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22 de abril de 2015

BAFICI | Isabelle Huppert: "Actuar es actuar con otro"



Por Leonardo Maldonado
Fotos: Alexis Maldonado y BAFICI

El martes pasado en el marco del BAFICI, el realizador Andrés Di Tella moderó en el Salón Dorado del Teatro Colón una conversación entre la actriz francesa Isabelle Huppert, invitada de honor del Festival y el artista plástico argentino Guillermo Kuitca. El tono del encuentro, que duró exactamente una hora, fue intelectual y sensible. Intercambiaron ideas y concepciones sobre el arte, sus propias obras y el trabajo del otro. Apenas ingresó al recinto, Huppert pareció intimidarse, incluso asustarse, con los efusivos aplausos del auditorio. Todas las miradas estaban concentradas en su figura. 

Para dar comienzo a la charla, Di Tella propuso hablar sobre la relación entre teatro y pintura. Huppert se refirió de inmediato al director norteamericano Bob Wilson, con quien trabajó en 1994 en obra Orlando, de Virginia Woolf, porque encontraba que su obra era muy pictórica:

I.H.: La pintura, en la medida en que concierne a la mirada, el movimiento, es un espectáculo. Entonces se puede tender un hilo entre la pintura y el teatro. El cine es distinto: convoca muchas expresiones. La pintura de Guillermo brinda un espectáculo. Pese a su abstracción, puede ser vista como un espectáculo. Bob Wilson decía que yo tenía la capacidad de trabajar de modo abstracto.
A. D.: ¿Cómo es una actuación abstracta? ¿Es pensar?
I.H.: Sí, es pensarla. Hay un universo casi matemático en la estética de Bob Wilson.

Pero enseguida la conversación viró hacia el cine: 

G. K.: Isabelle compone personajes de enorme densidad, de sufrimiento. 
I.H.: Es el espectador el que sufre al ver el sufrimiento del actor, no éste. Se piensa que los actores sufrimos en lugar de los personajes. Es un gran desconocimiento de lo que ocurre con el actor. Imagino que pasa lo mismo con un pintor. 
A. D.: Isabelle ganó el Premio Stanislavksi por profundizar las enseñanzas del maestro.
I.H.: Fui a buscar el premio a Rusia (se ríe por primera vez). Es un premio muy simbólico. Luego de lo poco que leí de él, me dije: hacía Stanislavksi sin saberlo (se ríe por segunda vez, ahora de manera más efusiva).

Huppert contó que el día anterior fue al atelier de Kuitca y que le fascinó ver al artista mirar sus propias pinturas y se preguntó cómo hacía para mirar su propia obra. Fue uno de los momentos más intensos de la charla, probablemente porque reflexionaron sobre la intimidad: 

I.H.: Él está solo ante su tela, yo estoy dentro de un sistema que es colectivo. No creo que se dialogue con el director en el sentido común del término. Hay reacciones inconscientes, hay intuiciones. El pintor está solo ante su tela y dialoga con sí mismo. Pero en un film también hay diálogo con uno mismo.
G.K.: En todo caso se trata de un momento privado. En la pintura no hay modo de consenso. Quiero pensar la privacidad como una unidad pictórica.
I.H.: Me gusta mirar los cuadros sola.
A.D.: En algunos de tus films, a uno le da vergüenza asistir a momentos tan privados.

Di Tella le preguntó a la actriz cómo fue su experiencia de trabajo con la fotógrafa norteamericana Roni Horn. “El trabajo final cuestiona los límites entre el movimiento y la fijeza. Ella tenía dos cámaras de fotos y una luz blanca muy fuerte. Conocía muy bien mi trayectoria. Voy a poner los nombres de tus películas en un sombrero, dijo. Vas a elegir al azar uno de ellos. Durante dos o tres horas vas a tener que encontrar el sentimiento que te movió para hacer ese film. Al principio fue muy abstracto. Roni logró más de cien expresiones mías”, dijo. Conversaron luego sobre la autoría de sus obras:

I.H.: Nuestros casos son completamente diferentes. No es la misma responsabilidad. Hice películas muy distintas. Pero no son mis películas, no tengo sentimiento de apropiación. Él tiene sus obras en museos. Me gusta que mis películas se vean. Me emociona que se hagan retrospectivas de mis películas pero no me importa mucho (se ríe por tercera vez).
G.K.: Entiendo que tus films no son tuyos. Son fundamentalmente de los directores. Pero en muchos casos, el foco está puesto en tu trabajo.

Huppert reflexiona acerca del proceso de terminación de una obra y sentencia: “No quisiera ser directora porque me costaría terminar una película. Siempre pido tomas suplementarias”. Y le  pregunta a Kuitca cuándo decide terminar una pintura. “La obra termina cuando desaparece de mi vista, cuando no la veo más”, contesta él con una sonrisa.  Di Tella le pregunta a la actriz si sabe o intuye, cuando rueda, cuál será la toma definitiva, puntapié que le permité a ella definir al cine y arribar a otro gran momento de la charla:

I.H.: No, siempre está el temor. El cine es el arte de lo aleatorio. Y luego está la etapa del montaje, donde surge la significación. La etapa de la filmación es muy limitada con respecto a la fase de montaje. Sabiendo eso, me angustio. Espero que elijan mi mejor momento.
A.D.: ¿Te sorprendes luego al verte en un personaje?
I.H.: No, lo que me sorprende es que hay tres películas. Está la película oficial, la del guión, el film que todo el mundo cree estar haciendo. Pero también están la película del director y la película del actor. Al verse, uno puede pensar: no era eso lo que yo hice (se ríe por cuarta y última vez). Siempre ocurre así. Hay que hacer un duelo, pero no es grave.
G. K.: Sí hay sorpresa, accidente. El proceso pictórico está lleno de accidentes. El accidente es un gran aliado. Hice esto, pero obtuve esto otro.
I.H.: Adoro lo que acaba de decir Guillermo. El teatro es más previsible, en el cine hay más accidente. Adoro el accidente. Como decía Bob Wilson, el juego es improvisación. Un segundo después no sé lo que estoy haciendo. Pero más allá de la improvisación está el accidente. No es lo usual, pero hay directores que cortan el accidente.

