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22 de abril de 2015

BAFICI | "Theory of Obscurity: a film about The Residents" de Don Hardy | Anatomía de un anonimato


Por Ángel Rofrano

Con cuarenta años de carrera y más de sesenta discos en la calle, The Residents se convirtió en una banda de experimentación musical y audiovisual famosa por el enorme desconocimiento y la poquísima información que ha circulado sobre sus miembros durante todo este tiempo. Varias razones acompañan esas circunstancias, pero fundamentalmente dos: la primera es que siempre, desde el primer momento de su existencia, los miembros de la banda subieron al escenario disfrazados y con sus rostros cubiertos con máscaras, y cuando no, tocando detrás de telones que impedían ver sus caras. Además, jamás dieron una entrevista a la prensa ni se fotografiaron sin caretas, razón por la cual todavía, después de cuatro décadas, nadie sabe realmente quiénes son estos extraños residentes. La segunda razón viene con el título del film puesto en práctica: la Teoría de la Oscuridad, o la creencia de que solo un artista puede ser verdaderamente libre y auténtico en sus creaciones si se mantiene en el anonimato, evadiendo la prensa, el culto a la idolatría y la necesidad de pertenencia a la industria del star-system. Es por eso también que los Residents, a su edad temprana han creado su propia discográfica, Ralph Records, y su propia productora, The Cryptic Corporation.  

Entonces, ¿qué se puede decir en un documental acerca de una banda de la que poco y nada se sabe? Algunos datos interesantes: se formaron en San Francisco en los tempranos '70, obtuvieron su bautismo al recibir por carta una respuesta fallida de una discográfica que, al no encontrar un nombre artístico que se hiciera cargo de la música que les había llegado por correo (acorde a la lógica del anonimato más radical de sus autores), dirigió su respuesta a "los residentes", de donde luego el grupo tomó su nombre. También filmaron películas muy extrañas que pocas veces vieron la luz, inventaron el videoclip mucho antes de que tuviera ese nombre, y son probablemente los artistas más influyentes y originales de los siglos XX y XXI. El film recoge parte del inabarcable material de la banda y los testimonios de músicos como Les Claypool (Primus), Jerry Harrison (Talking Heads) o Jerry Casale (Devo) y de personalidades asociadas a ellos de una u otra manera, como Penn Jillette, presentador oficial del grupo, o Matt Groening, fanático confeso y de quien se ha dicho (junto a George Harrison, David Byrne o Frank Zappa, por nombrar solo algunos) que ha sido uno de los hombres detrás de las máscaras. También están las infaltables palabras y anécdotas de los miembros de las corporaciones crípticas residentes ya mencionadas, únicos personajes autorizados para hablar en nombre de los miembros de la banda, como lo son los míticos Homer Flynn y Hardy Fox.

Pioneros indiscutidos en la experimentación del videoclip, el cd-rom y el laser disc, vanguardistas en todos los aspectos posibles, reyes de la ironía y de la música experimental, The Residents son, sobre todo, un concepto de banda: inclasificables, irreconocibles e iconoclastas. Sus seguidores alrededor del mundo se convierten de inmediato en sus devotos, fetichistas y fanáticos incondicionales; y, por el contrario, sus detractores los detestan, no los pueden ver o escuchar sin irritarse y querer escapar de inmediato a sus sonidos deformes y aterrorizantes. Theory of Obscurity es un documento genial, sublime. Permite introducir a los ajenos adentro de ese viaje sin retorno junto a esas voces raras de San Francisco; pero, por otro lado, para sus fundamentalistas fanáticos es probable que el film no funcione mucho más que como un repaso de los desconocimientos y misterios ya sabidos y conocidos de antemano. Sea cual fuere la ubicación de cada uno, amante o detractor, discípulo o radical enemigo, este film es una cita imperdible para conocer todo lo poco que se puede saber sobre una de las bandas más misteriosas e interesantes del universo.

