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14 de enero de 2015

LIBROS | "Cuando fuimos grandes" de Hugo Salas | Siete cuentos


Por Eugenia Guevara


´¿Qué pasó cuando fuimos grandes? De alguna manera el libro de cuentos de Hugo Salas puede leerse como una respuesta a esa pregunta casi en forma de cronología desordenada. Siete cuentos muy diferentes crean universos particulares cargados de detalles al tiempo que arman otro universo mayor habitado por una multiplicidad de voces: hay una voz infantil, una que proyecta marcada por discursos e imágenes que atravesaron a una generación, la nacida durante los 70, como también hay una voz centenaria y sobre todo, hay voces adultas, jóvenes o maduras, tampoco es tan claro, voces que hablan sin pudor ni hipocresía y sobre todo con lucidez y sentido del humor de las relaciones humanas, del pasado y el presente. 

Lo primero que alegra de Cuando fuimos grandes es la capacidad de crear puntos de vista disímiles, algo que en la "joven" literatura argentina, donde el yo- autor absorbe y domina al yo-narrador, escasea. Incluso usando de manera predominante la primera persona. Como ejemplo, basten los extremos, en dos voces femeninas: en De fuerza mayor, una anciana de clase acomodada, que ya ha pasado los 100, cuenta la historia más oscura que vivió con los suyos, cuando eran jóvenes, en un barco. La historia más oscura y la más secreta. Recuerda a La aventura de Antonioni: el viaje, el barco, los burgueses, la impunidad, el juego, el aburrimiento, eso es evocado desde muy lejos en el tiempo y en el espacio por una mujer al borde la muerte. En ¿Qué quiero ser cuando sea grande? la voz es la de una niña de tercer grado, de una escuela de Santa Cruz, que escribe una composición sobre ese tema. Aquí es evidente el peso del imaginario construido alrededor del "desaparecido", pasado por el tamiz de la razón infantil. Un imaginario donde lo mítico, lo heroico, lo romántico, lo bello y lo cruel se mezclan en la creación de unos personajes novelescos y una historia culposa: la historia repetida por los discursos oficiales, literarios, cinematográficos, políticos, periodísticos, sobre el militante primero y el desaparecido después especialmente durante los primeros años de democracia. 

Finalmente, de este conjunto de textos encantadores, adoramos un par de cuentos sobre lo que podríamos llamar "disoluciones de pareja" o quizá "disoluciones amorosas" pero precisamente es el amor el que está en conflicto, si es que existe. Hay en ellos tal consciencia de lo que puede llegar a ser el "amor" y esa consciencia está expuesta de una manera tan descarnada que toca. Fatal, uno de los pocos relatos escritos en tercera persona, transcurre durante las vacaciones de una pareja en un lugar que se imagina paradisíaco, aunque sean muy pocos los instantes de ese viaje en los que ellos logren ser felices, o algo parecido. Muy bien contado, entretenido, con diálogos que fácilmente nos familiarizan con el "código" de la pareja, pinta en pocas escenas el esfuerzo que puede implicar el "amor". Algo así pasa con Las horas que pasan ya no vuelven más, con la diferencia de que en este mundo pareciera que sí hay un amor, uno sexual, posesivo y brusco, donde sin embargo también el deseo y la violencia pueden ser parte de una puesta en escena.  

"Cuando fuimos grandes", de Hugo Salas. Alción Editora. Septiembre 2014, 85 páginas.

8 de diciembre de 2014

LIBROS | "Estrategias de la pena" de María Esther Vázquez | Poemas tristes


“Este libro mínimo y a menudo melancólico renueva la nostalgia por todo lo perdido, olvidado no se sabe dónde, y recuperado a través de la pena”. 

Por Sylvia Nadalin

De su autora, María Esther Vázquez, figura conocida y emblemática de aquella histórica literatura argentina, todos conocemos un poco. Que inició su vida literaria en la Biblioteca Nacional de la mano de su director, Jorge Luis Borges, con quien trabajó durante muchos años; que escribió más de veinte libros, muchos de ellos premiados, y que el gran amor de su vida, con quien compartió 47 años de matrimonio, fue el poeta y ensayista Horacio Armani, fallecido en mayo de 2013. Esa inmensa pérdida ha sido el motor inconsciente que movilizó la escritura de este pequeño libro de penas.

A través de la poesía, género exquisito y hondo, Vázquez revive, tejiendo alegorías y metáforas, la infancia, la adolescencia, el miedo, la soledad y aquel amor perdido que hay que olvidar para seguir viviendo. Y la naturaleza como el gran escenario humano: lluvia y mar y jacarandás; y la idea de un más allá esperanzador y calmo. Un pequeño libro de recuerdos que la pena y el duelo vuelven hondo e intenso.

En pocos meses, María Esther Vázquez escribió un libro que podemos leer en un día y volver a él por años porque sus versos evocan el devenir de nuestra propia existencia: “Se acordará, ¡Dios mío! /de la mano enlazada, /apasionadamente,/ al final de la tarde,/ al final de los días,/ al final de los años".

"Estrategias de la pena" de María Esther Vázquez, Editorial Victoria Ocampo, 2014, 59 pág.

13 de diciembre de 2013

LIBROS | "El desierto y su semilla" de Jorge Barón Biza | La novela argentina del siglo




“También me invadió la pregunta que nos asalta siempre cuando se suicida alguien que conocemos bien: hasta dónde y cómo fuimos cómplices. Me obligué a abandonar esa inquietud enseguida; intuí la amenaza del ejemplo, la idea sencilla y equilibradora de una corrección con otro balazo.” (J.B.B.)


