelburd. Con: Rafael Spregelburd y Zypce. Composición y ejecución: Zypce. Textos: Rafael Spregelburd, sobre las cartas originales de Eduardo Schiaffino y Eugenio Auzón (1891). Viernes a las 20.30 hs. Última función: 16 de diciembre. En El Extranjero, Valentín Gómez 3378, Buenos Aires. Localidades: $60, Jubilados y estudiantes: $40. Reservas: 4862-7400.
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