BAFICI | Documentales sobre cómo filma, piensa y mira Jarmusch



Por Ángel Rofrano

Gracias a una entrevista que le realizó hace unos años a Jim Jarmusch durante el festival de Cannes, la periodista y joven cineasta francesa Léa Rinaldi pudo convencer al tímido realizador norteamericano para que le permitiera participar con su cámara del rodaje de sus dos últimas películas: The Limits of Control y Only Lovers Left Alive. Obtener el sí del viejo poeta del punk le llevó unos 9 meses de espera desde la mencionada entrevista, y resultado final son estos dos íntimos e interesantes documentales en los cuales se puede ver a un Jarmusch siempre sereno, bromista, perdido dentro de sí mismo y, sobre todo, cuestionando su propio trabajo como guionista y director, agregando constantemente una cuota de dinamismo, frescura y originalidad a sus películas y cambiando a último momento el punto de vista ya elegido y estudiado para las cámaras, los escenarios acordados o reescribiendo las escenas que se están filmando y que, sin completarse aún, ya han quedado viejas para la rápida y ambiciosa mirada del canoso Jim. Algo así como un permanente boicot sobre sí mismo como método creativo, pero en contra de cualquier método creativo posible; y todo muy en clave Jarmusch.

La primera de las películas Behind Jim Jarmusch transcurre en Sevilla, durante las filmaciones de The Limits of Control en el castillo de Alcázar y en las callecitas y recovecos de esa bella ciudad. Entre el caos sonoro de la urbe y la multitudinaria presencia de lugareños, técnicos, actores y asistentes, se puede ver al tranquilo Jarmusch siempre intentando incorporar esos elementos del azar de sus locaciones a las historias que captura con sus cámaras y su mente. Aquí, durante los rodajes y los traslados, él habla con Léa y nos regala unas cuantas declaraciones interesantes sobre música, cine o poesía, pero nunca una opinión sobre su trabajo en particular, cosa que sabemos detesta hacer. La segunda película, Travelling at Night with Jim Jarmusch, captura las vampíricas tomas nocturnas de la filmación de Only Lovers Left Alive, su música, su sangre, los colmillos y, especialmente, el clima metafísico y mágico que le da Jarmusch a sus sets; el infinito respeto y el tiempo eterno que se toma para hablar con cada uno de los miembros de su equipo, desde los actores más famosos hasta los asistentes y ayudantes más ignotos, y la devoción cuasi religiosa de todos ellos por ese trabajo en conjunto. Pocas veces se puede ver un ambiente de filmación en el cual la horizontalidad y la idea de que el cine es, efectivamente, una creación colectiva se vuelven tan palpables y reales como en este documental. Y todo se debe, al menos, a dos factores: la enormidad de Jarmusch como realizador, persona y poeta 24/7, su claridad conceptual en su perpetua búsqueda, y el nivel de intimidad y ternura de la cámara de la directora de ambos films, que permite un acercamiento inusitado a un personaje que es bien conocido por ser extremadamente reservado, tímido y privativo.

Los títulos de las películas de Rinaldi rinden un culto fiel a su resultado final: estar durante 50 minutos montados en las espaldas de Jarmusch y poder ver, casi con sus propios ojos, ese mundo etéreo y ralentizado de su poética fílmica; y viajar hacia el fin de la noche —y si llegara a hacerse de día, siempre con los anteojos negros puestos— junto a la actitud y la cabeza de ese punky intelectualoide al que queremos tanto, desde hace tanto y por tanto.

