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24 de octubre de 2013

TEATRO | "Siameses: Historia de una familia normal" de Felipe Rubio | Uno y otro





Todo esto no quiere decir, pues, que yo sea dos. Las emociones, las sensaciones, los esfuerzos intelectivos de mi yo-segunda, son los de yo-primera; lo mismo inversamente. 
(…) Esta dualidad y esta unicidad al fin van a  matarme. Una de mis partes envenena al todo.

Pablo Palacio, “La doble y única mujer”


Por Laura Lafit

Historia de una familia normal reza el título de esta pieza teatral. Pero, ¿qué hay de normalidad en ese grupo familiar constituido por una madre sin brazos, un boxeador frustrado que imita a Rocky Balboa y una (o dos) hijas siamesas nacidas de un polvo festivo? Esta superficie polemiza con la idea de “familia normal”, sin llegar a trazar una ironía. 

Sin embargo, Siameses es una obra que nos invita a pensar acerca de lo uno y lo otro, lo doble, la independencia y el deseo. Humana y decadente, la obra se construye a partir de escenas casi independientes que tejen una red, una familia. En este sentido, el diseño de luces juega un papel central, marca el ritmo de la obra y lleva al espectador hacia distintos focos de la escena que se aúnan en las siamesas. Ellas constituyen la organicidad desorganizada de una familia que quiere pero no puede separarse. Las siamesas son la síntesis de esa otra relación desabrida, inarmónica, la relación entre los padres. Reflejo distorsionado de ese vínculo que va hacia dos lados diferentes pero del que no pueden desprenderse, como queda evidenciado en la que es quizás la escena más rica de toda la obra: en la mesa cenan las siamesas de frente al público, en la cabecera la madre se sienta sobre el padre y este, cuyas uñas se ha pintado previamente, le presta sus brazos en movimientos precisos y sincronizados. Ellos también se vuelven uno y dos al mismo tiempo.

Es, bajo esa misma mesa que las hermanas, protegiéndose de la borrachera de su madre, expresan su deseo y su no deseo de separarse. Imposibilidad que en primera instancia parece irreductible.


“Siameses: Historia de una familia normal”. Dirección y dramaturgia: Felipe Rubio. Con Jimena García Conde, Mariana Soledad Giménez, Lizzy Pane, Julio Rosenberg. Asistencia de dirección: Luz Moreira .Vestuario: Mariana Arzola. Diseño de luces y Concepción espacial Felipe Rubio, Gonzalo Velozo. Fotografía: Ana Lucía Chiarello y María Eugenia Gómez.  Diseño gráfico: Zeke Maciel. Viernes , 22 hs. Patio de Actores, Lerma 568. Entrada: $ 70, $ 50. Hasta el 08/11/2013.

10 de julio de 2013

TEATRO | "A- terradas" de Lola Montiel | Nadar (y errar) es humano



"Esto no es moverse, sino ser movido"
Samuel Beckett, Whoroscope

Por Laura Lafit

A-terradas es una obra breve e intensa que explora los sinsabores de la perfección, el absurdo y la productividad utilizando dos mundos, tal vez igual de disparatados: el nado sincronizado y el universo beckettiano pleno de esperas eternizadas, de esperanza tensionada por el recuerdo nostálgico por el pasado.

Literalmente, nos encontramos bajo tierra. La sala donde se desarrolla la obra se encuentra en el subsuelo del teatro y basta haber leído la sinopsis para saber que la historia se desarrolla precisamente debajo de la tierra, en un mundo que ya, no tiene agua.

Ingresar a la sala es ingresar a la obra. Una música antigua suena acoplada a las gastadas imágenes en blanco y negro de una película, que discurren sobre una tela al fondo del escenario. La perfección de las bailarinas acuáticas, su sincronía casi inhumana - ya que en el ballet acuático no hay espacio para el error-, aunque errar sea humano, remiten a un tiempo que no podrá nunca ser recuperado. En el suelo, amontonados, devastados, se apilan como desechos los cuerpos vestidos con raídas mallas descoloridas de cuatro bailarinas.

La música se detiene y una voz profunda, nostálgica, se pregunta si se habrán olvidado allá arriba de ellas, afirma que entrenar las coreografías hasta la perfección les permitirá estar preparadas y triunfar cuando el agua vuelva. La entrenadora pita su silbato y las cuatro bailarinas comienzan a repetir sus movimientos. Cansadas, sonrientes, alimentan ese  absurdo de la repetición. Bajo este régimen militar, las cuatro mujeres ensayan sin éxito una y otra vez. 

Finalmente, la ansiada ayuda llega, innovadora y elocuente, a través de una estética propia del clown, el personaje de Lucila Juan (Dido Yugá) renueva el pesado ambiente subterráneo: conquista el lugar de entrenadora, pero una vez allí, como si se tratase de una cinta de Moebius, todo vuelve a comenzar. La obra misma habla el lenguaje del nado sincronizado y se repite.

El silbato, ahora en manos de quién simbolizara la esperanza y el cambio, somete bajo la exacerbada importancia otorgada a la productividad y la competencia, tanto a las  nadadoras, como a la antigua entrenadora, frustrada. Cada una de ellas deja de tener un nombre para convertirse en una pieza más, en un número de esa maquinaria, sólo así, nos dice la nueva entrenadora, se alcanza la perfección. 

¿Vale la pena perder la identidad para alcanzar el éxito? Nadie en la obra parece hacerse esta pregunta, matar el tiempo parece ser la verdadera razón que se esconde en cada uno de los movimientos, pero el tiempo no muere. “Estamos muriendo” repite nuevamente una de las bailarinas y es censurada bajo los sonrisas nerviosas de las otras. Están muriendo, ahogadas bajo la tierra, aniquiladas en nombre de la producción y la perfección.

“A-terradas” de Lola Montiel. Con Sara Cordoba, Ana Clara Fernández, Nerina Flores, Felina Garbus, Lucila Juan, Bruna Sambataro y Dalila Serebrinsky. Vestuario: Compañía A-terradas. Escenografía: Compañía A-terradas, Anahí Vázquez. Realización de arte: Macedonio Fernández. Fotografía: Cristian Holzmann. Asesoramiento escenográfico: Flavio Pagola. Asistencia de dirección: Gastón Ariel Chamorro. Sábados, 20 hs. Teatro IFT, Boulogne Sur Mer 549. Entrada: $ 50. Hasta el 27/07/2013.