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26 de junio de 2014

TEATRO | "Les Interprétes" de Grupo Basamenta | Ser improvisado


Por Gonzalo Sentana

Lo inesperado e imprevisible. Claro, puede objetarse que uno siempre va al teatro esperando ser sorprendido. Pero en este caso, los sorprendidos eran los actores. Se siente la frescura del aire corriendo por sus caras, la vibración de sus voces frágiles queriendo ser escuchadas. Sus cuerpos pasan de un estado a otro. Es visible la crisis que produce en ellos jugar a ser otros, jugarse el cuerpo en cada paso. Y es volitiva esa visibilidad. Hay deseo de que se vea la crisis.

Vértigo, cambio de ritmo, minutos de descanso plagan los distintos intentos dentro del intento. ¡Hasta un momento musical! ¿Qué lujo no se dan Les Interprétes?  Hay un virtuosismo en la actuación que se puede percibir en la ternura, la fragilidad, la exposición de Matías Corradino, Ignacio Torres, Victoria Veliz y Fernando Morales.

El intento es, en definitiva, un desafío, o varios desafíos constantes. Se nota en sus miradas un deseo de oponerse entre sí, de violentarse de maneras sutiles, placenteras. Se ve en sus rostros el sadismo de poner a prueba lo creado, de sostener hasta las últimas consecuencias las decisiones de narración caótica y puesta en escena insustancial. Y sobre todo, se observa cómo desean aunque sea de manera rústica, que el público se movilice, hasta literalmente. Quejas perdidas, gritos de ¡Tiempo!, alarmas que suenan y frustraciones por objetivos que parecen no ser alcanzados interrumpen la continuidad de una narración que, de todas maneras se anuncia desde un principio como una no-obra.

Sin embargo, salgo de la sala sabiendo más de lo que sabía cuando entré. Quizás esta no -historia es una mentira. Quizás lo que cuentan es su vida. Es difícil. No logro decir de qué trata la obra. Trata sobre los actores, o sobre el público. Seguro, trata sobre el teatro, o sobre la vida. O sobre las mentiras. Si tengo que contar lo que veo, sólo puedo decir que me río muchas veces sin saber por qué. Me río y miro alrededor, al resto del público, que también me mira, porque yo estoy en el escenario, junto con otras personas del público que han sido seleccionadas arbitrariamente. Me río inseguro, sin saber si tengo que reírme, o incluso si puedo reírme. Y cuando termina este segmento recortado e inconcluso, cuando se me dice que ha terminado, aplaudo intranquilo, con miedo de interrumpir algo importante.

El intento demuestra la importantísima diferencia entre improvisar y ser improvisado. Si bien noto la espontaneidad con que surgen situaciones (y hasta que el iluminador, a quien presentan con mucha gracia al principio, se ríe de fragmentos de la obra que habrá visto una decena de veces) no dejo de percibir de manera incontrastable e incomprobable que hay algo que rige el orden de las cosas. No parece importante, en primera instancia, pero me da seguridad. Tanto caos, tanta imprevisibilidad, se ven sin embargo amparados por un orden estricto e invisible que permite al espectador disfrutar de forma masoquista una parodia sobre los comportamientos que se suelen tener en el teatro. Y esta ambigüedad oscilante entre caos y frescura, y orden y paz, impregna de alguna manera todo lo que veo.

El teatro literalmente nos muestra los calzoncillos en el intento de capturar al teatro en un instante. Se ven intimidades de la creación escénica, que por momentos parecen sólo para iniciados, y por momentos, educan sobre mitos y realidades de lo que significa hacer teatro. Con humor y locura, pero también con un compromiso de sinceridad en lo falible.

Llegar y sentirse parte, quedarse y sentirse parte. Ser escuchado, ser visto. Ser parte. En Les Interprétes el espacio está incompleto. Está esperando algo, está esperando a alguien.

"Les interprétes - Intento inconcluso por detener al teatro en un instante" de Grupo Basamenta. Actúan: Matias Corradino, Fernando Morales, Ignacio Torres, Victoria Veliz. Diseño de luces: Leandro Javier Crocco. Producción: Zoilo Garcés. Coreografía: Priscila Lombardo. Sábado 23.15 hs. Apacheta Sala Estudio, Pasco 623. Entrada: $100, $70. Última función: 28 de junio de 2014. 

30 de agosto de 2013

MÚSICA | "Odio a mi familia (Mezcladito argento) | Emocionante delirio en escena




Por Gonzalo Sentana

Esperando para entrar a la sala Batato Barea del Ricardo Rojas, noto en la fila un cochecito de supermercado de juguete, perteneciente a una nena del público que también esperaba. Quizás fuera una imagen premonitoria de lo que veríamos adentro: juego, delirio y humor.