Por Eugenia Guevara
A mis 20 años conocí a Jorge Barón Biza. Más o menos a esa edad, él había vivido la tremenda historia que relata en El desierto y su semilla, la única novela que escribió y que editó pagando de su bolsillo- como aclara la solapa de la reedición de Eterna Cadencia - en 1998. Llegó una noche a la clase de Literatura Argentina, cátedra que integraba, y empezó hablando del graffiti para terminar con Basquiat. Ese mismo año, una película americana sobre la vida del artista le daba cierta popularidad pero aún nadie lo conocía. Jorge sí. No recuerdo qué dijo pero puedo verlo claramente caminando de un lado al otro del aula, hipnótico, captando la atención de todos, incluso la mía que es huidiza y dispersa. Jorge tenía los brazos cruzados sobre la espalda mientras lo hacía y no nos miraba. Un par de años después, fue habitual verlo. Era simpático, inteligente, divertido. En esos años publicó su novela autobiográfica y mis amigos tuvieron enseguida su ejemplar. Autografiado. Lo leyeron. Los marcó. No pudieron creer durante años que me hubiera quedado afuera. Y cuando quise encontrar el libro fue tarde. Después, Jorge se suicidó, con lo que hallar su preciosa obra fue imposible – razón para elogiar y agradecer esta iniciativa – y sólo más de una década después, gracias a esos milagros que a veces ocurren en Internet, logré leerlo en versión digital. Ahora la noticia de la reedición me hace tan feliz que quisiera comprar cientos para regalarles a todos, porque todos deberían leer y dejarse marcar por El desierto y su semilla. Por Jorge, y la historia de Jorge según la contó Jorge con una lucidez, una visceralidad y un compromiso rarísimos de encontrar.

La historia comienza en el instante posterior en que Arón, padre de Mario, el protagonista, arroja ácido a la cara de Eligia, su mujer, y madre de Mario. Ese día de 1964 ella creía que iba a conseguir un postergado divorcio, luego de muchos años de idas y vueltas alocadas. A partir de ese momento pavoroso, el mundo de Mario y Eligia – ella es sin dudas el enorme personaje de la novela – se desenvuelve en hospitales, injertos, cirugías, médicos, enfermeras, pruebas y errores. Viajan a Milán y se instalan en una clínica donde atiende el mejor cirujano reconstructivista del mundo. Paralelamente, mientras acompaña y colabora en la supuesta curación de Eligia, Mario logra “construir” otra vida italiana: en la calle, en el bar, con su amiga Dina, la prostituta, y también con Sandie, la cheta hija del coleccionista de arte y los turistas australianos.

Ya desde el impresionante título está presente en el texto la idea del mal, un mal del que el autor, desde muy joven, empezó a burlarse. Un mal natural, porque “…la voluntad de ser malos era irrisoria ante la disposición tan superior de los hechos y las cosas.” Atravesada por otra voces - el protagonista en el pasado en sus composiciones escolares o crónicas revisteriles, entre otras - la novela de Barón Biza desnuda a partir del mito familiar (que se remonta a tiempos anteriores al ácido: con las vida excéntricas y apasionantes de su padre Raúl y de su madre Clotilde Sabattini) no sólo una historia sino la historia de un país, que también es desierto y semillas.

Intenté que otro escribiera sobre esta obra maestra difícil de encasillar, original y potente, pero sobre todo bella y lúcida. Una de las mejores novelas de la literatura argentina del siglo XX, aunque el canon lo ignore. Quise escaparme de las emociones o las ideas que me inundaban al pensar en ella. Porque hablar de El desierto y su semilla es hablar de mí, y cuando digo "mí", no quiero decir "yo" sino "uno", aquello que uno es como resultado de lo que otros han sido y de cómo uno ha de (sobre) vivir a partir de eso.

"El desierto y su semilla" de Jorge Barón Biza. Eterna Cadencia 2013. 224 páginas.

7 de octubre de 2013

ENTREVISTA | Alejandra Rey | Imprimir, armar y salir



Por Mauricio Bertuzzi

Nació en Buenos Aires el 3 de septiembre de 1980 y desde los ocho años reside en Neuquén Capital. Acaba de publicar Estúpido Señor Cats y defiende el trabajo autogestionado.


En el año 2010, luego de años de ensayo, Alejandra Rey publica su primera novela, Fines y Principio, y comienza a vender los ejemplares “puerta a puerta”: “Me di cuenta que lo difícil no era editar sino que lo difícil en realidad era promocionar el libro. Un día, por necesidad económica, salí a la calle y tuve la suerte de que la primera persona que encaré para venderle mi publicación, me compró. Eso me entusiasmó. Seguí caminando, vendiendo y llegó el momento en que tuve que reimprimir mi primer libro.”

Al mismo tiempo, invita a un pequeño grupo a realizar lecturas en bares, para incentivar el acercamiento de la gente a la obra de los autores locales. A esta iniciativa también se suman músicos que matizaban las veladas literarias. Ese movimiento surgió con un nombre: “Letras Ambulantes”. A partir de allí, y trabajando sobre la idea de generar mecanismos propios de edición, distribución y venta de las obras, comienza a editar títulos de otros autores, al costo, con el sólo fin de dar batalla a un sistema de edición inalcanzable para el común de los artistas independientes. Posteriormente se suma la edición y producción de discos y la publicación de una revista.

“Cuando publiqué mi primer libro tuve hasta la necesidad comercial de presentar al público nuevo material; tenía que encarar a quien me había comprado con algo nuevo. Se me presentó, entonces, una dinámica muy interesante, que fui aprendiendo con el paso del tiempo. Lo bueno de ir editando de manera independiente es que, al hacer tiradas cortitas, puedo corregir todos los días.”

En julio de este año publicó en España la novela Lola, la historia de una escritora que enloquece enamorada de un personaje de su libro. Y actualmente se encuentra presentando “en sociedad” el libro Estúpido Señor Cats.

“Siempre se me hace bastante difícil explicar de qué trata lo que escribo. Puedo decirte que Estúpido Señor Cats es uno de los libros más rebeldes que haya escrito, pues acabó en un sitio absolutamente desconocido e insólito para mi. Aunque quizás en esa misma rebeldía encuentre algo parecido a una respuesta. La novela cuenta el proceso de transformación en el que puede sumirnos la culpa. El protagonista se encuentra con un costado suyo que realmente no le gusta, que jamás sospechó. Y se abre camino desde la negación hasta la irresponsabilidad de echarle la culpa al azar, el destino o la maldición.”

