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18 de diciembre de 2015

THE END | El final del blog y las más leídas 2011-2015


Parece ser una ley natural. Todo termina. Ruleta China en versión blog también.

El proyecto tuvo hasta ahora dos etapas. Comenzó a fines de 2007 en el dominio www.ruletachina.com donde publicamos hasta el 2010, veintiséis números de una revista cultural mensual que intentó ser contra-agenda. Además, un libro que compila algunas de las entrevistas que les hicimos a grandes artistas - como Jodorowsky, Reygadas, Monti, Spregelburd, Dumont, Wallraff, Suzuki y Solondz, entre otros- editado por Doble Z anda por ahí como prueba.
En la primavera de 2011 - más que nada porque queríamos volver a mirar y a pensar el teatro - lanzamos el blog de reseñas, y más tarde, sumamos entrevistas. 

Ruleta China, el blog se termina sí, pero Ruleta China no. Nunca.  

Gracias por leernos y no dejen de seguirnos en Facebook que descansar, no descansamos nunca, por la cultura,‬ que lo atraviesa todo, tal como lo dijeron nuestros amigos de Birmingham.


Las más leídas de la etapa blog 2011-2015 fueron:

1. TEATRO | "El balcón" dirigida por Daniel Godoy | Santificada sea tu imagen
12 /07/ 2013 - Por Natalia Maya

2. ENTREVISTA | Humberto Bas | El hombre que empezó a escribir muy tarde
7 / 03 / 2013 - Por Mauricio Bertuzzi


3. TEATRO | "Los Opas (otro drama burgués)" de Daniel Dalmaroni | Chau, mamá
18 /04 /2012 - Por Sandra Ferreyra
 

4. LIBROS | "Cámara Gesell" de Guillermo Saccomanno | El hombre, lobo del hombre
25 /01 / 2013 - Por Sylvia Nadalin
 

 5. TEATRO | "Amar" de Alejandro Catalán | Soledad para seis
4 /06 / 2012- Por Eugenia Guevara

6. TEATRO | "Los días felices" dirigida por Lamberto Arévalo | Con la tierra al cuello
5 /06 / 2013 - Por Lía Noguera

7. TEATRO | "Las Prodigio" de Juan Gabriel Miño | Dos chicas complejas
4 /09 / 2013 - Por Gonzalo Marina

8.  TEATRO | "Todo lo demás no importa" de Andy Chacón Álvarez | Una delicia sonora
16 /08 / 2013 - Por Cecilia Perna


9.  CINE | "Un método peligroso" de David Cronenberg | Psiquis perturbadas

3 /03/ 2012 - Por Leonardo Maldonado


10. TEATRO | "Hernanito" de Alejandro Acobino | Cumbia evangelista, y de la buena
22 /05 / 2012 - Por Ximena Zabala


18 de agosto de 2015

ENSAYO | La Aurora es la Aurora | Poética de la heladera


Por Mauricio Bertuzzi 

Década del ’80. Los electrodomésticos irrumpen los hogares argentinos y duran más que el gobierno de Alfonsín. El Magiclick garantiza la chispa por 104 años y el Grundig es “caro pero el mejor”. La heladera Aurora viene con novedoso freezer y se promete eterna. Por eso, Luis Alberto Spinetta la cuela en una canción y Alejandro Finzi la incluye en una obra de teatro. Tecnología en la vida cotidiana y en el arte.

Este universo cotidiano, tecnológico, se presenta con humor negro en La montaña, cuarta canción del disco Peluson of milk de Luis Alberto Spinetta.



 

Hablaré con el jardín,
hablaré con el que se fue.
Todos quieren mi montaña,
todos quieren mi montaña.

De la mitad de las sombras
la mitad partida siempre...
Solo quedan las alturas,
solo quedan las alturas,

Trepen a los techos ya llega la aurora,
trepen a los techos ya llega la aurora.

Andaré por el corral,
donde no hay cautivos ya.
Pagarán por mi montaña,
pagarán por mi montaña...

Comeré lo que comer,
dormiré y me afeitaré.
La montaña es la montaña,
la montaña es la montaña...

Trepen a los techos ya llega la aurora,
trepen a los techos ya llega la aurora.

El tema adquiere otro sentido en el videoclip. Allí, el artista intenta atravesar un campo arrastrando un palo alrededor de una montaña de ropa sucia. O como explica Spinetta en Martropías de Juan Carlos Diez: “Un ser que tan trabajosamente lleva atada su propia conciencia, su designio. Es el personaje que arrastra esa madera sin sentido, en torno a la montaña de ropa, que es lo que se fue…”

Sobre el final del clip una humilde familia trepa a la terraza de su casa baja para festejar abrazada la llegada del flete que trae la heladera. “¡Es que durante 30 años te pasaron la misma propaganda! (explica). Entonces la Aurora ya no es la aurora, es una heladera. Y para esa gente representaba una doble aurora. No sólo subir al techo a ver la aurora, sino, además, recibir una heladera.”