La propuesta de Odio a mi familia (mezcladito argento) se declara intencionalmente ecléctica y consiste en convocar a músicos y escritores contemporáneos argentinos y ensamblar sus producciones (todos estrenos encargados especialmente para la orquesta de la UBA) en una sola puesta. Es mucho más que una simple yuxtaposición de cosas interesantes.

Gerzsenzon y Odoriz, los directores, generan toda una vida. Por supuesto, la impronta de lo variado limita algunas profundizaciones, pero eso no inhibe que la obra tenga momentos líricos, dramáticos, cómicos, delirantes y tiernos.

La música, que es el pretexto para que esta gente tan simpática juegue de manera tan linda en escena, no es música convencionalmente contemporánea, rupturista y de sonoridades ásperas y rugosas, sino más bien se desliza suavemente entre referencias a sonidos populares y académicos, con orquestaciones brillantes, y rítmicas reconocibles (por ejemplo en la primera escena La viuda desgraciada de Soruco, donde se escucha un relato con aire norteño). Un detalle vistoso: la rueda de una bicicleta siendo ejecutada como recurso tímbrico para generar dramatismo.

Todas las escenas son musicalizadas con la voces de los cantantes, y con el conjunto instrumental. Una de las cosas más interesantes es la riqueza en la búsqueda rítmica de la coralidad, así como la fragmentación de los textos, sobre todo en las dos primeras piezas, la citada de Soruco, y las canciones magníficamente interpretadas por los tres vocalistas masculinos de Gioconda de Martín Liut, sobre textos de Galindo, Katchadjian y Pintabona, en las que puede, incluso, suceder que un cantante comience una palabra para que los demás la concluyan.

Punto aparte merecen la tercera escena Aria Zsuzsa de Mainetti sobre textos de Cozarinsky y la cuarta escena Música Vana, de Torres; en la tercera, la enrulada voz de la soprano Julieta Schena llena el aire con un aria que me arrancó una emoción cuando ya sentía que nada podía sorprenderme de lo que estaba viendo. La siguiente fue una declaración de guerra contra la sensación de que la tercera había sido el punto culminante del espectáculo, con Luz Matas y Lucas Werenkraut emocionando hasta a los ladrillos de la sala. Destacable la participación de la flautista Paula Gasparini como actriz por su compromiso interpretativo.  

En la última escena vemos un resumen perfecto del espectáculo que podría concretarse en una sola palabra: energía. Luz Matas comienza relatando, en una suerte de día joyceano, cada cosa que ve en la ciudad que la rodea. El resto de los cantantes, en un despliegue de movimiento inaudito para intérpretes vocales en plena ejecución, la acompañaron, con el mismo recurso de completar las palabras, y dirigiendo por momentos la atención del espectador a objetos nimios sobre el escenario con una mirada. Todo esto con música con claras reminiscencias de comedia musical.

Más allá del eclecticismo musical (y quizás también un poco gracias a ello), esta obra hace alusiones no muy veladas al absurdo beckettiano, pleno de humor, frescura y desparpajo, sin solemnidad, ni siquiera en los momentos más tiernos dramáticos, e incluso en el argumento podemos encontrar una relación entre Godot, que no llega, y el barco, como movimiento perpetuo. Detallismo, pulcritud, limpieza y despliegue de energía hacen que de esta obra emane algo que debería verse en cada espectáculo en cartelera: SEDUCCIÓN.

"Odio a mi familia (Mezcladito argento)". Daniel Soruco + Martín Liut + Pablo Mainetti + Víctor Torres + Guillo Espel + Matías Couriel + Marcelo Galindo + Pablo Katchadjian + Santiago Pintabona + Edgardo Cozarinsky + Santiago Espel. Dirección: Andrés Gerszenzon. Dirección Escénica: Bea Odoriz. Solistas: Julieta Schena, Luz Matas, Lucas Werenkraut, Ignacio Agudo, Maximiliano Medero.  Instrumentistas: Paula Gasparini: actriz y flauta, Mailén Sempolis en Clarinete, Agustín Uzal en fagot, Sebastián López en trompeta, Jorge Silveyra en trombón, Gregorio Wilkinson en violín I, Agostina Sempolis en violín II, Marina Torres en Viola, Joel Schafer en violoncello, Pablo Bruni en contrabajo, Matías Couriel en guitarra e Ignacio Svachka en percusión. Diseño de Iluminación: Fabricio Ballarati. Instalación: Inés Fontenla. Producción y sobretitulado: Cecilia Monzo. Última función: 1º de septiembre de 2013, 18 horas. Centro Cultural Ricardo Rojas, Av. Corrientes 2038. Entrada: $20.