La venta de material en la calle comienza en Neuquén, zona que con el paso de los meses se hace pequeña. En ese momento, inicia la aventura de viajar, ofreciendo su obra, en las calles de más de veinte ciudades, desde Rawson hasta La Rioja.

“Al principio me compré un mapa de la ciudad de Neuquén y todas las mañanas decidía una especie de recorrido, tratando de no repetir lugares, domicilios. Pero empecé a viajar porque creía que Neuquén era muy chico. Durante 2011 recorrí cerca de 15.000 kilómetros de ruta, y vendí cerca de 3.500 ejemplares. Pero Neuquén es inmenso, mucho más grande de lo que pensé en un primer momento. Hay meses enteros en los que no me muevo de 6 ó 7 manzanas.”

Las redes sociales ayudan a la hora de comercializar la producción literaria de Alejandra Rey. “Parte del mito es que para comprar mis libros, el público tiene que esperar que yo golpee su puerta. De todos modos, pueden contactarme a través de Facebook y decirme ‘vení Alejandra, te estamos esperando’”.

* Estos fragmentos pertenecen a una entrevista más extensa realizada al escritor en el programa de radio Ladrones de tinta, que se emite los viernes a las 14.30 por FM 103.7 de la ciudad de Neuquén  por  Radio Unco Calf.

26 de septiembre de 2013

LIBROS | "Philip Lecop, detective" de Fernando López | Una saga policial en Córdoba


Por Sylvia Nadalin

El cordobés Fernando López, autor de varias novelas y relatos policiales premiados en el país y en el extranjero  regresa a la escena literaria con una provocadora serie de episodios protagonizados por un detective que tiene la impronta de la exclusión tanto de los códigos del género negro como de la sociedad clasemediera y conservadora de la otrora docta y clerical Córdoba mediterránea.

Felipe Gallo y Yésica Gómez saben que no hay futuro posible sin un nombre que imponga estatus. Hay que nominar como nominan los cultos para ser bendecido por su aura, más aún para ejercer una actividad tan primer mundo como la detectivesca. 

A partir de este prejuicio (confirmado por su experiencia de exclusión), nace Philip Lecoq (en su versión francesa), un joven de 22 años, desocupado y ratero (“roba porque no tiene laburo”) que se enamora en una comisaría de La Yési, una piba adolescente que se prostituye para vivir, quien al curarle las heridas que le deja la fuerte golpiza policial lo convence de reencauzar su vida a través de una profesión honesta y románticamente admirada, la de detective.

Las aventuras que se tejen a partir de ese feliz encuentro estructuran los tres primeros episodios de una serie de diez que el autor tiene pensado escribir. La idea que subyace al proyecto es redefinir los espacios y personajes que conforman el mundo del delito, donde “los peores delincuentes no son los que ponen el cuerpo y se enfrentan a balazos con los policías, sino los que roban desde un escritorio con una computadora. No son mejores personas los jueces que los delincuentes o las prostitutas”, sentencia Fernando López. Estos sobreentendidos ideológicos y culturales se materializan a partir de ciertos recursos como la parodia y el humor popular que funcionan como una contracara cínica del metafísico y pesimista detective del policial negro tradicional. 

Las rupturas se evidencian también en sus rescates literarios: López incorpora y visibiliza los márgenes de Córdoba, aquella que habla, trabaja, desea y sueña con otro lenguaje, otros valores y otros (pocos) recursos. Phillip y La Yési son una realidad arrolladora de esos “otros” que sobreviven tejiendo lazos solidarios y peleando contra los mecanismos de silenciamiento que imponen los que presiden la normalidad. 

Normalidad que es retratada a través de un escritor fantasma contratado por Philip para narrar sus mejores casos, los que deben ser adornados con “el humo de cigarros, la noche oscura, el whisky añejo y la lluvia torrencial”, un guiño paródico a los estereotipos del género. Aquí el campo de la literatura abre un espacio a la cultura no letrada pero con una cláusula: las opiniones que Philip quiera agregar al relato del escritor deberán ir entre paréntesis; casi una metáfora de sus propios límites sociolinguísticos.

Quien le aconseja estos trucos es CQ (“apócope o algo así de Cara Quemada”) un personaje que supo mantener un equilibrio inestable con la ley, una especie de detective malogrado con una historia personal secreta y un perfil que rescata las mejores y más oscuras figuras de la novela policial. 

Los primeros tres libros son relatos breves, de fácil lectura. En el primer Episodio, Falsa rubia con tacones, Philip Lecop debuta desenredando el malentendido ante la muerte de un famoso empresario en un hotel alojamiento en circunstancias confusas. En el segundo, Animales de la noche, el joven detective experimenta sus primeras vacaciones junto a su esposa y su bebé en Puerto Madryn, donde imprevistamente lo contratan para esclarecer la desaparición de dos personas. Y en el último No te Rías si me muero, López se mete con un tema tan común para el común de la gente como normalizado por el poder: agarrar un “perejil” para tapar chanchullos de pesados.
 
Novelas breves, difíciles de encasillar, tramas simples pero atractivas, personajes queribles que recorren escenarios cotidianos de Córdoba, lenguaje híbrido que recrea modismos y giros que otorgan verosimilitud a los diálogos entre personajes que, al fin (!), tienen un lugar heroico en nuestra literatura.

Los tres episodios fueron editados por la Editorial Raíz de Dos.

