Charla va, charla viene, comentarios ácidos aunque políticamente
correctos reinan en el comienzo de Esquina
peligrosa. Estamos en una aristocrática sala londinense
de 1930, las paredes del Corrientes Azul han sido revestidas con una pintura mural que nos hace viajar en el
espacio- tiempo. En el nivel principal unos cuantos elementos conforman la
escenografía de una casa de familia: una alfombra, una mesa de té, algunas
sillas y hasta una radio. A la derecha, una escalera conduce a un
primer piso donde funciona la biblioteca.
Es una noche más de reunión, una fiesta más de las que se organiza cada
semana para aliviar la rutina del trabajo y contarse los chismes de
último momento. La historia en sí es un tanto pochoclera y hasta dan ganas de
contarla como lo hacía mi abuela:
Resulta que el tipo se mató porque se había endeudado. Pero Olivia, la
que usa pantalones, ¿¡viste qué raro!? ¡Una mujer con pantalones! Claro, porque
la chica es re trabajadora y aunque es re femenina tiene eso de independencia
de la mujer que se ganó en la guerra... Bueno, resulta que esa chica es
un pan de Dios, pero el alto ese de traje, el Stanton, está enamorado de ella
pero se acuesta con la mujer del socio. ¡Tan preciosa chica! ¡Aparte cómo
baila! Con su vestidito y su sombrerito charleston, un sueño. Pero ¡cómo no lo
va a engañar!, si el marido resulta que es homosexual y estaba enamorado del
muerto. Y después está el hermano del difunto casado con Fedra, que es
la que tiene todo el arreglo de joyas de strass. Y ella, pobrecita, sufre como
una condenada porque sabe que la amiga que es la empleada está enamorada de su
marido que a su vez está obnubilado con la que se acuesta con el socio. ¡Cómo
le da al whisky esa gurisa!
Una trama complicada, un policial que utiliza el sentido del
humor para denunciar la falsedad de la sociedad y el porqué a veces conviene
mantener las apariencias. Quizá descubrir la verdad cueste hasta la vida. Porque revelar la verdad es tomar la esquina peligrosa en una sociedad manejada por un Ford A, sin frenos ni dirección hidráulica.
Hugo Álvarez, el director, exacerba el toque novelesco
que tiene el texto en sí, haciendo referencia a la televisión y la radionovela:
por un lado, los personajes antes de entrar a escena hacen una especie de
coreografía de presentación donde muestran un poquito de sus
características más fuertes: la desidia de Stanton, la soberbia de Fedra, un
neurótico dueño de casa con síndrome de Napoleón. Por otro, hay juegos de luces
que mudan estratégicamente la acción de la vista al oído, y allí todo depende
de nuestro cerebro. La obra devela la hipocresía de la sociedad, y la puesta
agrega un toque brechtiano al sumar baile y canto al
texto original de Priestley.
“Esquina peligrosa” de J. B. Priestley.
Versión y Dirección: Hugo Álvarez. Con Fernando Alvarez, Leo Bartolotta, Gustavo
Bonfigli, Marcela Haimovichi, Piren Larrieu, María Paula Neme, Nonnel Nohj.
Cantantes: Flavia Vitale. Voz en Off: Carlos Romero Franco, Santiago Villafañe.
Diseño y realización de vestuario: Catalina Ávila. Diseño de escenografía y luces:
Agnese Lopuzone. Realización escenográfica:
Miguel Yanson. Música original: Julio Scalise. Letras de canciones: Hugo
Alvarez. Operación de luces: Juan Molano Rincón. Operación de sonido: Oscar
Villegas. Asistencia de escenografía: Daniela
Chihuailaf, Valentina Remenik. Asistencia de dirección: Leo Bartolotta, Circe
Lezcano Gonzáles, Oscar Villegas. Producción: Grupo
Mascarazul. Coreografía: Karina Kogan. Teatro Corrientes Azul, Avda. Corrientes 5965. Funciones: viernes y sábados
21 hs.Entradas: $90, $50.