19 de abril de 2015

BAFICI | "Caricaturistes - Fantassins de la démocratie" de Stéphanie Valloatto | Documental que despierta dudas amargas


Por Ángel Rofrano

En un formato de clásico documental de difusión, Caricaturistes - Fantassins de la démocratie de Stéphanie Valloatto se dedica a recorrer las obras y peripecias que rodean los trabajos de un grupo de caricaturistas de fama y renombre mundial que publica sus dibujos en los principales periódicos de los países en los que residen, cuestionando y ridiculizando (con muchas razones justificadas) a funcionarios y a sus gobiernos. Tomando como hilo conductor la históricamente conflictiva relación entre la política y el humor, las denuncias sobre el abuso de poder, la corrupción, la censura o la incompetencia de los políticos se ve reflejada en las entrevistas y en la labor artística, comprometida y periodística de algunos popes del género como Plantu en Francia, Rayma Supran en Venezuela, Michel Kichka en Israel, Jeff Danziger en Estados Unidos, Mikhail Zlatkovsky en Rusia, Damien Glez en Burkina Faso,  Slim en Algeria, Baha Boukhari en Palestina y Nadia Khiari, la creadora de la famosa tira del gato Willis from Tunis, en Túnez. Periódicos como Le Monde, The New York Times o la satírica GBICH en Costa de Marfil son algunos de los escenarios de los inconvenientes de la siempre castigada libertad de expresión, de sus limitaciones impuestas, de aquello que se puede y no decir, dibujar o publicar en materia de política y humor. 

Independientemente de la muy europea y políticamente correcta incorrección política del documental, una vez que ha finalizado y teniendo en cuenta que está fechado en 2014, surge de inmediato un puñado de preguntas, quizás un poco obvias pero a su vez muy misteriosas, que no encuentran una respuesta inmediata, o al menos no en el marco del film y de la proyección; porque, créase o no, durante la hora y cuarenta que dura el susodicho documental no se hace mención alguna al tristemente célebre semanal satírico Charlie Hedbo, ni a ninguno de sus integrantes. Abriendo un poco el puño y dejando hablar a la inocente curiosidad, siguiendo la lógica y los contenidos del film, cabe entonces preguntarse qué lugar ocupaba realmente para la opinión pública el semanario satírico asaltado por un grupo terroristas musulmanes en el pasado mes de enero. O, con mayor claridad, nos preguntamos desde la completa ignorancia: ¿no tiene ninguna relevancia un periódico semanal, que existe desde hace más de 20 años, dedicado a la satirización de la política, de los políticos, de la religión mundial y de sus líderes, para un documental francés exclusivamente focalizado en explorar esos tópicos? ¿O será que por una cuestión de sensibilidad social o cuidado personal, sus productores lo habrán editado después del atentado, dejando afuera las supuestas partes en las que aparecían los dibujantes del ensangrentado hebdomadaire?¿Ninguneo, sensibilidad o cobardía de sus productores? 

Sea cual fuera la respuesta y sin dejar de reconocer que Caricaturistes es un trabajo por demás interesante y bien logrado (a pesar de no ser muy arriesgado en su estética o en su forma de narrar), las paradojas que afloran por la ausencia del Hebdo no dejan de llamar mucho la atención, convirtiéndose el hecho en el comentario general de los espectadores, y dejando como resultado un gusto algo amargo y una claridad nada clara en el pretendido compromiso que el propio  documental intenta demostrar con respecto a la libertad de expresión que defiende. 

BAFICI | "Amor eterno" de Marçal Forés | Amor sin fronteras


Por Ángel Rofrano


En un mix entre el documental y la ficción, al menos en su comienzo, el segundo largo del catalán Marçal Forés, Amor eterno que participa de la Competencia Vanguardia y Género en el BAFICI, abre el juego y el debate con una serie de testimonios acerca de la existencia y la posibilidad de lo que comúnmente  llamamos "amor eterno", del amor a primera vista, o más sencillamente, acerca de ese amor del que tanto se habla a diario en todo el mundo, que se busca desesperadamente y con el cual también tanto se angustia la humanidad. Así, afinando el ángulo y concentrándose en la ficción de su relato, el film atestigua la relación entre Toni, joven alumno de un colegio de idiomas, y su profesor de chino, Carlos. Una tarde cualquiera ambos se encuentran de casualidad en el Montjuic, bosque catalán muy conocido por la vía libre que ofrece al sexo casual entre sus esporádicos participantes, y por esas cosas del amor, o mejor, de su ideal enfermizo e inalcanzable, Toni y Carlos comienzan una relación que transita desde la atracción y el rechazo hasta la obsesión insufrible, inevitable y profundamente peligrosa para su bienestar y sus vidas.