Alejandro Finzi incluye una vieja heladera en su obra de teatro ¿En cuánto se derrite un cubito?, editada en Historias de un abuelo que vive lejos de sus nietos. Habitáculo último del último pedazo de glaciar que sobrevive en la Tierra.

Si bien no lo explicita, todos sabemos que ese personaje alto y con freezer es “su” heladera, una Aurora que al día de hoy conserva sus alimentos. “Una Aurora de la época en que los artefactos se fabricaban y duraban para siempre”, como se encarga de resaltar en cada entrevista.

Esa heladera teatral tiene “cartelitos, un calendario del año pasado, corazoncitos de ají, una ballena dada vuelta que al respirar deja deslizar sus gotitas aceitosas por toda la puerta. La ballena es un imán de goma. No está rodeada de kril sino de otros imanes de donde cuelgan siniestras facturas de luz y de gas… Imanes que ya se caen y donde hay números de teléfono que no quieren resbalar: reclaman una primera llamada a la enamorada, imploran otro al heladero; una urgente al plomero y la última, a la empanada (y todos sabemos de la urgencia finziana con el plomero).

En el texto, el viejo Jerónimo entabla una conversación salvadora con un cubito de hielo solitario, habitante único de la “eternidad de las cubeteras”, en un congelador que “no es la cueva del gigante Fingal. Esa queda en Escocia y entre las notas de una sublime obertura de Felix Mendelsshon.”

Finzi siempre da atención especial a la música y exige especial atención a los decorados sonoros de sus obras. En este caso, además de la cita mendelsshoniana la conversación entre el viejo y la heladera se interrumpe con los maullidos cortos en Si bemol y largos en La sostenido mayor de una gata.

Como Mendelsshon, Finzi y Spinetta parecen románticos pero son profundamente clásicos. Y en palabras del poeta patagónico, “el arte es la única forma de explicar la realidad”.

7 de enero de 2015

LETRAS | Acerca de la EDICIÓN 4 | A la hoguera


Por Mauricio Bertuzzi

En la París de 1534, una serie de pasquines contra Francisco I desata en octubre una brutal represión contra libreros e impresores; y se recompensa con 100 escudos a quien señale y revele el nombre de los colocadores de los pasquines. Así, el 10 de noviembre es quemado en la plaza un tipógrafo que había impreso y encuadernado libros falsos de Lutero; el 19 le toca el turno a un librero; el 24 de diciembre sube a la hoguera un impresor reincidente; y el 21 de enero de 1535, seis herejes son quemados en un pira encendida con libros encontrados en su domicilio. Previamente, el monarca prohíbe la impresión de cualquier libro en todo el reino.

Menos glamour que en París, hace unos años hubo que reasignar espacios en la Universidad Nacional de Córdoba y dos grandes depósitos de libros fueron el festín de los carreros que recorrían diariamente Ciudad universitaria. El acto depurador no se sirvió del fuego y, hasta ahora, no quedó documentado en ninguna novela.

En la Argentina hay una extensa tradición de quema de libros. Boris Spivacow, director y fundador de Eudeba y del Centro Editor de América Latina sufrió la quema de más de un millón de libros durante la dictadura argentina. Y digo sufrió porque “el vínculo de Boris con los libros era absoluto”.

Pero no hay registros de editores o imprenteros llevados a la hoguera. De todos modos, “La represión llevada a cabo no sólo afectó a las empresas productoras y distribuidoras de libros (sospechados de "subversión") sino que se materializó en desapariciones y asesinatos de las personas que significaran una "amenaza" para el proyecto dictatorial. Alberto Burnichon, Carlos Pérez, Héctor Fernández, Horacio González, Isabel Valencia, Roberto Santoro, Enrique Alberto Colomer, Claudio Ferrari, Maurice Geger, Silvia Lima, Conrado Guillermo Cerreti, Enrique Walker, Daniel Luaces, Graciela Mellibovsky, Pirí Lugones, Héctor Abrales, Diana Guerrero e Ignacio Ikonicof…”, dice Mauricio Bachetti.

En el prólogo a la edición de Farenheit 451, Ray Bradbury cuenta un cuento: “No mucho después de Bonfire escribí un cuento más imaginativo, pienso, sobre el futuro próximo, Bright Phoenix: el patriota fanático local amenaza al bibliotecario del pueblo a propósito de unos cuantos miles de libros condenados a la hoguera. Cuando los incendiarios llegan para rociar los volúmenes con kerosén, el bibliotecario los invita a entrar, y en lugar de defenderse, utiliza contra ellos armas bastante sutiles y absolutamente obvias. Mientras recorremos la biblioteca y encontramos a los lectores que la habitan, se hace evidente que detrás de los ojos y entre las orejas de todos hay más de lo que podría imaginarse. Mientras quema los libros en el césped del jardín de la biblioteca, el Censor Jefe toma café con el bibliotecario del pueblo y habla con un camarero del bar de enfrente, que viene trayendo una jarra de humeante café.

—Hola, Keats —dije.

—Tiempo de brumas y frustración madura —dijo el camarero.

—¿Keats? —dijo el Censor Jefe —. ¡No se llama Keats!

