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2 de octubre de 2014

LIBROS | "Filosofía política del poder mediático" de J. P. Feinmann | Bill Gates, Citizen Kane y la Culocracia



Por Sylvia Nadalin

Después de la maratón ensayística de los últimos años, José Pablo Feinmann volvió a despabilar a sus lectores con un tema tan actual como debatido, al menos en esta parte del globo: el monopolio de los medios de comunicación masiva y su poder en la formación ideológica de los sujetos sociales. 

El libro de más de 600 páginas y variadas e interesantes citas bibliográficas, está estructurado en tres partes: la primera analiza la construcción de la subjetividad a partir de la idea del ‘sujeto-otro’ que es “el que es dicho y pensado por el poder”; la segunda parte, quizás la más original, es un texto cínico y humorístico sobre la "culocracia", donde el autor reflexiona sobre la imagen hegemónica del "culo-idiotizante como esencial al espíritu de dominación del capitalismo del siglo XXI, el de los mass media desbocados". Y una tercera y última parte dedicada a Internet, “el Super Big Brother de la modernidad informática”, un descubrimiento pensado como un arma de liberación que se ha transformado en una maquinaria secreta de espionaje y control social.

La hipótesis que da comienzo a la primera parte del ensayo es tan provocadora como académicamente subversiva: “Hizo más Bill Gates que Descartes por la centralización del sujeto”. ¿Qué significa esto? Pues que la gran ‘iluminación’ cartesiana que destronó la Edad Media ubicó al hombre en la centralidad del Saber, adueñándolo de la Historia (antes reservada a ese dios único y omnipotente) y arrojándolo a la conquista de la tierra a través de la técnica. Ese quiebre ideológico es para Feinmann menos revolucionario que la constitución de este sujeto comunicacional encarnado en “Rupert Murdoch, la Fox y la News Corporation, el más poderoso grupo mediático de este mundo […] necesario para el sistema global de vigilancia, dominación y constitución de los sujetos”.

A partir de este develamiento teórico, el autor apela a una diversidad de personajes,  situaciones y registros textuales, como la parodia mediática del fusilamiento de Dorrego y la conferencia de prensa de Lavalle, citas y análisis de sus propios libros sobre películas emblemáticas como Citizen Kane o la puesta radial de La Guerra de los Mundos, ambos de Orson Welles, y docenas de productos de Hollywood; todo un planteo iconoclasta para reafirmar la “instauración del sujeto bélico comunicacional sobre la derrota del sujeto-hombre, el sujeto-praxis, del sujeto inmerso en la Historia, que es el único que puede oponerse al poder”.

La Culocracia o “culto al culo”, segunda parte del libro, posee un tratamiento, que oscila entre el humor, la ironía y la erudición de citas literarias que incluyen la visión de Santo Tomás de Aquino y Francisco Quevedo, tiene como objetivo denunciar la hegemonía del culo-idiotizante que usa la TV Vómito como aliado del establishment para que los sujetos no piensen, no sientan, no se indignen, solo miren y deseen ese culo que nunca tendrán. Ese “hombre mirando un culo” tiene en nuestro suelo uno de los mejores presentadores mundiales: Marcelo Tinelli, la estrella mediática de los más revulsivos shows de la culocracia, en los cuales se negocia publicidad y ranking a cambio de mercantilización y objetualización femenina versus estupidización masculina, todo en nombre del entretenimiento y la libertad de expresión, o de esa falsa consigna que repiten los intelectuales del monopolio: “Tinelli les da lo que la gente quiere ver”.

El último de los ejes abordados es quizás el más actual y peligroso: la influencia y consecuencias de Internet en nuestros pequeños espacios privados. Aquí el análisis se vuelve más político ya que aborda el crecimiento indetenible, desde la Segunda Guerra, del Complejo Militar Industrial norteamericano y su necesidad de control político y dominación ideológica a través de la imposición de un sentido común violento, individualista y alienado.

Cuando Feinmann se pregunta, quizás tan abrumado como nosotros: “¿Hay alguna esperanza?”, su respuesta no es tan optimista como quisiéramos: “En este mundo sometido al espionaje del Big Brother Panóptico no hay Palacio de Invierno. No está en ninguna parte. El poder, en cambio está en todas. Que cada vez  esté en menos será el objetivo  de nuestros pequeños-inmensos triunfos. De nuestros pequeños-inmensos sueños”.

"Filosofía Política del Poder Mediático" de José Pablo Feinmann. Ed. Planeta. 664 Páginas.  2013. 

9 de septiembre de 2014

LIBROS | "Clarín, el gran diario argentino. Una Historia" de Martín Sivak | Pactar y luego criticar: ¿el secreto de su éxito?



