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6 de diciembre de 2013

TEATRO | "Adonde van los muertos (Lado B)" del grupo Krapp | La basura al centro


Sin llaves y a oscuras

Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.

                                             Fabián Casas




Por Ignacio Braña Gabiassi
Foto: Paola Michaels

Volver a poner la muerte. O reponerla, que es una forma de vencerla, claro. Como un bonus. La vida extra del Grupo Krapp. La vida expuesta. Una apuesta. Una puesta.

Poner el error de frente o la estética del error (o la confianza de los idiotas).

Así: el grado cero del baile sordo; la palabra del otro; las voces vivas como meteoritos en el cielo de los muertos. La voz del muerto como recuerdo imposible. Los recuerdos del futuro de nuestras posibles muertes.

La muerte desplegable: en revolcones, desnudos, en duelo de gargantas zombies, de frente a la nada. Los cuerpos aferrados a otros cuerpos, como última y radical verdad de la existencia. Zafar del cuerpo. Anticuerpos. Morir solo. O a caballo hacia “el detrás de escena”.

Crap, como basura. Trabajar con los desechos de otras obras. Pensar en: “Los minutos de la basura”, expresión de la NBA, que designa los minutos finales de un partido de básquet ya decidido, aquellos donde salen a la cancha los no estrellas, lo peor de la alta competición. 

Entender la muerte dentro de estos “minutos de limpieza”, ese limbo donde la basura ocupa el centro, consciente de no poder modificar el resultado final. Obra incompleta, sí, porque la muerte no agota las posibilidades, más bien las multiplica al infinito. No certeza de morir, si no de estar vivo.

La muerte es un jardín de huesos donde nada crece. El Grupo Krapp lo sabe.

"Adonde van los muertos (Lado B)". De y con Luciana Acuña, Gabriel Almendros, Luis Biasotto, Edgardo Castro, Fernando Tur. Músicos: Gabriel Almendros, Fernando Tur. Escenografía: Mariana Tirantte. Iluminación: Agustín Mendilaharzu, Matías Sendón. Video: Alejo Moguillansky. Música original: Gabriel Almendros, Fernando Tur. Cámara: Agustín Mendilaharzu. Sonido: Rodrigo Sánchez Mariño. Asistencia de escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez. Asistencia general: Santiago Esteves. Coreografía y Dirección: Luciana Acuña, Luis Biasotto. Esta obra ya no se encuentra en cartel. Se presentó en el marco de "Retrocedida Krapp", una retrospectiva del grupo. Pueden verse aún las siguientes obras: viernes 6 y sábado 7 de diciembre 20.30 hs. Adonde van los muertos Lado A; miércoles 11 y jueves 12, 21hs. Reconstrucción de No me besabas, por Celia Argüello Rena; viernes 13,  21 hs, y sábado 14, 20.30 hs. Mendiolaza. Centro Cultural San Martín, Sarmiento y Paraná. Entradas: $60, Miércoles día popular $40. 

28 de agosto de 2013

TEATRO | "Las Bridas" de Julieta de Simone | Una poesía de terror



      Por Ignacio Braña Gabiassi

Bajo la mesa,
se apuran las lenguas.
De las palabras
al cuerpo postrado.
Se ordena la casa
 y la mente,
se corta el pan
y el deseo.
Las manos arriba,
 así, así.

Caja de ritmos de Satán,
se interfiere la palabra divina,
el cuerpo pide,
se desborda
o se atrofia.

Entonces se manifiesta,
el primer drama humano:
la propiedad privada.
Diosito lo contiene todo
y dice no, no, no.
 Nos negó
el Paraíso,
la sabiduría,
la vida eterna.

Y lo oscuro llega.
Y reclama los cuerpos,
porque sabe,
lo oscuro sabe
e intenta evitar
la trampa divina.
 Expulsar,
 transfigurar,
pervertir.
Siniestro total.

Diosito,
pillo y tacaño,
nos regalaste un cuerpo
como una flecha
lanzada hacia la muerte.
Al  pensamiento
antepusiste una niebla,
para ocultar
 le revelación total
y nos convenciste
de que un ranchito
perdido en la nada
nos mantendría a salvo.
Hijo de mil putas.