Finalmente, Kuitca expresa su admiración por el trabajo de la actriz y Huppert, para sorpresa de muchos de los asistentes, que la contemplamos tan segura y fuerte en sus films, confiesa la fragilidad que la atraviesa cuando compone un personaje:

G.K.: Viendo un fragmento de Heaven's Gate, cuando entras a un cuarto con Christopher Walken, él te mira como diciendo: ¿de dónde salió esta actriz? Queda paralizado.
I.H.: Es mi escena favorita de esa película. Es muy bella. Actuar es actuar con otro. No todos los actores saben hacerlo. Uno actúa con el otro pero dentro de un medio que es un arte de la fragmentación. El teatro es un arte unificador. Pero a veces es difícil lograrlo por más que sea un arte unificador. El teatro es un arte muy misterioso. También está el público. Acontece cada noche de manera distinta. Actuar es una expresión muy frágil, muy volátil.

31 de diciembre de 2014

CINE | "Adieu au langage" de Jean- Luc Godard | Un perro francés


“El punto de partida es sencillo. Una mujer casada y un hombre soltero se encuentran. Se aman, se pelean, llueven los golpes. Un perro vaga entre el campo y la ciudad. Las temporadas pasan. El hombre y la mujer se encuentran. El perro se encuentra entre ellos. El otro está dentro del uno. El uno está dentro del otro. Y son las tres personas. El ex marido lo rompe todo. Comienza una segunda película. Igual que la primera. Pero no. De la especie humana pasamos a la metáfora. Todo acabará en ladridos. Y gritos de bebé”. Jean Luc Godard   

Por Eugenia Guevara

La realidad: los que no tienen imaginación se refugian en ella. ¿Pero qué es la realidad? Jean Luc Godard, de 84 años recién cumplidos, decide que la mirada de Roxy Miéville, un perro, sea quien la defina en Adieu au langage, su última película, en 3 D, una película que puede pensarse como una especie de testamento de quien ha sido – y está claro, sigue siéndolo - el cineasta más revolucionario de la historia del cine, Eisenstein incluido.

Como afirma David Bordwell cuando intenta diseccionar la narración godardiana, la de sus obras más radicales (las de los 60), las películas del maestro se resisten a la comprensión narrativa y son esquivas en un nivel denotativo mientras sucumben de inmediato a lecturas de “alto nivel”. Exactamente eso pasa en Adieu au langage: se trata de un encuentro entre una mujer casada y un hombre, pero no es mucho más lo que podemos contar: esa es la historia y nadie mejor que Godard para hacerlo, como vemos en la cita de apertura. 


No narrativa, experimental (el maestro detalla en los créditos los diferentes formatos que utilizó para filmar la película), filosófica, innovadora, moderna, contestaria, Adieu au langage (juego de palabras también Ah Dieux, Oh langage) desde su título se impone como una toma de posición frente al mundo actual: adiós al lenguaje, al lenguaje que se articula en lengua y habla, pero también al lenguaje del cine que aquí se ve completamente subvertido, como es habitual en Godard. 

Dos cosas para remarcar de esta obra que admite infinidad de interpretaciones: primero, el uso que se le da a las 3 dimensiones, que muestran a la naturaleza y a la ciudad en sus manifestaciones mínimas y máximas. Imágenes tremendamente bellas - a veces muy reales, a veces distorsionadas - nos inundan: queremos tomar ese libro, tocar las hojas de esos árboles, correr con ese perro que chapotea en el agua, ladra, se desespera y sobre todo mira. Emociona. Sobre todo al pensar en el viejo marxista utilizando toda la parafernelia tecnológica para seguir haciendo películas que son la expresión más pura de su loca cabeza hiperreflexiva anti-todo que tanto queremos unos y tan poco disfrutan otros.

En segundo y para finalizar, es necesario volver una vez más sobre esa costumbre compulsiva de citar, aludir, evocar, que se ha sido metolodología y marca del cine de Godard y que por exacerbada fue definida por Jacques Rivette como "terrorismo intertextual".  Así, en esta película - herencia, quizá película -despedida del maestro, la cita lo inunda todo como él mismo lo dijo alguna vez: la cita al cine (la primera es un breve momento de Sólo los ángeles tienen alas de Howard Hawks), a la pintura, a la literatura, a la filosofía, al psicoanálisis y especialmente a Godard, al universo que creó con sus películas hace ya más de 50 años, el de las parejas reflexivas, el de las mujeres bellas e inteligentes de impermeable y flequillo que pueden matar (o costar la vida), el de la teatralidad, el de la lectura y la escritura, el de la pintura, el de la belleza, el del desencanto, el de lo efímero y lo casual, un universo eterno. 

"Adieu au langage" de Jean-Luc Godard. Francia, 2014, 70'.