—Estúpido —dije —. Éste es un restaurante griego. ¿No es así, Platón? El camarero volvió a llenarme la taza.

—El pueblo tiene siempre algún campeón, a quien enaltece por encima de todo... Ésta y no otra es la raíz de la que nace un tirano; al principio es un protector. Y más tarde, al salir del restaurante, Barnes tropezó con un anciano que casi cayó al suelo. Lo agarré del brazo.

—Profesor Einstein —dije yo.

—Señor Shakespeare —dijo él.

Y cuando la biblioteca cierra y un hombre alto sale de allí, digo:
—Buenas noches, señor Lincoln...

Y él contesta:
—Cuatro docenas y siete años...

El fanático incendiario de libros se da cuenta entonces de que todo el pueblo ha escondido los libros memorizándolos. ¡Hay libros por todas partes, escondidos en la cabeza de la gente! El hombre se vuelve loco, y la historia termina".

5 de enero de 2015

LETRAS | Acerca de la EDICIÓN 3 | Una voz tenebrosa, temible y oscura

Por Mauricio Bertuzzi

Jacobo Fijman es un poeta maldito que, en la Buenos Aires de mediados de siglo pasado estuvo 28 años en un psiquiátrico sometido a electroshocks y otras prácticas “normalizadoras”. En la obra de teatro Molino rojo o un camino alto y desierto, Alejandro Finzi sitúa al poeta en el hospicio, donde ha recalado, detenido por la autoridad.

El acta de detención de Fijman destaca entre sus pertenencias: “77 libros de distintos formatos en encuadernación rústica y 9 libros en encuadernación especial, de distintos temas”.

En el “loquero”, entre enfermeras, médicos y quijotes, “entre la oscuridad y el silencio” en el que se perciben las voces “siniestras y desenfrenadas” de los habitantes del hospicio, “la tenebrosa palabra del editor”, una voz en off omnipresente, organizadora del relato, interrumpe el griterío.

La voz del editor es “tenebrosa, temible y oscura”, agónica y espantosa, y reclama los originales de un futuro libro de poemas que Fijman esconde entre sus ropas a lo largo de la obra. Trata de convencer al poeta:

“Fijman, por favor, no trate de esconder los originales. Es completamente inútil (…) Ahora he venido a llevármelos a la imprenta (…) Sólo sus manuscritos. Démelos. Usted ya sabe. ¿Imagina, acaso, la distribución que vamos a hacer de la obra? Nadie, nunca, soñó semejante distribución para su libro. Nuestra organización, estimado Fijman, es la más completa, la más vasta, inconmensurable, eficaz. La organización más perfecta de promoción y difusión a la que un poeta puede aspirar.”

“¿Sus otros libros? –sigue la voz del editor- ¿Quién se acuerda de ellos?: simples tiradas de 500 ejemplares, pagados por usted, con puchos de dinero que guardaba de esos trabajos miserables que conseguía ocasionalmente, o esos trabajos de maestro de francés, cuando deambulaba por las escuelas enseñando lo que podía, juntando monedas para pagar página por página de ediciones que nadie leyó nunca, que no interesaron a nadie.”

“Aquí lo que interesa es lanzarlo a usted como el gran poeta, el gran desconocido poeta al que nadie, jamás, comprendió”. 

“Entonces aparezco yo, el editor, el único capaz de descubrir un talento injusta pero irremediablemente olvidado”. 

Así, el editor, en la obra prologa y cuenta la vida de Fijman sin obedecer los pedidos de silencio del poeta.

En la obra teatral no se devela si el libro es finalmente editado.

Un libro que resiste el paso del tiempo a través de resistibles e irresistibles ediciones es Las flores del mal, de Charles Baudelaire. Su primer editor es Auguste Poulet-Malassis, famoso impresor parisino. Esta obra poética y la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert son juzgados en 1857 por ultraje a la moral y a las buenas costumbres.

Es la época en que, paradójicamente, todas las librerías comienzan a tener vidrieras, para exhibir la mercancía.

Charles Baudelaire pierde el juicio y se pasa la vida tratando de aclarar que su libro, aunque hubiera sido condenado por inmoral, es “profundamente moral”.

Poulet-Malassis es un claro ejemplo que refleja el oportunismo comercial que debe tener un editor: comercializa en la capital francesa una edición del libro censurado y sigue vendiendo “al resto del mundo” la edición íntegra de Las flores del mal al doble del precio original.


26 de diciembre de 2014

LETRAS | Acerca de la EDICIÓN 2 | Mostrar culo y calzón

Por Mauricio Bertuzzi

En la novela Memorias impuras, de Liliana Bodoc (Suma de letras) el cronista establece una peculiar relación con quien va a ser su suegro cuando decide escribir un “relato minucioso y verdadero sobre las revoluciones que estremecieron al Virreinato”. Alquila un cuarto en una posada y se dedica a “escribir, escribir...”