Y así: Las bridas. Terror en el teatro, con gente que entiende el género, logra los climas y te sacude.

"Las Bridas" de Julieta De Simone. Actúan: Antonio Bax, Vanina Ferreyra, Natalia Franco, Pilar Boyle, Celeste Monsú, Debora Testi. Vestuario y Escenografía: Paula Molina. luminación: Damian Monzon. Música original: Facundo Mazzotta. Fotografía: German Gonzalez. Ilustrador: Ignacio Vidal.  Asistencia artística: Laura Mickelsen. Producción: Giselle Natalia Rossenblum. Colaboración artística: Laura Fernández, Andrés Molina, Iolta Worzo. Supervisión dramatúrgica: Laura Fernández. Sábados, 21 horas. Belisario, Club de Cultura, Av. Corrientes 1624. Entrada: $70, $50. Hasta el 30/9/2013.

1 de agosto de 2013

CINE | "Upstream color" de Shane Carruth | Frente a un nuevo "sensorium"


1. "No es el hecho lo que importa, el dato empírico, sino la impresión o el efecto que ejerce ese hecho sobre la mente". 
2. "La mayor parte de los lujos, o las llamadas comodidades de la vida, no son solamente innecesarios, sino también impedimentos para la elevación de la humanidad".
3. "Somos conscientes de que hay un animal en nosotros cuyo despertar está en razón directa con el letargo de lo superior de nuestra naturaleza".

                                                                                               Walden, Henry David Thoreau.

Por Ignacio Braña Gabiassi

Representar la comunicación entre seres a más de 15.000 vibraciones por segundo. Eso. Como en el maravilloso cuento de Roald Dahl, “La máquina del sonido”, en el cual un invento permite oírlo todo, así “el grito” de una flor al ser cortada o “el lamento” de un árbol al recibir un hachazo, y cómo esta nueva percepción altera la relación del científico protagonista con todo lo que lo rodea. El director Carruth nos regala esta película-artefacto, capaz de brindarnos la posibilidad de descubrir un "nuevo sensorium", al decir de Benjamin, en relación al modo de ver y de hacer cine, pero, sobre todo, a las formas de desplegar, de manera ingeniosa e inquietante, una historia.

La película sacude la idea polvorienta de representar el amor, o las relaciones de pareja, alejándose a la velocidad de la luz de propuestas como Antes de la medianoche, por citar un film contemporáneo, que padece de locuacidad extrema (“locuela", diría Barthes), con personajes “locos de lenguaje”, que no pueden anclar su discurso y solo generan loops infinitos, para generar uno, complejo pero ágil, sobre “la unión total”.  

En los primeros 30 minutos una idea arrasadora del amor como fachada capitalista (o sea, dentro de la “economía libidinal”, como mercancía de intercambio), vía el robo (1), que es una de las formas de la economía, e implica, a su manera, objetos heterogéneos y un tiempo desfasado: a modo del mito antiguo, hay un sujeto “raptado”, capturado y, a la vez, encantado. Así, el episodio hipnótico vacía a la protagonista, le produce “la herida necesaria” y la deja desfasada en medio de una autopista (otro “bucle” del capitalismo) en el comienzo de un nuevo comienzo (2). Gusanos y cerdos (3). Eso. Y es aquí, donde el film toma distancia, inventa atajos impresionantes, evita el loop y se eleva, utilizando como energía la ciencia ficción. Sí, la chica conoce a un chico pero solo hablan a través de la boca de una herida. No hay adjetivación entre los protagonistas. Al no clasificarse, al escaparse de las habladurías del mundo, del lenguaje, se acercan a la inmortalidad: se confunden los recuerdos, no hay sostén histórico, se funden. No buscan la mitad faltante sino el órgano faltante. Y a esa búsqueda cíclica y dolorosa, solo puede ponerle fin el nirvana. Pero el guion elude el Zen, también el “suicidio amoroso” y pone la solución en el parricidio: matar a ese dios-padre que todo lo oye, todo lo ve, todo lo sabe.

