Por Ángel Rofrano
En un mix entre el documental y la ficción, al menos en su comienzo, el segundo largo del catalán Marçal Forés, Amor eterno, que participa de la Competencia Vanguardia y Género en el BAFICI, abre el juego y el debate con una serie de testimonios acerca de la existencia y la posibilidad de lo que comúnmente llamamos "amor eterno", del amor a primera vista, o más sencillamente, acerca de ese amor del que tanto se habla a diario en todo el mundo, que se busca desesperadamente y con el cual también tanto se angustia la humanidad. Así, afinando el ángulo y concentrándose en la ficción de su relato, el film atestigua la relación entre Toni, joven alumno de un colegio de idiomas, y su profesor de chino, Carlos. Una tarde cualquiera ambos se encuentran de casualidad en el Montjuic, bosque catalán muy conocido por la vía libre que ofrece al sexo casual entre sus esporádicos participantes, y por esas cosas del amor, o mejor, de su ideal enfermizo e inalcanzable, Toni y Carlos comienzan una relación que transita desde la atracción y el rechazo hasta la obsesión insufrible, inevitable y profundamente peligrosa para su bienestar y sus vidas.
Trabajando las oscuras vueltas de la psiquis de sus personajes, Amor eterno se construye como un sólido thriller negro, en el que la enfermiza idea de la posesión del otro le gana terreno a la existencia de sus protagonistas hasta arriesgarlo y devorarlo todo. Con elementos propios del cine de suspenso, de terror, algo del gore, un poco del noir y del ya mencionado thriller psicológico, salvando las distancias, los fetiches y las botas, se vuelve casi inevitable la referencia a aquella histórica y polémica Cruising, dirigida por William Friedkin en 1980 y protagonizada por Al Pacino, en la cual, a causa de un asesino en serie cuyo target eran los homosexuales del ambiente leather, el levante gay entre extraños se tornaba un espacio de riesgo que ponía en juego la propia vida de sus participantes. Sin asesinos en serie y boliches leather como en la de Friedkin, el cruising de los personajes de Forés los conduce también por un camino que no conoce fronteras de ninguna clase. Amor eterno es una de las tantas pruebas de que con poco se puede hacer mucho, y demuestra que después de su ópera prima Animals y de este nuevo trabajo, el director catalán viene pisando fuerte en el cruising del cine independiente de habla hispana.
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