13 de enero de 2012

CINE | “Agua y Sal” de Alejo H. Taube | Un hilo delgado que nos une

Por Guillermina Gandola

¿A dónde van a parar nuestros sueños? Quizás al mar, que todo se lo lleva, todo lo atrae, incansable, constante, arrollador, inmortal y misterioso mar. 

Agua y sal nos cuenta dos historias de vida que como el agua y la sal se funden. Historias distintas, que se encuentran en un bar, en el colectivo, la calle, el cine, en una farmacia, en una mirada, por el saludo de un niño, una ciudad, historias de historias...

Biguá, un hombre que trabaja en el puerto de “La Feliz” (aunque él no piense que la ciudad lo sea) es un trabajador que vive el día a día, las pequeñas cosas, cervezas con amigos después de laburar, una pensión para dormir e higienizarse, y una novia adolescente embarazada. 

Este trabajador será inmortalizado por la lente de una cámara perteneciente a una turista. Otra vez las historias se cruzan en una foto, esa foto que se convertirá en algo tan valioso como la vida misma para otros ojos. La cámara eterniza, captura momentos únicos e irrepetibles, personas que ya no estarán, o sí. 


Javier tiene 40 años, una esposa, auto, una buena situación económica… una ¿buena? vida. Para él, algunas veces nada de eso parece tener sentido y simplemente quiere ser otro, sueña con otra vida, otro yo. 

Javier y Biguá tienen personalidades y cotidianidades muy distintas e iguales a la vez: el presente los atormenta y el futuro los paraliza. Lo demuestran sus silencios, sus miradas perdidas, el querer ser otro.  El miedo al cambio, a una nueva vida. 

En Agua y Sal viviremos con intensidad (porque nos sentiremos identificados) las problemáticas de cada personaje, tan particulares, tan nuestras, tan de todos. 

¿Estaremos satisfechos algún día con nuestra vida?

La respuesta es abierta, como la película, la vida, el mar…

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