La película tensa los pliegues, escarba en las heridas y muestra la “resonancia simultánea” de la pareja protagonista: “aquello que resuena en mí es lo que aprendo con mi cuerpo. Mi cuerpo interior se pone a vibrar, se amplifican las vibraciones y todo es devastado”. Así, el lento aprendizaje, que deja una de las escenas más hermosas e impactantes, hacia el crimen liberador. Eso. Una película liberadora, hipnótica, precisa en los detalles y el manejo del tiempo, capaz de sostener un imaginario novedoso y a la vez hacer resonar preguntas ontológicas esenciales. Gusanos, cerdos y seres humanos.

“No hay diálogo, no hay comunión entre seres intactos, solo hay comunicación entre seres desgarrados”. Eduardo Del Estal.

“Upstream color”, escrita, dirigida y con Shane Carruth, Estados Unidos, 2013. 


19 de junio de 2013

TV | "Utopía" de Dennis Kelly por Channel 4 | Para dejarse acabar los ojos



Por Ignacio Braña Gabiassi

André Breton suponía que el ojo en estado virgen es deseo en estado puro. Pero la experiencia de mirar ha sido controlada, manipulada, pervertida, prefigurada. Entonces en este  multiuniverso de series actual, ¿Qué ver? ¿Cómo orientar la mirada? ¿Cómo liberar el deseo?

Utopía no libera la mirada, la domina, pero convierte los ojos en órganos genitales, o sea, puro deseo. La serie inglesa lo logra desde el primer plano. Hipercolor: entendiendo los colores como una paleta extra de adjetivos (como el historietista Chris Ware), no como mera saturación pop. Nos sumerge en una especie de sueño lúcido conspirativo, agarrando de los pelos al Thomas Pynchon de La subasta del lote 49 (por breve y lineal) para pasearlo por los barrios decentes del prime time ingles. Sí, eso, solo seis capítulos de conspiranoia desplegable, como mil patadas voladoras, todas directas a la corteza cerebral, precisas y quirúrgicas (porque operan sobre eso que llamamos cultura pop, claro). Cuatro desangelados digitales, Ian, un empleado informático; Wilson, un “real freak” paranoide; Becky, una estudiante de posgrado, y Grant un chico problema de 11 años, mancomunados en la santa web por el manuscrito de culto del título, sin vislumbrar el futuro oscuro que se esconde detrás de él. Hay también un secretario de un ministro y una chica rutera escapando de todo y todos (oh, Jessica, espero que vuelvas) pero esto hay que verlo. Dejarse acabar los ojos.

El ruido y la furia

Una de las claves de la serie, más allá de la trama que no es lo más relevante ni innovador, es la utilización de los sonidos. Por un lado la banda sonora original, creada por el músico Cristóbal Tapia de Veer, perfecta y quemadora, como pasta base, digna de convertirse en un santo y seña de futuras sociedades secretas, y vital para crear el marco perfecto de muchas escenas (la secuencia del título con el conejo fuera de la tienda de cómics  es un hermoso ejemplo) e intensificar la propuesta. 

Por otro lado la creación del asesino/villano perfecto, rol que el actor Neil Maskell trasforma en algo superador. Panza, campera corta, mirada vacía, cercano al ridículo asesino que encarnó Javier Bardem en Sin lugar para los débiles, pero con resultados proporcionalmente opuestos. Pura muerte. La clave es la construcción en base a dos sonidos impactantes: el tic tac de una cajita de confites y la mejor respiración (¿artificial?) desde Darth Vader. La muerte que avanza y se anuncia. Implacable e imparable.

Claro que todo villano que aspire a un lugar sagrado necesita una frase burbuja, que estalle en la cabeza del espectador y deje una cicatriz pop: ¿Dónde está Jessica Hyde?

Y así acelera Utopía consciente (más que canchera) de lo que quiere contar, evitando la cita, la pose, lo perverso potable, los finales miserables (no Tarantino, no Boyle, no Lynch, no J. J. Abrams!), siendo por sobre todas las cosas, una serie peronista: cumple y dignifica.

“Tú te escondes; ellos buscan”, “El arco iris de gravedad”, Thomas Pynchon (gracias, siempre).