Por Alba Ermida
Foto: Sandra Cartasso
Siempre es difícil realizar una biografía en el ámbito escénico o audiovisual, sea teatro o cine, bien por lo inabarcable de una vida, irreducible a unos minutos, bien por el conocimiento que se tiene del personaje, conocimiento que resulta a veces juez intransigente sentado en el patio de butacas. Sin embargo La bestia rubia se la rebusca desde el formato para sortear estos comunes obstáculos y halla, mediante una conjunción bien acertada de texto y puesta en escena, la fórmula del éxito que confirmaron varias nominaciones (dos a los Premios ACE, dos a los Florencio Sánchez, una a los María Guerrero y otra a los Teatro del Mundo). Parte del suceso radica en no pretender resumir la vida del padre Mugica, si no en hacer memoria mediante elementos expresivos como la danza, la música o la iluminación.
La primera novedad que consigue captar la atención es el género: un musical, innovador para lo que ya de antemano sabemos es una tragedia. Y más aún cuando la música se aleja del mundo religioso -canto gregoriano o el canto lírico- y rompe convenciones entroncando con el rock. Otro acierto dentro del género es reducir los personajes teatrales al propio cura y completar el elenco con cuatro bailarines que hacen las coreografías, los coros y hasta de narradores que introducen el momento de vida del sacerdote rubio que cuenta la inmediata escena.
Las coreografías son muy expresivas, ligadas a la narrativa, lo cual es otro acierto: contar una biografía desde un cuerpo múltiple que por momentos es uno y por momentos se divide en cuatro, que estertora, expresa, festeja y lucha en forma de danza. Destacable por su originalidad y prolijidad es la coreografía que convierte un partido de fútbol en plena villa en un hermoso baile.
Los textos también suponen un hallazgo, no sólo el contenido, muchas veces extraído de declaraciones y escritos de Mugica, también en forma y estructura. Textos entrecortados pronunciados como monólogos en la mayoría de los casos, con coros musicales que representan el clamor popular, los discursos políticos, las amenazas de muerte, las tentaciones carnales... Buen resumen de la propuesta de Tatiana Santana, la directora, podría ser la escena en que Mugica renuncia al amor romántico. Un diálogo que combina sus pensamientos dichos -en un monólogo interior que casi es una carta de amor nunca pronunciada- y la danza silenciosa de su enamorada que no entiende su extraño comportamiento, dos lenguajes que se encuentran, que se entienden pero que no pueden coexistir.
También la interpretación protagónica de Nelson Rueda merece su mención. Canta, baila y actúa. Se luce en la escena final en la que su garganta, conocedora del fin, se despide con su frase de cabecera: “Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz”.
Una obra que no aspira a contar, si no a mover, a conmover y a recordar a un personaje que, por hacerle frente al poder, recibió su castigo en 15 balas.
"La bestia rubia" de Andrés Gallina. Dirección: Tatiana Santana. Dirección musical: Rony Keselman. Con Gabriel Del Río, Laura Figueiras, Pedro Frías, Melissa Noé, Nelson Rueda. Vestuario y escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Fernando Berreta. Música original: Rony Keselman. Sonido: José "Poty" Frías. Asistencia de escenografía: Luciana Uzal. Asistencia de iluminación: Nadia Strier. Asistencia de vestuario: Luciana Uzal. Asistente de producción: Lucía Asurey. Asistencia de dirección: Lalo Moro. Producción ejecutiva: Rosalía Celentano, Vanina Fabrica. Coreografía: Mecha Fernández. La obra finaliza el 17 de julio en Teatro Timbre 4. Las entradas para las funciones finales ya están agotadas.
"La bestia rubia" de Andrés Gallina. Dirección: Tatiana Santana. Dirección musical: Rony Keselman. Con Gabriel Del Río, Laura Figueiras, Pedro Frías, Melissa Noé, Nelson Rueda. Vestuario y escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Fernando Berreta. Música original: Rony Keselman. Sonido: José "Poty" Frías. Asistencia de escenografía: Luciana Uzal. Asistencia de iluminación: Nadia Strier. Asistencia de vestuario: Luciana Uzal. Asistente de producción: Lucía Asurey. Asistencia de dirección: Lalo Moro. Producción ejecutiva: Rosalía Celentano, Vanina Fabrica. Coreografía: Mecha Fernández. La obra finaliza el 17 de julio en Teatro Timbre 4. Las entradas para las funciones finales ya están agotadas.
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