29 de mayo de 2013

ENTREVISTA | Guillermo L. Bawden | "Buscaría una guerra cualquiera para morir"


Por Florencia Mayra Gargiulo

Guillermo es escritor y co-conductor en Burdocracia, programa que se emite por radio La Crema, pinta cuadros con técnica mixta y es cantante en la banda The Búhos.
Nació en Córdoba en 1977, fue editor de Tintadenegros Ediciones (2009-2012), dirige la colección “Bonzo” de poesía de Llanto de Mudo Ediciones y forma parte del equipo Editorial Nudista.
Tiene dos libros publicados en papel y uno digital: Cuando mueren los peces (poesías escritas bajo la observación del cuadro El jardín de las delicias de El Bosco), Letra muerta y el próximo a editarse Grimorio del Búho. A ellos se suman dos más que se editarán hacia fin de año Centuria Vulgata y Marlboro Vox.

¿Cuál es tu miedo más intenso?

La mediocridad. Ser mediocre. Ser común, solamente bueno o solamente malo. 

¿Recurrís a medios alternativos para escribir?

Salvo la computadora soy híper clásico, tengo el cigarrillo en los labios, siempre de noche, de día corrijo y de noche escribo. Y muy de vez en cuando whisky y, escriba lo que escriba siempre pongo un canal de noticias, sin mirar la televisión pero prendida. Que haga ruido.

¿Por cuáles aspectos de la vida te sentís influenciado?

El sexo. Creo que es el monstruo principal de todo. El sexo y la muerte como decía Freud: “Eros y Thanatos”. Escribir con y contra la muerte y por y para el sexo. Creo que esas fuerzas son las que inundan todo, no solo la literatura. Todo.

¿Cuál te parece el mayor problema de la sociedad?

Somos una especie fallida. Por más que uno analice los problemas por medio de las estructuras socio-económicas creo que somos un mal bicho. Y que estamos enfermos de poder y ese es el problema en general, siempre va estar rondando en la cabeza de nuestra especie la necesidad de poder, por ende estamos fregados. El concepto de poder es lo que complica la humanidad, sobre todo los poderes que no se ven, no tanto los gobiernos institucionalizados, que también son un problema, pero no el principal… el problema es el poder que no se ve, el que te hace creer que no existe.

Estuviste internado. ¿Cómo resultó esa experiencia?

Estuve en tratamiento por una depresión clínica. Lo más interesante puede que sea que reafirmé conceptos propios. Sobre todo mi cinismo. Suelo sentir que todo lo bueno que me pasa no me satisface, ya que me tenía que pasar, es como una consecuencia lógica y sin embargo todo lo malo que me sucede siento que es culpa mía, sin atenuantes y sin “socios”.

¿Cómo se desenvuelve el amor en tu vida?

Es muy importante, como creo que lo es en todos los seres humanos, aunque no es lo más importante. Se me ocurren al menos cinco cosas más necesarias que el amor para la vida. ¿Mis relaciones? Nunca estuve más de siete u ochos meses con una misma chica. Voy, vuelvo. El mayor tiempo de convivencia que tuve fue una semana. 

¿Qué pasa con las entrevistas hoy?

A mí me resulta raro hacer entrevistas, porque estoy haciendo muchas como si fuera famoso. Me parece que estaría muy bueno auto-entrevistarse…

¿Cómo te sentís en esta?

Raro, porque…es como un maquillaje que determina lo que hacés. 

El feedback…

Claro, es el ida y vuelta y aparte es un arma de doble filo, ahora estoy acostumbrado o me acostumbré más, pero siempre hay una tensión de decir algo, o de tratar de decir algo interesante. Pero en este caso es distinta porque no está basada en por qué escribiste tal libro o tal cosa, o de qué se trata tal libro…

¿Qué pregunta no te hice y quisieras responder?

¿Cómo me gustaría morir? Me gustaría morir, como lamentablemente no se puede morir…en una carga de caballería o en su defecto, en combate y creo que cuando sienta que ya no hay mucho más por hacer, buscaría una guerra cualquiera para morir. Si puedo elegiré algún bando…

No querés perder ni en la muerte...

Jajaja, pero morir, caer. Me gustan las defensas heroicas, los que pelean aunque saben que no van a ganar. Hay un montón de batallas históricas en las que me hubiese gustado pelear, por ejemplo: Termópilas, en la batalla del lago Trasimeno, en Zama, Gaugamela, Issos, en Agincourt y más modernas como Tobruk, Montecassino, Minsk, Carentan, Normandía. Manheim, en la ofensiva del Thet. 

22 de abril de 2013

LIBROS | "Bajo este sol tremendo" de Carlos Busqued | El mundo desnudo





Por Sylvia Nadalin


Bajo este sol tremendo, novela no ganadora del Premio Herralde 2009 pero recomendada para publicación por el jurado, ha sido para Carlos Busqued “un retardador del suicidio”. Busqued es un tipo de 43 años, chaqueño de nacimiento, con pasado adolescente en Córdoba y presente en Buenos Aires. Trabaja en la UTN, hace radio y en la última elección votó a Cristina.

Su novela dice todo lo que uno sabe del mundo, pero no quiere/no puede/no debe contar o si lo cuenta, como otros lo han hecho, carga en sus personajes los sesgos culturales, políticos y filosóficos que no ha revisado de su propia vida. Son algunas de esas novelas existenciales o realistas con finales esperanzadores y hombres culposos y conscientes.

Busqued no intenta esa estrategia en ninguna de sus páginas. Sus personajes son descriptos con el mínimo de recursos identitarios, vacíos de estereotipos o perfiles psicológicos y libres (¡gran genialidad!) de reflexiones moralizantes. Son outsiders anestesiados emocionalmente, excluidos funcionales de un sistema social perverso.

La estructura del libro tiene una construcción cinematográfica de historias alternadas mediante personajes que se cruzan para resolver el final. Empieza con un documental de los calamares Humboldt en Discovery Channel y una llamada de Duarte que le avisa a Javier Certati que su madre y su hermano fueron asesinados por su concubino en un pueblo remoto del Chaco argentino, Lapachito.

