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17 de abril de 2015

TEATRO | "Al Mundo" dirigida por Natalia Casielles | Los de la mesa familiar (y un soldado que vuelve de la guerra)


Por Gonzalo Marina


Esta reseña de Al mundo de Joël Pommerat podría comenzar haciendo referencia al conflicto que atraviesa a una familia, la música (grabada y en vivo), los videos, la oscuridad, la decisión de un personaje, una chica que sólo habla francés, el amplio rango de las actuaciones o una mesa. Es que la obra del dramaturgo francés dirigida por Natalia Casielles es todo lo anterior pero también, sus partes por separado.  

¿Hay alguna trama o moraleja en Al mundo? Sobre el final, el personaje del padre mira al público y dice que tal vez nada de la obra tenga sentido. Pero no le creemos. Hay un argumento, un mensaje. El padre anuncia que uno de los hijos está por volver de la guerra. Crece la expectativa hasta el punto en que dudamos si el regreso va a suceder. Finalmente llega el esperado uniformado para encarar una nueva misión: debe decidir si acepta o no, hacerse cargo de los negocios familiares, una decisión que afectará a miles de personas alrededor del mundo. Y todo en torno a una mesa.

Por sobre esta breve historia encontramos algo sumamente valioso, las actuaciones y la puesta escénica. Ambos elementos se imponen, buscan generar un fuerte impacto en el espectador. Vemos escenas conmovedoras, hasta divertidas, pero que luego se tornan sombrías o crueles. Al ritmo de la cumbia bailan, cantan acompañados por una guitarra, y golpean objetos entre gritos. 

Es notorio el trabajo de las (maliciosas) hermanas, Valeria Giorcelli, Gabriela Irueta y la ¿media hermana? Sol Tester. La gran alternancia en los tonos de la obra depende de ellas. Facundo Livio Mejías transmite una enorme potencia, ni hablar de Camila Peralta, quien parece ordenar todo el texto. Mientras que Juan Gabriel Miño (en reemplazo de Brian Sichel) y Alfredo Staffolani lucen ajenos a ese extraño carrusel porque su andar es melancólico al borde del más sutil humor.

Podríamos relacionar Al mundo con otra pieza francesa, Sallinger, de Bernard-Marie Koltès, por el gran despliegue escénico. Pero luego vemos en otras obras de Pommerat líneas argumentales muy tradicionales, como Le Petit Chaperon rouge (Caperucita Roja). Un contraste más que interesante.

Las propuestas escénicas de Pommerat se caracterizan por la frialdad y la solemnidad. Habiendo formado parte del Festival Internacional de Dramaturgia, la visión de Casielles conserva cierta distancia pero alivia el tono con una gran variedad de colores, videos y música. Es difícil contradecir a un personaje, pero estamos convencidos de que la obra tiene un sentido y uno bastante rico más allá de la palabra.

"Al mundo" de Joël Pommerat. Dirección: Natalia Carmen Casielles. Traducción: Jorge Dubatti, Marta Taborda. Con Valeria Giorcelli, Gabriela Irueta, Facundo Livio Mejías, Camila Peralta, Brian Sichel, Alfredo Staffolani, Sol Tester. Diseño de escenografía: Cecilia Zuvialde. Diseño de luces: Magalí Acha. Diseño sonoro: Franco Calluso. Visuales: Ailin Formia, Valentin Piñeyro. Asistencia de dirección: Silvina Bernabé, Milena Montaner. Producción ejecutiva: Silvina Bernabé. Coreografía: Ailin Formia. Viernes 22.45 hs. La Carpintería, Jean Jaurés 858. Entrada: $100, $80. Hasta el 29 de mayo.

24 de junio de 2013

TEATRO | "Niña con cara de jirafa" de Natalia C. Casielles | El jardín de las Alicias

Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.

Juan Gelman

Por Gonzalo Marina

Pasamos demasiado tiempo siendo adultos. Otras vivencias, como las de la infancia, quedan eclipsadas por formalidades y rutinas. De vez en cuando echamos luz sobre esos momentos mediante fotos, anécdotas, juguetes polvorientos o la historia de Alicia en el país de las maravillas. Las vivencias de Lewis Carroll con diferentes niñas fueron el origen del relato e inspiración de la mágica Niña con cara de jirafa. La obra de Natalia Carmen Casielles demuestra que algunas fantasías pueden teñirse de dolor.

Mientras cruzamos por debajo de unos banderines de colores para llegar a nuestros asientos, escuchamos un reloj y varias campanas. Tras un largo apagón aparece sólo ella, la niña, con una cajita musical para relatarnos su historia con él. Un amigo de su padre, Charles, que le narra cuentos y saca fotos. Pero no sólo a ella, también a otras niñas de azúcar. Incluso su boca le dolía por dar muchos besos, especialmente a Alicia. La protagonista teme que él no la quiera cuando sea mayor; incluso duda de su identidad: si es una muñeca (aunque puede hablar), si juegan con ella o tal vez escucha los relatos de Alicia, que es real, pero ella tal vez no. Todo lo padece en una edad en la que se escucha sin saber entender.

Si bien la obra se estructura en un monólogo, sería más preciso decir que hay dos protagonistas en escena. Por un lado, gracias al magnífico trabajo de la actriz Sol Tester podemos vislumbrar a ese interlocutor ausente. Lo vemos tanto en su corporalidad como en el ejercicio de la voz. Pero sobre todo nos transmite emociones, cada alegría y cada rechazo es palpable. Por otro lado está el enorme baúl. Entre sus compartimentos hay escondites, escaleras, instrumentos musicales, luces de colores, latas-megáfonos, libros, etc. Tester maneja a la perfección un mueble lleno de sorpresas como el mismo Charles Lutwidge Dodgson, alias de Lewis Carroll.

La obra incluye varias de sus facetas. Un diácono caracterizado por la ambigüedad, rasgo opuesto a la estructura victoriana. A las hijas de sus colegas les sacaba fotos, paseaban en barco, las deslumbraba con tesoros, como las cajas de música, hasta que alcanzaban la adolescencia. ¿Se puede apreciar la pieza sin conocer estos datos biográficos? Por supuesto. El espectáculo es inmensamente rico en recursos y creatividad. Los objetos tienen un papel central. Los libros que la actriz se tira encima la llenan de hojas y brillantina. Baila con una muñeca de luz. En un pasaje increíble tira piedras que al caer suavemente parecen lágrimas, pero luego las estrella con rencor. Por momentos se proyectan sombras enormes o colores penetrantes.

El mundo del escritor inglés también fue recreado por Javier Daulte con una visión absurda en Martha Stutz. La película Descubriendo el país de nunca jamás aborda otro universo literario pero con lazos similares entre niños y adultos. El título Niña con cara de jirafa remarca lo difícil que es el vínculo entre esas dos etapas. La niña pone cara larga de jirafa, una tristeza escondida tras una bella imagen.

“Niña con cara de jirafa” de Natalia Carmen Casielles. Actúa: Sol Tester. Diseño de vestuario: Gustavo Alderete. Diseño de escenografía: Marilú Carbó. Diseño de luces: Javier Casielles. Diseño sonoro: Pedro Donnerstag.  Asistencia de escenografía: Rodrigo Pascual. Asistencia de dirección: Sol Pittau. Producción: El Color De Las Jirafas. Sábados, 21 hs. Abasto Social Club, Yatay 666. Entrada: $60, $45.