El tabernero del libro en poco tiempo se convierte en suegro, abuelo y editor: “Todo comenzó por el interés que manifestó por ellas (las crónicas) un huésped de cierto lustre que (...) se alojó un tiempo en nuestra posada. (...) Los conceptos de aquel ilustre huésped acerca de mi trabajo modificaron de manera evidente el trato que el tabernero me dispensaba. Durante días me sirvió dos cucharones de salsa, y llenó mi copa con su mejor vino todas las veces que yo la vaciaba.”

Comienza a interesarse, así, por la marcha del futuro libro, “y no porque le interesaran minucias escabrosas. Su única pasión eran las monedas... Lo movía el deseo de que escribiera yo un libro que pudiera venderse junto con el pan y el queso”.

Una tarde se produce la siguiente discusión:

“-¡Cuenta! Sigue contando. No seas remolón, muchacho.

-No es por vagancia que omito contar algunas cosas. Es por determinación de cronista, y por razones que me impone la poesía.

-¡Déjate de tonterías! Eres un joven inteligente. Piensa en el futuro de tu hija y escribe algo que la gente ansíe leer. ¡Una fornicación bien contada...! Eso será inolvidable.

-Por mucho que insista, no avanzaré en estos asuntos –dije.

Entonces mi suegro perdió el control sobre su fingida tolerancia.

-¿Qué estúpidas ideas tienes en tu cabeza? ¿Piensas desperdiciar la oportunidad de ganar el bienestar de mi hija y de mi nieta? ¿Y entonces que...? Entonces vivirás a mis costillas, escribiendo filosofías que nadie querrá leer”.

La discusión sube de tono y el “editor” sentencia a los gritos: “¡Escucha tú! Los filósofos han muerto. Y para tu información, la mayoría murió de hambre. Si quieres seguir escribiendo durante horas a costa de mi taberna, tendrás que empezar a hacerlo con menos ínfulas y con mayor acierto”.

“Algo más –mi suegro subía de color-: tú, que tanto dices, eres igual a esa tal Junia. ¿Por qué muestras el nacimiento del culo y después te subes el calzón? Si vas a contar algo, cuéntalo hasta el final. Y si no, te callas y vas a la cocina desplumar gansos para la cena”.

Más adelante, el posadero propone un ardid publicitario: 

“Deja así tus crónicas, muy seriotas; y a la vez echa a andar el rumor de otras páginas escritas por un sucio escritor que se dedicó a narrar lo que tú jamás habrías contado”.

El escritor reflexiona: “Yo amo la libertad tanto como tú la amabas, abuelo. Y si estoy en esta posada escribiendo mis crónicas bajo la luz ambigua de la invención es porque creo en ella. Creo en la gracia del cuento para decir la verdad”.

Sobre la verdad, Umberto Eco, otro novelista que gusta de relatar los entredichos entre autores y editores, no se fía de los autores, “que a menudo mienten”. Le cree sólo a los textos.

En Entre mentira e ironía aborda estos temas en cuatro ensayos sobre Alessandro di Cagliostro, Piero Manzoni, Achille Campanile y Hugo Pratt.

En el ensayo sobre Cagliostro critica por “credulidad indiscriminada” a quienes usan un testimonio o una fuente de información cuando otros la usan, independientemente de si es o no fidedigna/o. Esta crítica a los intelectuales, bien los acerca a los medios de comunicación, que todos los días hacen eso en el tratamiento de la noticia. Puede sonar exagerado pero en esto, periodistas, historiadores y vecinos actúan igual.

En el trabajo sobre Manzoni vuelve sobre el tema del lenguaje, afirmando que el lenguaje verbal es insuficiente para dar cuenta de la realidad, o se usa explícitamente y con malicia para enmascararla. (…) Esto es posible porque el lenguaje es engañoso por su propia naturaleza”.

También afirma que “lo más normal es que en la novela el lenguaje esté lleno de viento, si no de mentira”.

Pero estamos hablando de editores, que no tienen nada que ver con la verdad.

16 de diciembre de 2014

LETRAS | Acerca de la EDICIÓN 1 | Los hijos del Diablo


Por Mauricio Bertuzzi
desde Neuquén

La relación entre escritores, imprenteros y editores siempre fue complicada y no exenta de antológicas peleas. En su paso por Neuquén, Rafael Bielsa se molestó porque el editor cercenó cuatrocientas páginas de su primera novela. Y Goethe afirmó: “Todos los editores son hijos del diablo. Para ellos tiene que haber un infierno especial.”

En esta primera parte, narro algunas vicisitudes de este matrimonio por conveniencia que se reflejan en una novela histórica.