Despedido de su trabajo (“por falta de iniciativa y conducta desmotivante”), Certati decide viajar en su auto al lugar de la tragedia para ultimar los detalles funerarios y hereditarios. La ruta sobrevivida a porros, el mísero pueblo aletargado por el furioso calor, la escena del crimen; los diálogos con Duarte, ex suboficial devenido albacea del asesino y gestor chantajista que le propone cobrar a medias el seguro de vida de la obra social, transcurren como planos fijos, monocordes, irrespirables. Luego sucede la mudanza de Certati a la casa de su hermano muerto: son escenas dantescas las que describen el atolladero de papeles, objetos y mugre que el difunto juntaba en la calle para sobrevivir.

La historia paralela relata las peripecias delictivas de Duarte y Danielito, un adolescente indolente que junto a su madre son víctimas de un submundo de violencia y delincuencia que maneja y explota el ex militar y jefe de la banda.

Toda la novela está descripta en acciones: viajes, mudanzas, trámites, secuestros, robos y diálogos que se encargan de contarlas desnudamente. No hay tonalidades diferenciadas ni estados mentales o psicológicos que generen/hagan suponer/o alteren las conductas y actitudes de los personajes. La homogeneidad de esa atmósfera sórdida está armada a través de elementos repetitivos: todos los personajes miran documentales, todos comentan la vida y costumbre de animales cuasi monstruosos (calamares gigantes, insectos, elefantes asesinos), todos fuman marihuana todo el día, todos hablan lo justo y necesario para cumplir con esas acciones de supervivencia doméstica.

Ante la ausencia de resquicios morales la apatía invade el todo, la crueldad es más horrorosa ante la insensibilidad de los personajes y la sensación de asfixia que Busqued magistralmente construye mediante esas conversaciones lacónicas impregnadas de silencios que cuentan hechos terribles desde una naturalización espeluznante hacen de la novela un texto impresionante.

"Bajo este sol tremendo", Anagrama, Primera Edición española 2009, Tercera Edición 2012. 184 páginas. 

25 de marzo de 2013

ENTREVISTA | Gerardo Burton | Un tanguero en el desierto


Por Mauricio Bertuzzi


El poeta Gerardo Burton nació en Buenos Aires hace 62 años y se fue a vivir a Neuquén en la mitad de su vida, en el año ’86. Desde allí recuerda en primera persona los tiempos de la poesía como espacio de resistencia y a fundamentales poetas y publicaciones patagónicas de finales de los 80. También se refiere al periodismo, a la pintura y a su producción, influida por los vientos del sur. 

Poesía sin pretensiones

Yo escribía poesía desde la adolescencia pero sin ninguna pretensión y tenía varios libros publicados. Cuando vino la dictadura militar en el año 1976 se produjo una cosa interesante, al cortarse todos los canales expresivos. Muchos empezamos a juntarnos a partir del ejercicio expresivo de la poesía. Y encontramos que la poesía era un lugar de resistencia.
Nos juntábamos en editoriales muy pequeñas como Botella al mar, que funcionaba en un departamento muy pequeño de Once; dirigida por Arturo Cuadrado, un poeta de la Generación del ’27, un exiliado español que fundó la editorial con Luis Seoane después que le robaron el nombre de Emecé. Este tipo juntaba unos poetas y ahí empecé a publicar.
Comencé a escribir con la idea de salir, de trascender. Eso fue un punto de partida que sirvió para transformar lo que era expresivo, resistencia, en una búsqueda de la palabra, en un tratamiento diferente de la palabra. Con ese equipaje me vine para acá. 

Los poetas de la Patagonia

En Neuquén ocurrió algo muy interesante. En el año ’87 había un grupo de jóvenes escritores que habían estado en el Círculo de Escritores Patagónicos y que editaban la revista Coirón, una revista de 3 números como casi todas las revistas de poesía. Sólo tres números pero de una potencia impresionante. Trabajaban en toda la Patagonia. Dos de ellos, por ejemplo, Sergio Sarachu y Eduardo Palma Moreno la recorrían en un Citroen buscando poetas. Traían sus textos y sacaban la revista a pulmón. En esa revista le hicieron una entrevista por primera vez a Irma Cuña y recuperaron su poesía. Y esto vale mencionarlo porque tanto Irma como la revista Coirón significaron un cambio con la literatura que se escribía en esta parte del mundo.
Porque acá estaban los escritores regionales: Milton Aguilar, Gregorio Álvarez, Marcelo Berbel, Lastra, etc., todos adultos en la época del ’60. La cosa cambió con Irma Cuña y la revista Coirón porque ellos se plantaron desde una perspectiva más universal. Ellos ensayaban escribir como Walt Whitman, Ezra Pound, Ernesto Cardenal, Juan Gelman, y originaron una poesía única y genuina. Única porque no había antecedentes de eso y genuina porque era profundamente patagónica. Macky Corvalán, Aldo Novelli, Ricardo Costa, Sergio Sarachu, que manejaban estéticas cruzadas, incorporaron nuevas técnicas de verso. Y tenían algo en común: una cuestión de pertenencia a un lugar marginal, a una periferia pero con un diálogo universal. Por ejemplo, Raúl Mansilla es de Comodoro Rivadavia pero su poesía es como el tango que habla de un barrio; habla de eso pero es universal; el tipo puede ser leído y gozado en cualquier lado. Eso pasa con la literatura que se hace acá.



Periodista y poeta

Escribo periodismo por una necesidad de sustento; poesía, por una necesidad de existencia. Roberto Juarroz decía que la única poesía válida es la poesía necesaria. Yo creo eso. La poesía lo fue desde el momento en que me puse a escribir de manera sistemática y sigue siendo necesaria actualmente.
Uno de mis libros se titula Radiofotos, un homenaje a cómo se recibían las fotos en las redacciones de los diarios: unos papeles impresos con un registro muy malo. Lo empecé a escribir a partir de hechos ocurridos en varios países, que aparecían en la sección Internacionales. Era como intentar ver los acontecimientos desde los ojos de la víctima. En la guerra de Chechenia, en la invasión a Kosovo, en las represiones en Argelia, en el atentado a la AMIA. Lo que no recogía la crónica periodística yo intenté levantarlo en estas crónicas poéticas.