Trabajando las oscuras vueltas de la psiquis de sus personajes, Amor eterno se construye como un sólido thriller negro, en el que la enfermiza idea de la posesión del otro le gana terreno a la existencia de sus protagonistas hasta arriesgarlo y devorarlo todo. Con elementos propios del cine de suspenso, de terror, algo del gore, un poco del noir y del ya mencionado thriller psicológico, salvando las distancias, los fetiches y las botas, se vuelve casi inevitable la referencia a aquella histórica y polémica Cruising, dirigida por William Friedkin en 1980 y protagonizada por Al Pacino, en la cual, a causa de un asesino en serie cuyo target eran los homosexuales del ambiente leather, el levante gay entre extraños se tornaba un espacio de riesgo que ponía en juego la propia vida de sus participantes. Sin asesinos en serie y boliches leather como en la de Friedkin, el cruising de los personajes de Forés los conduce también por un camino que no conoce fronteras de ninguna clase.  Amor eterno es una de las tantas pruebas de que con poco se puede hacer mucho, y demuestra que después de su ópera prima Animals  y de este nuevo trabajo, el director catalán viene pisando fuerte en el cruising del cine independiente de habla hispana.

BAFICI | "Bird People" de Pascale Ferran | Tiró la película por la ventana



Por Ángel Rofrano

Dos personas antagónicas, dos historias paralelas se cruzan en el mismo escenario: el lujoso Hotel Hilton ubicado al pie del aeropuerto Charles de Gaulle en París. Él, norteamericano, empresario, gurú informático, una suerte de Bill Gates con algo de onda (lo cual no cuesta mucho esfuerzo), siempre cansado, estresado, aburrido de la normalidad laboral y social. Ella, francesa, empleada de servicio del hotel, estudiante desganada, malhumorada y solitaria. Gary y Audrey, respectivamente, no tienen nada en común, o quizás solo las ganas de soltarse de sus propias vidas, de salirse de sus trabajos, de la rutina y de la infelicidad que el combo costumbrista occidental genera en sus existencias, tal como en las de tantos otros. 

Hasta el momento queda bastante claro que en la historia de Bird People no aparecen muchas novedades y, además, se suman algunas desilusiones en relación a las expectativas que uno lleva a la proyección de un film de Pascale Ferran que es objeto de una retrospectiva en el BAFICI, sobre todo porque lo de "gente pájaro" que viene de suyo con el título, en principio, parece rápidamente plantarse como una metáfora obvia de las necesarias "ansias de volar" de sus propios personajes...pero no. Por suerte —y mucha, y en algo de esto reside la grandeza de su directora— ese preocupante, triste y trillado lugar común que por un momento parece instalarse en la película se rompe en mil pedazos junto al cuidadoso realismo y ese supuesto retrato del costumbrismo que el film parece reflejar desde un principio. 

Con un giro inesperado, absurdo y sobre todo muy gracioso,la película se reinventa y se reescribe como una metáfora surrealista, metafísica y delirante acerca de la libertad, de las miserias personales y de esos pequeños pero contundentes momentos de irracionalidad que le dan pleno sentido a la racionalidad aplastante de la calculadora y fría mentalidad occidental a la que tanto sucumbimos, no solo en la vida diaria sino también en el cine. Un gran aplauso para el último largo de Ferran, preciso, denso, payaso y claustrofóbico, animado a tirarlo todo por la ventana —incluyendo a una de sus protagonistas— para mantener viva la experimentación narrativa, aún después de tantos años de carrera y del largo camino en un bello y raro zigzag que viene transitando como guionista y directora.