Por Gonzalo Sentana
Esperando para entrar a la sala Batato Barea del Ricardo Rojas, noto en la fila un cochecito de supermercado de juguete, perteneciente a una nena del público que también esperaba. Quizás fuera una imagen premonitoria de lo que veríamos adentro: juego, delirio y humor.
La propuesta de Odio a mi familia (mezcladito argento) se declara intencionalmente ecléctica y consiste en convocar a músicos y escritores contemporáneos argentinos y ensamblar sus producciones (todos estrenos encargados especialmente para la orquesta de la UBA) en una sola puesta. Es mucho más que una simple yuxtaposición de cosas interesantes.
Gerzsenzon y Odoriz, los directores, generan toda una vida. Por supuesto, la impronta de lo variado limita algunas profundizaciones, pero eso no inhibe que la obra tenga momentos líricos, dramáticos, cómicos, delirantes y tiernos.
La música, que es el pretexto para que esta gente tan simpática juegue de manera tan linda en escena, no es música convencionalmente contemporánea, rupturista y de sonoridades ásperas y rugosas, sino más bien se desliza suavemente entre referencias a sonidos populares y académicos, con orquestaciones brillantes, y rítmicas reconocibles (por ejemplo en la primera escena La viuda desgraciada de Soruco, donde se escucha un relato con aire norteño). Un detalle vistoso: la rueda de una bicicleta siendo ejecutada como recurso tímbrico para generar dramatismo.
Todas las escenas son musicalizadas con la voces de los cantantes, y con el conjunto instrumental. Una de las cosas más interesantes es la riqueza en la búsqueda rítmica de la coralidad, así como la fragmentación de los textos, sobre todo en las dos primeras piezas, la citada de Soruco, y las canciones magníficamente interpretadas por los tres vocalistas masculinos de Gioconda de Martín Liut, sobre textos de Galindo, Katchadjian y Pintabona, en las que puede, incluso, suceder que un cantante comience una palabra para que los demás la concluyan.
Punto aparte merecen la tercera escena Aria Zsuzsa de Mainetti sobre textos de Cozarinsky y la cuarta escena Música Vana, de Torres; en la tercera, la enrulada voz de la soprano Julieta Schena llena el aire con un aria que me arrancó una emoción cuando ya sentía que nada podía sorprenderme de lo que estaba viendo. La siguiente fue una declaración de guerra contra la sensación de que la tercera había sido el punto culminante del espectáculo, con Luz Matas y Lucas Werenkraut emocionando hasta a los ladrillos de la sala. Destacable la participación de la flautista Paula Gasparini como actriz por su compromiso interpretativo.
En la última escena vemos un resumen perfecto del espectáculo que podría concretarse en una sola palabra: energía. Luz Matas comienza relatando, en una suerte de día joyceano, cada cosa que ve en la ciudad que la rodea. El resto de los cantantes, en un despliegue de movimiento inaudito para intérpretes vocales en plena ejecución, la acompañaron, con el mismo recurso de completar las palabras, y dirigiendo por momentos la atención del espectador a objetos nimios sobre el escenario con una mirada. Todo esto con música con claras reminiscencias de comedia musical.
Más allá del eclecticismo musical (y quizás también un poco gracias a ello), esta obra hace alusiones no muy veladas al absurdo beckettiano, pleno de humor, frescura y desparpajo, sin solemnidad, ni siquiera en los momentos más tiernos dramáticos, e incluso en el argumento podemos encontrar una relación entre Godot, que no llega, y el barco, como movimiento perpetuo. Detallismo, pulcritud, limpieza y despliegue de energía hacen que de esta obra emane algo que debería verse en cada espectáculo en cartelera: SEDUCCIÓN.
"Odio a mi familia (Mezcladito argento)". Daniel Soruco + Martín Liut + Pablo Mainetti + Víctor Torres + Guillo Espel + Matías Couriel + Marcelo Galindo + Pablo Katchadjian + Santiago Pintabona + Edgardo Cozarinsky + Santiago Espel. Dirección: Andrés Gerszenzon. Dirección Escénica: Bea Odoriz. Solistas: Julieta Schena, Luz Matas, Lucas Werenkraut, Ignacio Agudo, Maximiliano Medero. Instrumentistas: Paula Gasparini: actriz y flauta, Mailén Sempolis en Clarinete, Agustín Uzal en fagot, Sebastián López en trompeta, Jorge Silveyra en trombón, Gregorio Wilkinson en violín I, Agostina Sempolis en violín II, Marina Torres en Viola, Joel Schafer en violoncello, Pablo Bruni en contrabajo, Matías Couriel en guitarra e Ignacio Svachka en percusión. Diseño de Iluminación: Fabricio Ballarati. Instalación: Inés Fontenla. Producción y sobretitulado: Cecilia Monzo. Última función: 1º de septiembre de 2013, 18 horas. Centro Cultural Ricardo Rojas, Av. Corrientes 2038. Entrada: $20.
2 comentarios:
Donde dice Julieta Schena léase Luz Matas y viceversa.
corregido, gracias!
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