Por Sylvia Nadalin

En tiempos donde el periodismo político oscila entre la tinellización de los golpes de efecto y la repetición vacía de consignas militantes, el riguroso e imparcial análisis de la historia del diario Clarín de Martín Sivak es un acontecimiento a celebrar. Producto de un extenso trabajo de investigación doctoral del autor, el libro relata los vaivenes editoriales del mayor periódico del país en relación a los inestables períodos de nuestra historia, describiendo las estrategias y pactos político-económicos que le permitieron convertirse en el multimedio más importante de América Latina.

Sivak es riguroso porque cita fuentes primarias, ésas que hacen que el periodismo sea periodismo. Y consulta documentos en archivos públicos y privados, organismos nacionales, cables diplomáticos norteamericanos, realiza más de 150 entrevistas a personalidades claves, releva información a través de la lectura de todos los ejemplares de Clarín desde su fundación, el 28 de agosto de 1945. Con este vasto material busca responder a la pregunta: “cómo un diario modesto y frágil se convirtió en un grupo con mayúsculas y en la empresa más influyente de la Argentina”.

La historia de Clarín es la historia de su ideólogo y fundador: Roberto Noble, diputado del Partido Socialista Independiente que se alió a los conservadores en la Concordancia apoyando la candidatura de Justo, y se convirtió en ministro del gobernador conservador bonaerense Manuel Fresco. Experiencia que lo alejó de la política y a partir de la cual decidió fundar un periódico que “aglutinara fermentos populares carentes de guía que subían con la fuerza de la marea y estaban expuestos a desviaciones peligrosas”.  

Clarín no se había peronizado, Perón se había clarinizado. Esa fue la respuesta de Noble ante el cambio brutal de rumbo que el diario había tomado por el triunfo arrollador del peronismo, previa campaña a favor de la Unión Democrática. Haber sido el primero en reconocer el triunfo de Perón y callarse cuando expropió el diario La Prensa, le permitió acceder “reservadamente” a los beneficios del Estado, direccionados por Raúl Apold.

Sivak afirma que Perón y Noble se reunieron en varias oportunidades y que a partir de 1950 el dueño de Clarín comenzó a frecuentar a su financista, Jorge Antonio, con quien terminaría haciendo lucrativos negocios inmobiliarios. La relación tuvo un momento de tensión cuando Perón ordenó cerrar el diario ante algunas críticas económicas deslizadas en momentos previos al golpe del ‘55. Al día siguiente presentaba la renuncia a la Revolución Libertadora, la que fue saludada con vítores por Clarín. Ese feroz pragmatismo no le impidió a Noble anotarse en la lista de ‘contribuyentes’ de Puerta de Hierro.

Con un olfato coyuntural envidiable, Noble se acomodó al discurso que proscribió al “dictador” y celebró la “libertad” de los nuevos tiempos. Sin embargo, será durante el gobierno de Frondizi cuando construirá una relación más orgánica y cuasi partidaria por la afinidad con las ideas económicas desarrollistas. Esa flexibilidad y adaptación proveerá el capital económico del diario en momentos de crisis, pero como bien anota Sivak no explican del todo la gran expansión de Clarín, que se convirtió en el diario más leído del país gracias a la lúcida empatía que su Director tuvo con los discursos de los incipientes sectores medios y populares, su talento para apropiarse del sentido común del argentino medio, contratar a los mejores periodistas de la época (pagando los mejores sueldos) e influir en las decisiones políticas. Con su muerte, la dirección editorial, política, legal y contable quedó en manos de Rogelio Frigerio, quien seguirá apostando al pragmatismo.

Durante la dictadura del ’76 Clarín osciló desde el apoyo a la lucha contra la ‘subversión’ hasta la crítica feroz hacia la política económica de Martínez de Hoz, mientras callaba los crímenes y desapariciones y descubría un nuevo espacio de masividad: la cobertura en tapa de deportes, impulsados a partir del Mundial de 1978.

Sobre Papel Prensa, Sivak explica su significado: la fractura del campo periodístico y la entrada de Clarín al campo corporativo junto a otro camaleónico de los medios, La Nación. A partir de ese hito solo restaba volver a los orígenes: desideologizar el diario despidiendo a Frigerio. Eso fue en 1982, Clarín apoyó la guerra de Malvinas, y la viuda de Noble empoderó a Héctor Magnetto, quien se hizo noblista, pero de nuevo tipo: superando las aspiraciones presidenciales de Noble y el proyecto político de Frigerio, dos propósitos ue funcionaban como obstáculo para la expansión corporativa, tarea a la que contribuyó la desregulación y privatización menemista y la oligopolización de las comunicaciones mundiales.

"Clarín, el gran diario argentino. Una Historia" de Martín Sivak, Ed. Planeta, 2003, 444 págs.