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8 de julio de 2015

TEATRO | "La bestia rubia" dirigida por Tatiana Santana | Bailar y cantar a la memoria del padre Mugica



Por Alba Ermida
Foto: Sandra Cartasso


Siempre es difícil realizar una biografía en el ámbito escénico o audiovisual, sea teatro o cine, bien por lo inabarcable de una vida, irreducible a unos minutos, bien por el conocimiento que se tiene del personaje, conocimiento que resulta a veces juez intransigente sentado en el patio de butacas. Sin embargo La bestia rubia se la rebusca desde el formato para sortear estos comunes obstáculos y halla, mediante una conjunción bien acertada de texto y puesta en escena, la fórmula del éxito que confirmaron varias nominaciones (dos a los Premios ACE, dos a los Florencio Sánchez, una a los María Guerrero y otra a los Teatro del Mundo). Parte del suceso radica en no pretender resumir la vida del padre Mugica, si no en hacer memoria mediante elementos expresivos como la danza, la música o la iluminación.

La primera novedad que consigue captar la atención es el género: un musical, innovador para lo que ya de antemano sabemos es una tragedia. Y más aún cuando la música se aleja del mundo religioso -canto gregoriano o el canto lírico- y rompe convenciones entroncando con el rock. Otro acierto dentro del género es reducir los personajes teatrales al propio cura y completar el elenco con cuatro bailarines que hacen las coreografías, los coros y hasta de narradores que introducen el momento de vida del sacerdote rubio que cuenta la inmediata escena. 

Las coreografías son muy expresivas, ligadas a la narrativa, lo cual es otro acierto: contar una biografía desde un cuerpo múltiple que por momentos es uno y por momentos se divide en cuatro, que estertora, expresa, festeja y lucha en forma de danza. Destacable por su originalidad y prolijidad es la coreografía que convierte un partido de fútbol en plena villa en un hermoso baile.

Los textos también suponen un hallazgo, no sólo el contenido, muchas veces extraído de declaraciones y escritos de Mugica, también en forma y estructura. Textos entrecortados pronunciados como monólogos en la mayoría de los casos, con coros musicales que representan el clamor popular, los discursos políticos, las amenazas de muerte, las tentaciones carnales... Buen resumen de la propuesta de Tatiana Santana, la directora, podría ser la escena en que Mugica renuncia al amor romántico. Un diálogo que combina sus pensamientos dichos -en un monólogo interior que casi es una carta de amor nunca pronunciada- y la danza silenciosa de su enamorada que no entiende su extraño comportamiento, dos lenguajes que se encuentran, que se entienden pero que no pueden coexistir. 

También la interpretación protagónica de Nelson Rueda merece su mención. Canta, baila y actúa. Se luce en la escena final en la que su garganta, conocedora del fin, se despide con su frase de cabecera: “Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz”.

Una obra que no aspira a contar, si no a mover, a conmover y a recordar a un personaje que, por hacerle frente al poder, recibió su castigo en 15 balas.

"La bestia rubia" de Andrés Gallina. Dirección: Tatiana Santana. Dirección musical: Rony Keselman. Con Gabriel Del Río, Laura Figueiras, Pedro Frías, Melissa Noé, Nelson Rueda. Vestuario y escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Fernando Berreta. Música original: Rony Keselman. Sonido: José "Poty" Frías.  Asistencia de escenografía: Luciana Uzal. Asistencia de iluminación: Nadia Strier. Asistencia de vestuario: Luciana Uzal. Asistente de producción: Lucía Asurey. Asistencia de dirección: Lalo Moro. Producción ejecutiva: Rosalía Celentano, Vanina Fabrica. Coreografía: Mecha Fernández. La obra finaliza el 17 de julio en Teatro Timbre 4. Las entradas para las funciones finales ya están agotadas. 

19 de agosto de 2013

TEATRO | "Cachafaz" dirigida por Tatiana Santana | Auténtico "teatro nacional"




Por Eugenia Guevara

Llevar a escena el maravilloso, delirante, violento y lúcido mundo de Copi no es una tarea fácil, como lo atestiguan las contadas ocasiones en que sus obras han integrado la variada y nutrida cartelera porteña. De alguna manera, el teatro argentino, aún no estaba listo para Copi y su teatro que, al igual que su literatura y su historieta, son vanguardia.  