La tarea del editor no suele ser cronicada ni narrada regularmente. Aunque hay libros que reflejan en su trama los avatares de sus personajes en su encuentro con los antiguamente llamados “cagatintas”. Y generalmente, estos últimos no salen “bien parados”. Se cuenta que el poeta y periodista Thomas Campbell, en una velada literaria a principios del siglo XIX, brindó por Napoleón y causó un gran revuelo. Bonaparte era un tirano y un enemigo de su país, y Campbell al darse cuenta de su equívoco explicó: “¡Pero señores! Él una vez fusiló a un editor”.
Desde el año 2010 realizo un programa radial sobre libros que se llama Ladrones de tinta. Una novela histórica de Alfonso Mateo-Sagasta (publicada por Ediciones B) lleva ese nombre. En ella, el protagonista, Isidoro Montemayor, busca un tal Alonso Fernández de Avellaneda, escritor de la segunda parte de El Quijote, a pedido de su jefe, quien había editado la primera parte y veía perder su negocio con el libro. Francisco Robles, también librero y regente de un garito donde se juega y come de manera ilegal, se enoja:

“-¡De mi no se ríe nadie! (…) Necesito que lo encuentres. Quiero que te enteres dónde vive, con quien duerme, qué come y cuando caga. Lo quiero saber todo de ese desgraciado. Todo”.

Y a la vista del encargo y del dinero adelantado, la búsqueda no tiene otra finalidad que una “nueva” desaparición.

Isidoro, protagonista y narrador en el libro, dice sobre su trabajo: “hasta hace poco regenteaba el garito propiedad de don Francisco de Robles, librero del rey y hombre de muchos y variados negocios… y además me sacaba unos extras corrigiendo pruebas de imprenta y redactando gacetillas…”

Como buen conocedor de su oficio, afirma: “Me gusta el olor del papel y de la tinta, ácido y dulce, el aroma que expele un libro nuevo al hojearlo. Por eso no deja de asombrarme que proceda de una cueva como son la mayoría de las imprentas”.

La novela está ambientada en el Madrid del Siglo de Oro. Una época donde se escribe, se lee y se bebe en los bodegones.

Discutiendo en la mesa de un bar sobre los errores de la primera parte de El Quijote, Don José de Valdivielso, capellán del arzobispo de Toledo argumenta:

“Una pequeña distracción (…) Pienso que Don Miguel cambió de sitio los capítulos que tratan de la historia de Crisóstomo y Marcela, no sé si se acuerdan ustedes, una historia bien triste, y al hacerlo alteró el hilo narrativo anterior y causó el problema del rucio”.

Y explica: “Un lapsus razonable que, por otra parte, a lo mejor no hay que achacar al autor. (…) El impresor también puede tener responsabilidad en eso".

La trama va desnudando la verdad del asunto: el libro cuenta con un editor falso, con una licencia de impresión falsa, y hasta con un autor falso. “Los libreros son gentuza de la peor calaña que viven de exprimir a los escritores, de engañarlos, cualquier cosa que les pase les está bien empleado”, reflexiona.

Posteriormente, Isidoro sostiene con Lope de Vega el siguiente diálogo:

-Tengo entendido que a usted le disgusta que otros editen sus obras en su nombre.

-Creo que es asunto distinto. En mi caso un editor sin escrúpulos edita con mi nombre obras teóricamente mías pero que han sido tan alteradas que apenas conservan cuatro versos del original. Y además niega mi derecho a cobrar por ello.

-¿No cobra nada como autor?

-Nada. En cuanto se vende una obra a un comediante pasa a ser de su propiedad, y él la puede alterar, copiar, vender o hasta quemar si ése es su gusto. Al final las venden a los libreros y éstos las editan como les viene en gana.

28 de noviembre de 2014

VINTAGE * | DISCOS | "Broadway the hard way" (1988) de Frank Zappa


Ópera inochentosa


Por Mauricio Bertuzzi

Rockera, psicodélica, satírica, clásica, moderna, contemporánea, la obra de Frank Zappa es casi inabordable. Tan venerada y citada que un gato doméstico, dos asteroides y hasta un gen del microbio Proteus mirabilis llevan su nombre. Steve Vai, George Duke, Jean Luc Ponty, Adrián Belew, Alice Cooper, entre otros, tocaron con él y dan cuenta de su genio irascible. Aunque no cualquier disco es bueno para iniciarse en tan fascinante pero complicada escucha. Yo recomiendo Broadway the hard way, una ópera grabada en vivo en el año 1988 que sólo es ochentosa por el diseño gráfico de su portada (en tapa Frank Zappa aparece vestido con una remera rosa y un saco muy new-age).

Como excelente disco de rock y como todo disco de Zappa, el disco está plagado de referencias musicales, políticas, religiosas y es una parodia hilarante a todo el show business (desde Elvis Presley a Ronald Reagan, pasando por los predicadores televisivos). Aclaración: lo que se dice sobre Reagan fue escrito para Richard Nixon y bien puede leerse para George W. Bush.

Broadway the hard way tiene nueve canciones donde se destaca la calidad compositiva y el virtuosismo de los músicos que lo acompañan. En disco compacto apareció un año después y agrega ocho bonus track, entre ellos, una versión exquisita de Murders by numbers cantada por Sting. 

* Esta sección rescata el material que fue publicado en www.ruletachina.com, de 2007 a 2010, y que por ahora no existe en ningún otro lugar de la red. 