Método Burton

En general ando con una libreta donde escribo a mano. Cuando la termino, paso en la computadora. Hago una impresión y empiezo a corregir. Eso puede llegar a tener 10 versiones. Hay un proceso de descarte y de separación. Por ejemplo, ahora voy a publicar poemas que parecen piolines, hilachas. Son muy cortados, breves. Pero hay otros que se van conformando de otra manera. Depende un poco de la forma que hayan adquirido al principio porque no tengo un plan. No me sale. Por eso creo que fracasé en mis intentos de escribir una novela.
Un libro inédito es uno de tangos, que es un poco una historia familiar en paralelo con la historia argentina. Otros dos son poemarios de amor, uno a titularse Linda y fatal, como el tango.
También trabajo mucho con la pintura. Hago acuarelas y es algo que me interesa porque es otro lenguaje y sirve para oxigenarme. Escribo poesía, hago periodismo, radio... son muchas palabras, entonces me saturo. Y para pintar se necesitan silencios.
Intento un tratamiento diferente de la palabra. Uno de los datos importantes de la Patagonia es el clima, el viento, la tierra, la absoluta sequedad y eso es algo que hace que mi poesía sea algo más austera, mas enjuta; aunque no hable del camello el desierto se nota.

* Fragmento de la entrevista realizada al escritor en el programa de radio Ladrones de tinta, que se emite los viernes a las 15.30 por FM 103.7 de la ciudad de Neuquén  por Radio Unco Calf.

7 de marzo de 2013

ENTREVISTA | Humberto Bas | El hombre que empezó a escribir muy tarde




Por Mauricio Bertuzzi


Humberto Bas nació en San Ignacio, Paraguay, y vive desde hace más de 20 años en Neuquén. Publicó La culeada y otros cruentos (2008), El Superpalo (2010) y participó de un libro colectivo, Punta Karajá, relatos sobre fútbol (2012) con el cuento "Putus versus".

Tu primer cuento publicado fue "La culeada". ¿De qué trata?

"La culeada" es un relato sobre una mujer y su relación con su marido. De alguna manera sufre no solo la violencia física sino también el desamor, y desde ahí realiza un diálogo interno con su madre, quien también forma parte de esa violencia a la que es sometida. Es una tragedia; más que un cuento es una especie de vómito que es muy difícil de comentar porque no importa tanto la anécdota sino el trabajo del lenguaje, el impacto que pueda generar la construcción del relato. "La culeada" fue llevada al teatro por Grisel Nicolau hace 5 años y sigue dando vueltas por ahí.

Cuento, obra de teatro, novela, ¿cómo definís el género con que vas a abordar tu historia?

Desde el razonamiento pienso que en la realidad no existen los géneros, no hay una diferencia taxativa entre lo que sería poesía y lo que sería narrativa. Eso más bien es una diferencia de mercado, de cómo se ofrece la mercancía libro; una especie de cosificación de los géneros. Particularmente, me gusta más cuando están íntimamente imbricados los géneros: la cuestión narrativa, que tiene otros tiempos, otra forma de manejar espacios o la historia; y la cuestión poética, que tiene otra manera de tratar el estado del lenguaje. Hay un momento donde uno cuenta y un momento donde uno se vuelve lírico. Hay una simbiosis y eso es lo importante. Entonces, ¿por qué a veces me sale un cuento y por qué a veces me sale una novela? Se instala una necesidad que va demandando el formato, el tiempo, el tono, el ritmo, o directamente va al fracaso. Tengo más experiencias frustradas que exitosas en esta aventura de escribir. 

En este sentido, El superpalo es una novela con momentos poéticos. ¿Cómo fue su génesis?

El superpalo me llevó 10 años. Me puedo definir como alguien que empezó muy tarde a escribir, entonces ir armándome como una especie de oficio implicó, a la par de estar escribiendo, mucha lectura. Entonces, si hay distintos momentos en la novela, como una especie de capas arqueológicas, de alguna manera también están hablando de los distintos momentos de mi vida. No es que una sola persona compacta, homogénea, quiso escribir El superpalo. Más bien, El superpalo me escribió a mí.

El superpalo tiene descripciones urbanas. Ahora que vivís en un ámbito rural, ¿cómo incide esto en tu escritura?

Es muy importante la vivencia en la escritura. Esto forma parte de una especie de prototeoría que tengo. Me parece que a la mayoría de los escritores de nuestra generación le falta experiencia de vida. Hay mucha experiencia de lectura. Esto de alguna manera se refleja en la escritura, produciendo una especie de saturación del registro urbano como fenómeno. Pero no hay una mecánica en la manera en que la vivencia personal se mete en la literatura. No hay una relación automática. No es lo mismo, por ejemplo, tener la experiencia de la guerra y escribir sobre la guerra que haber leído sobre la guerra. Una de las novelas más impactantes del siglo pasado sobre la guerra es Viaje al fin de la noche de Céline, que es un testimonio crudo e irónico sobre la guerra, de una persona que pasó por ella. En ese sentido, ahora estoy viviendo en un ámbito rural y estoy escribiendo cosas ambientadas en un ámbito urbano. Mi trabajo actual, incluso, está más anclado a Neuquén, no porque me interese narrar Neuquén hoy; no tengo ningún deber ser con Neuquén.

Mencionas la importancia de la lectura. ¿Qué estás leyendo?

Mi última lectura fue Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy del irlandés Laurence Sterne. Es una aventura fascinante porque de alguna manera veo que en esa novela están presupuestas todas las otras grandes novelas que a mí me han gustado. Incluso creo que está presupuesta la novela de Macedonio Fernández. La novela es de 1750 y según algunos autores es la primera que desciende directamente de El Quijote; se llega a decir que El Quijote tuvo hijos del otro lado de La Mancha, y ese hijo es la novela de Sterne.