La versión de Tatiana Santana de Cachafaz - pieza que Copi escribió en 1987, mismo año de su muerte logra captar la esencia copiesca, y la lleva al extremo transformando este fantástico engendro que conjuga gauchesca, sainete, tragedia, absurdo y milonga, en un musical, como los de Broadway. Apoyándose en los expresivos y dóciles cuerpos de los actores, en primer lugar, los principales, la pareja formada por Cachafaz y "Raulito", y luego, en esos otros cuerpos que aparecen por todas partes y copan la escena, así como la vida de esta pareja de guapos en el conventillo de Montevideo, los vecinos y las vecinas, testigos y cómplices, cantores y bailarines, coros y músicos, crea un mundo vital y apabullante que en su despliegue excita y perturba. 

Un policía irrumpe en la vida de Cachafaz y "Raulito", y encuentra la muerte, al igual que los policías que lo seguirán. Uno a uno irán cayendo hasta ese agujero donde los protagonistas se solazan en el amor y la pasión ante la envidia del barrio, para convertirse en fiambre, literalmente. La pareja los carneará y con ellos, alimentará a todos, y así liderará una revolución devoradora del poder policial. 

El texto no tiene desperdicio, cada verso es de una lucidez arrasadora y es, además, extremadamente cómico. La parodia reina. Al mismo tiempo, el público se sorprende y ríe nervioso, salta en su asiento, ante la profusión de palabras como "puto", "puta", "tetas", "pija" y "culo", y también frente a todas aquellas que juegan con el doble sentido y la metáfora. Como sugirió Alan Pauls, en un artículo en Página 12 en 2001 sobre la versión de Cachafaz que entonces dirigía Miguel Pittier, un ejemplo excelso de la lucidez y lo vanguardista en Copi es esa alusión a El Matadero en 1987"es la gloria del matrero / ser adorado de un puto". Pauls se pregunta si lo de Copi es mera parodia o está leyendo y diciendo "demasiado bien" el clásico, como no pudo decirlo Esteban Echeverría. La respuesta hoy es obvia. 

El día que cubrimos Cachafaz, llevamos a verla a una investigadora de teatro francesa, especialista en teatro argentino,  que había venido por el Congreso Internacional del GETEA. Riendo, saltando en su butaca, entusiasmándose ante cada verso, cada compás, y cada movimiento de todos esos cuerpos en escena, bajo la dirección de Santana, exclamó al terminar esta maravillosa pieza de amor, sangre y violencia, henchida de felicidad: "esto sí es auténtico teatro nacional". 

Lo nacional no es fácil de definir. Menos sería posible ponerse de acuerdo hoy o, a lo largo de la historia del teatro argentino, sobre qué es- o ha sido- el "teatro nacional". Lo que sí queda claro con esta puesta - como también, a juzgar por los elogiosos comentarios que han circulado de La sombra de Wenceslao que se presenta en el Teatro Cervantes con dirección de Villanueva Cosse - es que finalmente el teatro argentino (desde sus hacedores hasta su público)  está listo para Copi. 

"Cachafaz" de Copi. Dirección: Tatiana Santana. Con Emilio Bardi, Claudio Pazos. Músicos: Joel Maiante, Pablo Martínez, Eugenio Nicolás Sanchez. Coros: Rosario Albornoz, Andres Granier, Catalina Lescano, Marcelo Lirio, Natalia Olabe, Pilar Rodriguez Rey. Vestuario: Ana Nieves Ventura. Escenografía: Rocio Matosas Etchebarne. Música original: Rony Keselman. Entrenamiento vocal: Claudio Garófalo. Asistencia de escenario: Leandro Moro. Asistencia de dirección: Giselle Refrancore. Producción ejecutiva: Pili Ortiz. Coreografía: Mecha Fernández. Miércoles, 20.30 horas. Teatro del Pueblo, Av. Roque Sáenz Peña 943. Entrada: $80, $50.