7 de octubre de 2013

ENTREVISTA | Alejandra Rey | Imprimir, armar y salir



Por Mauricio Bertuzzi

Nació en Buenos Aires el 3 de septiembre de 1980 y desde los ocho años reside en Neuquén Capital. Acaba de publicar Estúpido Señor Cats y defiende el trabajo autogestionado.


En el año 2010, luego de años de ensayo, Alejandra Rey publica su primera novela, Fines y Principio, y comienza a vender los ejemplares “puerta a puerta”: “Me di cuenta que lo difícil no era editar sino que lo difícil en realidad era promocionar el libro. Un día, por necesidad económica, salí a la calle y tuve la suerte de que la primera persona que encaré para venderle mi publicación, me compró. Eso me entusiasmó. Seguí caminando, vendiendo y llegó el momento en que tuve que reimprimir mi primer libro.”

Al mismo tiempo, invita a un pequeño grupo a realizar lecturas en bares, para incentivar el acercamiento de la gente a la obra de los autores locales. A esta iniciativa también se suman músicos que matizaban las veladas literarias. Ese movimiento surgió con un nombre: “Letras Ambulantes”. A partir de allí, y trabajando sobre la idea de generar mecanismos propios de edición, distribución y venta de las obras, comienza a editar títulos de otros autores, al costo, con el sólo fin de dar batalla a un sistema de edición inalcanzable para el común de los artistas independientes. Posteriormente se suma la edición y producción de discos y la publicación de una revista.

“Cuando publiqué mi primer libro tuve hasta la necesidad comercial de presentar al público nuevo material; tenía que encarar a quien me había comprado con algo nuevo. Se me presentó, entonces, una dinámica muy interesante, que fui aprendiendo con el paso del tiempo. Lo bueno de ir editando de manera independiente es que, al hacer tiradas cortitas, puedo corregir todos los días.”

En julio de este año publicó en España la novela Lola, la historia de una escritora que enloquece enamorada de un personaje de su libro. Y actualmente se encuentra presentando “en sociedad” el libro Estúpido Señor Cats.

“Siempre se me hace bastante difícil explicar de qué trata lo que escribo. Puedo decirte que Estúpido Señor Cats es uno de los libros más rebeldes que haya escrito, pues acabó en un sitio absolutamente desconocido e insólito para mi. Aunque quizás en esa misma rebeldía encuentre algo parecido a una respuesta. La novela cuenta el proceso de transformación en el que puede sumirnos la culpa. El protagonista se encuentra con un costado suyo que realmente no le gusta, que jamás sospechó. Y se abre camino desde la negación hasta la irresponsabilidad de echarle la culpa al azar, el destino o la maldición.”

La venta de material en la calle comienza en Neuquén, zona que con el paso de los meses se hace pequeña. En ese momento, inicia la aventura de viajar, ofreciendo su obra, en las calles de más de veinte ciudades, desde Rawson hasta La Rioja.

“Al principio me compré un mapa de la ciudad de Neuquén y todas las mañanas decidía una especie de recorrido, tratando de no repetir lugares, domicilios. Pero empecé a viajar porque creía que Neuquén era muy chico. Durante 2011 recorrí cerca de 15.000 kilómetros de ruta, y vendí cerca de 3.500 ejemplares. Pero Neuquén es inmenso, mucho más grande de lo que pensé en un primer momento. Hay meses enteros en los que no me muevo de 6 ó 7 manzanas.”

Las redes sociales ayudan a la hora de comercializar la producción literaria de Alejandra Rey. “Parte del mito es que para comprar mis libros, el público tiene que esperar que yo golpee su puerta. De todos modos, pueden contactarme a través de Facebook y decirme ‘vení Alejandra, te estamos esperando’”.

* Estos fragmentos pertenecen a una entrevista más extensa realizada al escritor en el programa de radio Ladrones de tinta, que se emite los viernes a las 14.30 por FM 103.7 de la ciudad de Neuquén  por  Radio Unco Calf.

25 de marzo de 2013

ENTREVISTA | Gerardo Burton | Un tanguero en el desierto


Por Mauricio Bertuzzi


El poeta Gerardo Burton nació en Buenos Aires hace 62 años y se fue a vivir a Neuquén en la mitad de su vida, en el año ’86. Desde allí recuerda en primera persona los tiempos de la poesía como espacio de resistencia y a fundamentales poetas y publicaciones patagónicas de finales de los 80. También se refiere al periodismo, a la pintura y a su producción, influida por los vientos del sur. 

Poesía sin pretensiones

Yo escribía poesía desde la adolescencia pero sin ninguna pretensión y tenía varios libros publicados. Cuando vino la dictadura militar en el año 1976 se produjo una cosa interesante, al cortarse todos los canales expresivos. Muchos empezamos a juntarnos a partir del ejercicio expresivo de la poesía. Y encontramos que la poesía era un lugar de resistencia.
Nos juntábamos en editoriales muy pequeñas como Botella al mar, que funcionaba en un departamento muy pequeño de Once; dirigida por Arturo Cuadrado, un poeta de la Generación del ’27, un exiliado español que fundó la editorial con Luis Seoane después que le robaron el nombre de Emecé. Este tipo juntaba unos poetas y ahí empecé a publicar.
Comencé a escribir con la idea de salir, de trascender. Eso fue un punto de partida que sirvió para transformar lo que era expresivo, resistencia, en una búsqueda de la palabra, en un tratamiento diferente de la palabra. Con ese equipaje me vine para acá. 