¿Cómo elegís lo que leés?

Un libro o un autor me lleva muchas veces a otro libro, siguiendo alguna corriente o tradición. A Laurence Sterne llegué por Julián Ríos, autor de Larva. También a partir de Julián Ríos, conocí a Arno Schmit.  

En ese sentido, ¿qué función cumplen las otras artes?

En Larva, que es una aventura lingüística extraordinaria, está muy presente la pintura. Uno tiene la sensación que Ríos escribe porque no puede pintar. Y en muchas otras obras está muy presente la música, no solamente las otras artes están como tema; también están como modo. En la novela es muy importante el ritmo, el tono. A veces, uno se da cuenta si un autor, una autora escuchan o no música. Y se da cuenta hasta del tipo de música que escucha. Por ejemplo, cuando leo a Néstor Sánchez puedo adivinar que detrás de eso hay una jazz session. Ahí la lectura también exige otra cosa. Exige una especie de observación, una participación necesaria. En Arno Schmidt, en cambio, está muy presente la música contemporánea, atonal.

* Estos fragmentos pertenecen a una entrevista más extensa realizada al escritor en el programa de radio Ladrones de tinta, que se emite los viernes a las 15.30 por FM 103.7 de la ciudad de Neuquén  por  Radio Unco Calf.

25 de enero de 2013

LIBROS | "Cámara Gesell" de Guillermo Saccomanno | El hombre, lobo del hombre


“Esta noche, hipócrita lector, mi semejante, mientras estás empezando a leer este libro, novela, cuentos, crónicas (…) acá, en el chalet del Pinar del Norte, alguien, un agrimensor progre se está garchando su nene, alguien, un mecánico, en una casa de chapa de La Virgencita está fajando a su mina, alguien, un peón borracho en el corralón acogota a otro peón borracho durante un partido de truco, alguien…”

Por Sylvia Nadalin

Tan o más brutales que las frases iniciales de este texto inmenso y ambicioso que Guillermo Saccomanno construye a partir de innumerables historias escuchadas en una imaginaria Cámara Gesell que, como el nombre real de su Villa costera, funciona como esa gran habitación vidriada donde se observan los interrogatorios policiales o la conducta de niños sin ser perturbados por la presencia de extraños, una semblanza de época y de país que todos, aun con ciertas reservas ideológicas, reconocemos como propio.

Y sin embargo hay un lugar y un tiempo que intentan delimitar el aquí y ahora de los relatos: la Villa, centro turístico de la costa atlántica en un momento que puede leerse como posmenemista (que el autor inteligentemente no confunde con posneoliberal), y en Occidente, como el estadio enfermo del actual capitalismo. Por eso el lugar es intercambiable o si se quiere, emblemático de un tipo de sociedad que se reproduce a partir de ciertas condiciones semejantes de conciencia histórica.

Estas características se potencian en esos grandes infiernos que –se sabe- generan los pueblos chicos. Como Faulkner, Saccomanno indaga esa esencia monstruosa del qué dirán los inmutables otros que controlan desde ese panóptico brutal la violenta socialización burguesa. 

Puestos en escena, más de doscientos personajes recrean historias atravesadas por una misma tragedia: la de la violencia en todos sus registros humanos. Y el panorama es desolador: niños abusados, adolescentes cuyo futuro está marcado por embarazos precoces, delincuencia y prostitución juvenil, drogas y alcohol como síntoma más que como escape y vidas al límite que valen menos que un apriete o una coima para lograr negociados millonarios, y donde los dueños de las leyes, el poder y la política se reparten las ganancias en nombre de la prosperidad y el progreso.

En esa ficticia Cámara Gesell los pobres cuentan cómo se juegan su supervivencia en la puesta en escena de su único capital: el cuerpo, ese que es violado, quemado, baleado, expulsado a la periferia, vendido o “tratado” para seguir siendo invisibilizado por quienes monopolizan el status de ciudadanos. Los “cabezas” o los “bolitas” son la otredad, descartable pero útil como ejército de reserva de votos o desagote de cloacas y mugre doméstica.

Las narraciones son fragmentarias, a veces casi nietzschenianas por el tono admonitorio y la fuerza de la brevedad; cada uno de esos cientos de personajes se desnuda o es desnudado en un relato cuyo manejo de la oralidad hace de Saccomanno un escritor que sabe de quién habla y cómo habla cuando decide hacerlo hablar.

Entre esos relatos de la cotidianeidad aparecen los artículos de El Vocero, el diario semanal en el cual escribe Dante, un periodista que se refugia en ciertos recuerdos escolares con Rodolfo Walsh para calmar la culpa que le supone saberse derrotado. Funcional a los intereses que le aseguran la periódica pauta publicitaria, Dante representa la conciencia progresista de la intelectualidad media argentina, esa cuya valentía se limita a ser un poco menos hipócrita que el resto. Porque Dante –como aquel señor medieval- también es capaz de describir el infierno. 

Después están los poderosos, las familias bien y los hombres de la ley y la política, todos ellos ligados por favores y contactos que le permiten beneficios económicos y judiciales que se reparten feudalmente desde el fin de la dictadura.

Como telón de fondo, la Villa esconde los mismos fantasmas y las mismas miserias que el país que cuenta: el horror de los cuerpos encontrados en sus costas y los sobrevivientes que lograron reinventarse un rol en las nuevas reglas del mercado democrático.

El hilo invisible que recorre el texto es de índole filosófico-moral a través de una búsqueda estética sino del mal, de los mecanismos humanos y sociales que lo posibilitan, que a veces se leen como individualismo, vacío existencial o paranoica y líquida seguridad personal.

Saccomanno, hay que decirlo, escribe una novela que duele, molesta, incomoda por su hiperrealismo, enoja cuando reproduce todos los discursos que hoy monopolizan el ágora pública, y que, en esa obsesión por contar, algunos personajes rozan el prejuicio o el más liviano estereotipo sociocultural. No obstante, logra eso que dicen, dijo Tolstoi: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Noble tarea en tiempos de reflejos narcisistas.