Los poetas de la Patagonia

En Neuquén ocurrió algo muy interesante. En el año ’87 había un grupo de jóvenes escritores que habían estado en el Círculo de Escritores Patagónicos y que editaban la revista Coirón, una revista de 3 números como casi todas las revistas de poesía. Sólo tres números pero de una potencia impresionante. Trabajaban en toda la Patagonia. Dos de ellos, por ejemplo, Sergio Sarachu y Eduardo Palma Moreno la recorrían en un Citroen buscando poetas. Traían sus textos y sacaban la revista a pulmón. En esa revista le hicieron una entrevista por primera vez a Irma Cuña y recuperaron su poesía. Y esto vale mencionarlo porque tanto Irma como la revista Coirón significaron un cambio con la literatura que se escribía en esta parte del mundo.
Porque acá estaban los escritores regionales: Milton Aguilar, Gregorio Álvarez, Marcelo Berbel, Lastra, etc., todos adultos en la época del ’60. La cosa cambió con Irma Cuña y la revista Coirón porque ellos se plantaron desde una perspectiva más universal. Ellos ensayaban escribir como Walt Whitman, Ezra Pound, Ernesto Cardenal, Juan Gelman, y originaron una poesía única y genuina. Única porque no había antecedentes de eso y genuina porque era profundamente patagónica. Macky Corvalán, Aldo Novelli, Ricardo Costa, Sergio Sarachu, que manejaban estéticas cruzadas, incorporaron nuevas técnicas de verso. Y tenían algo en común: una cuestión de pertenencia a un lugar marginal, a una periferia pero con un diálogo universal. Por ejemplo, Raúl Mansilla es de Comodoro Rivadavia pero su poesía es como el tango que habla de un barrio; habla de eso pero es universal; el tipo puede ser leído y gozado en cualquier lado. Eso pasa con la literatura que se hace acá.



Periodista y poeta

Escribo periodismo por una necesidad de sustento; poesía, por una necesidad de existencia. Roberto Juarroz decía que la única poesía válida es la poesía necesaria. Yo creo eso. La poesía lo fue desde el momento en que me puse a escribir de manera sistemática y sigue siendo necesaria actualmente.
Uno de mis libros se titula Radiofotos, un homenaje a cómo se recibían las fotos en las redacciones de los diarios: unos papeles impresos con un registro muy malo. Lo empecé a escribir a partir de hechos ocurridos en varios países, que aparecían en la sección Internacionales. Era como intentar ver los acontecimientos desde los ojos de la víctima. En la guerra de Chechenia, en la invasión a Kosovo, en las represiones en Argelia, en el atentado a la AMIA. Lo que no recogía la crónica periodística yo intenté levantarlo en estas crónicas poéticas.

Método Burton

En general ando con una libreta donde escribo a mano. Cuando la termino, paso en la computadora. Hago una impresión y empiezo a corregir. Eso puede llegar a tener 10 versiones. Hay un proceso de descarte y de separación. Por ejemplo, ahora voy a publicar poemas que parecen piolines, hilachas. Son muy cortados, breves. Pero hay otros que se van conformando de otra manera. Depende un poco de la forma que hayan adquirido al principio porque no tengo un plan. No me sale. Por eso creo que fracasé en mis intentos de escribir una novela.
Un libro inédito es uno de tangos, que es un poco una historia familiar en paralelo con la historia argentina. Otros dos son poemarios de amor, uno a titularse Linda y fatal, como el tango.
También trabajo mucho con la pintura. Hago acuarelas y es algo que me interesa porque es otro lenguaje y sirve para oxigenarme. Escribo poesía, hago periodismo, radio... son muchas palabras, entonces me saturo. Y para pintar se necesitan silencios.
Intento un tratamiento diferente de la palabra. Uno de los datos importantes de la Patagonia es el clima, el viento, la tierra, la absoluta sequedad y eso es algo que hace que mi poesía sea algo más austera, mas enjuta; aunque no hable del camello el desierto se nota.

* Fragmento de la entrevista realizada al escritor en el programa de radio Ladrones de tinta, que se emite los viernes a las 15.30 por FM 103.7 de la ciudad de Neuquén  por Radio Unco Calf.

7 de marzo de 2013

ENTREVISTA | Humberto Bas | El hombre que empezó a escribir muy tarde




Por Mauricio Bertuzzi


Humberto Bas nació en San Ignacio, Paraguay, y vive desde hace más de 20 años en Neuquén. Publicó La culeada y otros cruentos (2008), El Superpalo (2010) y participó de un libro colectivo, Punta Karajá, relatos sobre fútbol (2012) con el cuento "Putus versus".

Tu primer cuento publicado fue "La culeada". ¿De qué trata?