Guillermo Saccomanno, Cámara Gesell. Planeta, 2012. 549 páginas.

8 de enero de 2013

LIBROS | "Tres cuentos" de Martín Rejtman | La realidad es idiota


Por Andrés Taurian

1.


En estos Tres cuentos, como en todos los de Martín Rejtman, parece importar más la narración -la acción de narrar- que la historia, la caracterización de los personajes o el alardeo sobre la forma, siempre señalada sutilmente. El lugar común diría cuentos que avanzan y en los que nada pasa. Pero la verosimilitud de los relatos (lograda por la naturalidad del tono sin edad y el reiterado y burlón uso de lugares comunes) y la precisión con que se desarrollan esconden un entramado de numerosas reflexiones sociológicas (siempre contadas, nunca dichas), en especial sobre clases sociales, y lo hacen a pesar de que “la superabundancia pareciera traducirse en ausencia, haciendo que las situaciones que se desencadenan con un ritmo vertiginoso sean a menudo leídas como constantes disgregaciones dentro de una trama inexistente”, como dijo Sol Etcheverría con motivo de Rapado (1992), primer libro del autor.

2.

Con protagonistas paradójicamente solitarios y despersonalizados (solitarios a pesar de la multiplicidad de interacciones, despersonalizados a pesar de la acción permanente) para quienes los viajes y las mudanzas parecen ser una forma de autoreseteo, los tres cuentos -de unas cien páginas cada uno- se desarrollan en un contexto de clase media acomodada y tienen como factor común numerosas observaciones sobre arquitectura y referencias a Internet  el mundo de la música y los Estados Unidos.

Este-oeste narra por un lado el viaje Argentina-Chile de un grupo de amigos que acaban de terminar el secundario y por otro, el recorrido de costa a costa estadounidense que hace un joven artista porteño. Sobre la inconformidad con la propia vida y la imposibilidad de vivir otras.

Eliana Goldstein cuenta una relación amorosa mediada por la marihuana en la que las personas son poco más que objetos intercambiables. Consideraciones sobre el teletrabajo y la influencia de las drogas en la decodificación del arte.

El diablo retrata el recuentro y la posterior vida en común de dos adolescentes que fueron mejores amigas durante la infancia. Sobre las diferencias entre la vida en el campo y la ciudad.


3.

Como ocurre con la escritura de Sergio Bizzio o Samanta Schweblin, los textos de Rejtman parecen más determinados por la semiótica que por la lingüística y la teoría literaria, lo que probablemente se debe a su formación y trabajo como realizador cinematográfico.

Con un registro hiperrisible (“Me parece que funciona una productora de publicidad, porque entran y salen jóvenes con anteojos de marcos rectangulares de colores y ropa que parece de feria americana pero que es obviamente nueva y de marca”) coloreado de guiños autoreferenciales (“Yo había llegado a la presentación del libro de pura casualidad, no tenía ningún interés en ese tipo de eventos, me gustaba leer, pero el mundo literario me resultaba tan ajeno como los programas de chismes de la televisión”), Tres cuentos reafirma -como dijo Graciela Speranza con motivo de Velcro y yo (1996), segundo libro de Rejtman- la sospecha de que también la realidad es idiota.

"Tres cuentos", Mondadori, 2012.

2 de diciembre de 2012

LIBROS | "Borgestein" de Sergio Bizzio | Realismo semiótico


Por Andrés Taurian

Sergio Bizzio procede en Borgestein a través de una fuga creativa hacia delante. En su trabajo hay corrección del estilo pero no de la historia, que avanza a través de la improvisación y resulta en un relato hiperbólico. Sin embargo, consigue sostener un discurso verosímil trabajando, por ejemplo, sobre los efectos de realidad: "Me aparté y caminé un rato seguido a corta distancia por una señora que llevaba un balde de plástico en la mano. Hicimos casualmente el mismo recorrido, en zigzag, hasta que la señora llegó a un chalet con un gnomo de orejas puntiagudas en el jardincito delantero. Las copas de los árboles habían sido cortadas en forma de cubo. Un hombre semidesnudo lavaba el auto en la vereda".

Un psiquiatra decide alejarse de su mujer (una actriz famosa a quien nunca ve despierta) y de la ciudad después de haber sido atacado por Borgestein, uno de sus pacientes, poeta, por lo que se muda a una casa en la montaña, cerca de un pueblo, donde no tiene "más proyecto que leer, fumar, beber y dormir", aunque terminará trabajando para silenciar una cascada ("una puerta-ventana de cuatro hojas la encuadraba a conciencia, como si la construcción de la casa hubiera comenzado por allí") y relacionándose con los personajes que surgen: un loro adicto a las descargas eléctricas del enchufe, otros poetas, algunos habitantes del pueblo y varios curiosos.

La novela está atravesada por frecuentes superposiciones autor-narrador, carece de referencias espaciotemporales concretas y tiene un registro coloquial, oral, repleto de reflexiones psicológicas, existenciales y metalingüísticas, incluso al interior de la historia: uno de los poetas que visita la casa encuentra el manuscrito de lo que el protagonista lleva narrado de Borgestein y pone en abismo la narración. No obstante, por cosas como la agudeza de sus imágenes sensitivas (la mayoría visuales: "aunque por diferentes razones, las dos tenían anteojos negros, así que debí reflejarme de espaldas en los anteojos de Clara y de frente en los anteojos de Julia" o "alcé un brazo hacia el mozo y dibujé en el aire un pequeño electrocardiograma pidiendo la cuenta"), la escritura de Bizzio no parece tanto lingüística como semiótica.

En fin, Borgestein es una muy buena novela y revalida a su autor -aun cuando tiene mejores obras- como uno de los mejores novelistas argentinos vivos.

"Borgestein" de Sergio Bizzio. Editorial Mondadori, Buenos Aires, 2012. 192 páginas.