"La culeada" es un relato sobre una mujer y su relación con su marido. De alguna manera sufre no solo la violencia física sino también el desamor, y desde ahí realiza un diálogo interno con su madre, quien también forma parte de esa violencia a la que es sometida. Es una tragedia; más que un cuento es una especie de vómito que es muy difícil de comentar porque no importa tanto la anécdota sino el trabajo del lenguaje, el impacto que pueda generar la construcción del relato. "La culeada" fue llevada al teatro por Grisel Nicolau hace 5 años y sigue dando vueltas por ahí.

Cuento, obra de teatro, novela, ¿cómo definís el género con que vas a abordar tu historia?

Desde el razonamiento pienso que en la realidad no existen los géneros, no hay una diferencia taxativa entre lo que sería poesía y lo que sería narrativa. Eso más bien es una diferencia de mercado, de cómo se ofrece la mercancía libro; una especie de cosificación de los géneros. Particularmente, me gusta más cuando están íntimamente imbricados los géneros: la cuestión narrativa, que tiene otros tiempos, otra forma de manejar espacios o la historia; y la cuestión poética, que tiene otra manera de tratar el estado del lenguaje. Hay un momento donde uno cuenta y un momento donde uno se vuelve lírico. Hay una simbiosis y eso es lo importante. Entonces, ¿por qué a veces me sale un cuento y por qué a veces me sale una novela? Se instala una necesidad que va demandando el formato, el tiempo, el tono, el ritmo, o directamente va al fracaso. Tengo más experiencias frustradas que exitosas en esta aventura de escribir. 

En este sentido, El superpalo es una novela con momentos poéticos. ¿Cómo fue su génesis?

El superpalo me llevó 10 años. Me puedo definir como alguien que empezó muy tarde a escribir, entonces ir armándome como una especie de oficio implicó, a la par de estar escribiendo, mucha lectura. Entonces, si hay distintos momentos en la novela, como una especie de capas arqueológicas, de alguna manera también están hablando de los distintos momentos de mi vida. No es que una sola persona compacta, homogénea, quiso escribir El superpalo. Más bien, El superpalo me escribió a mí.

El superpalo tiene descripciones urbanas. Ahora que vivís en un ámbito rural, ¿cómo incide esto en tu escritura?

Es muy importante la vivencia en la escritura. Esto forma parte de una especie de prototeoría que tengo. Me parece que a la mayoría de los escritores de nuestra generación le falta experiencia de vida. Hay mucha experiencia de lectura. Esto de alguna manera se refleja en la escritura, produciendo una especie de saturación del registro urbano como fenómeno. Pero no hay una mecánica en la manera en que la vivencia personal se mete en la literatura. No hay una relación automática. No es lo mismo, por ejemplo, tener la experiencia de la guerra y escribir sobre la guerra que haber leído sobre la guerra. Una de las novelas más impactantes del siglo pasado sobre la guerra es Viaje al fin de la noche de Céline, que es un testimonio crudo e irónico sobre la guerra, de una persona que pasó por ella. En ese sentido, ahora estoy viviendo en un ámbito rural y estoy escribiendo cosas ambientadas en un ámbito urbano. Mi trabajo actual, incluso, está más anclado a Neuquén, no porque me interese narrar Neuquén hoy; no tengo ningún deber ser con Neuquén.

Mencionas la importancia de la lectura. ¿Qué estás leyendo?

Mi última lectura fue Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy del irlandés Laurence Sterne. Es una aventura fascinante porque de alguna manera veo que en esa novela están presupuestas todas las otras grandes novelas que a mí me han gustado. Incluso creo que está presupuesta la novela de Macedonio Fernández. La novela es de 1750 y según algunos autores es la primera que desciende directamente de El Quijote; se llega a decir que El Quijote tuvo hijos del otro lado de La Mancha, y ese hijo es la novela de Sterne.

¿Cómo elegís lo que leés?

Un libro o un autor me lleva muchas veces a otro libro, siguiendo alguna corriente o tradición. A Laurence Sterne llegué por Julián Ríos, autor de Larva. También a partir de Julián Ríos, conocí a Arno Schmit.  

En ese sentido, ¿qué función cumplen las otras artes?

En Larva, que es una aventura lingüística extraordinaria, está muy presente la pintura. Uno tiene la sensación que Ríos escribe porque no puede pintar. Y en muchas otras obras está muy presente la música, no solamente las otras artes están como tema; también están como modo. En la novela es muy importante el ritmo, el tono. A veces, uno se da cuenta si un autor, una autora escuchan o no música. Y se da cuenta hasta del tipo de música que escucha. Por ejemplo, cuando leo a Néstor Sánchez puedo adivinar que detrás de eso hay una jazz session. Ahí la lectura también exige otra cosa. Exige una especie de observación, una participación necesaria. En Arno Schmidt, en cambio, está muy presente la música contemporánea, atonal.

* Estos fragmentos pertenecen a una entrevista más extensa realizada al escritor en el programa de radio Ladrones de tinta, que se emite los viernes a las 15.30 por FM 103.7 de la ciudad de Neuquén  por  Radio Unco Calf.