Sólo tres de las cuatro paredes que forman los espacios en nuestro imaginario están presentes en un escenario. La cuarta pared del teatro -justamente esa que no se ve y por eso, la única imaginaria-, es lo que le hace al teatro ser teatro. Pero la obra Siembran, dirigida por Eugenia Hadandoniou y escrita y actuada por Daniela Valdéz, Delfina Díaz Gavier y Gustavo Kreiman, no se monta en un teatro sino en un departamento en la ciudad de Córdoba. Con esa intimidad y cercanía, el espectador que está sentado puede mirar con la sutileza de una cámara y serle indiferente a esas imágenes, pero también puede oler y escuchar como si estuviera efectivamente presente dentro de la imagen. Siembran es una obra que descansa sobre la realidad de la cuarta pared, que es también su no realidad.
Fui a dos funciones distintas. Y digo “fui”, y no “vi”, porque Siembran es un lugar a donde se está invitado, y donde la intimidad se parece mucho a cotidianidad. Repeticiones comunes en vidas particulares: ¿Cuántas veces pasamos tardes hablando sobre cosas que no hacemos, cuántas veces pivoteamos fortuitamente y sin intermedios, entre la tragedia doméstica, el drama de lo que circunda, y las nimiedades más ligeras?
Ay, los vínculos. ¿Qué es la fraternidad, la amistad, la seducción, el rechazo? Cómo pasa en lo más privado de la vida de uno, lo que le pasa a tanta gente. La obra pone una lupa sobre un micropixel de lo que, puesto a la distancia, se ve homogéneo e indistinto.
La contemporaneidad es una pregunta obvia, creo. Siembran es hiperrealistamente contemporánea: la música cordobesa independiente, el departamento nuevo en el centro, todas las referencias más o menos visibles a lo que los rodea y nos rodea, a una juventud tan específica.
La intimidad es un efecto y a la vez un medio técnico, gracias al cual, ahí sentados en el banquito contra la pared, podemos ver una performance compuesta de gestos austeros, poco suntuosos desde la perspectiva del teatro, expresivos y gesticulosos, quizá, desde la perspectiva de la vida común; verosímilmente grande en proporción al tamaño del espacio: un departamento, un drmt., cocina sep., piso de parquet.
Olor a shampoo, sahumerio y porro. Bajan las luces, suben la música. Mica y Leo se actualizan, cuentan todo lo que pensaron desde la última vez que hablaron, que fue hace un rato, calculo. Llega Miki, interrumpe el equilibrio pero es parte del equilibrio de ese lugar, la inconstancia constante de los estados de ánimo de la soledad, de los que piensan la soledad.
Y esa soledad tiene un placer tan impuro, lleno de unas cosas como sus contrarias. Con gracia o con drama, al final todas las transformaciones suceden todo el tiempo, por chicos que sean los actos que las generen.
Tenemos que estar cerca para ver todo lo grande que pasa en partes del cuerpo, tenemos que estar lejos para ver el movimiento coreográfico de tres personas en un living con cocina separada y un balcón, haciendo nada. Desplazamientos infructuosos (para la vida, no para la escena) que hacen del tiempo sucesiones de instantes, y de las decisiones una fantasía, y de las charlas un pasatiempo. O una necesidad de empatía con los otros, que viene evocada en el drama de un personaje que apenas es personaje. La tragedia viene de afuera, es remota en relación con la historia, viene a generar sentimientos en personajes que no parecían tener ninguno hasta que los construyen hablando. Viene a compungir el destino de los que tenían todo listo, limpito y con olor a sahumerio, para salir a divertirse sin que haya nada de lo que descansar.
No es que los personajes de Siembran sean personas, es que las personas somos personajes, que nuestros estados de ánimos vienen pegados a los hábitos que repetimos y las historias que contamos.
El balcón: se sale del living a ningún lugar, se entra a una pieza que no se ve, están las plantas que vagamente se riegan pero en realidad crecen solas, se sacude la colchita de la cama donde empieza y termina todo. Apenas un rincón del otro lado de la puerta ventana que es la única pantalla materialmente presente en la obra, pero no la única que funciona para el espectador que tiene que estar para no estar, y ver lo que no se ve pero ya se sabe, porque es así.
Sos invisible: entran y salen Leo, Miki y Mica, al balcón, a la cocina, y se escuchan menos sus diálogos. Con la música alta, o hablando desde afuera. No te hablan. Cuando te miran, quizás miran la pared, o el interruptor de la luz que tenés detrás. Conversan entre ellos, y teatralizan personalidades o personifican estereotipos. La cosa es que cuando algo duele, se pone serio, porque ya no hay construcción sino dolor. Y vos que estuviste sentado y viéndolo como si fueras la pared, ya no sos pared. El dolor es el dolor. La empatía involucra a todos, el tedio también. Será hora de volver. Al departamento. Al personaje.
“Siembran” de y con Delfina Díaz Gavier, Gustavo Kreiman, Daniela Valdez. Dirección: Eugenia Hadandoniou. Producción: el Izquierdo | teatro. Música: El festín- Aguapordentro, Mirko- Almor; Si mi- Candelaria Zamar; Somos- Félix San Martín; Lo que duele y lo que no- Fran Kreiman; Contraindicaciones del pensamiento- Francisca y los exploradores; Lo que digo- Rayos Láser. Viernes de mayo a las 20.30 hs. Córdoba (la dirección se pasa una vez hecha la reserva por sms o wpp al 351-6168435 o por Facebook: el Izquierdo Teatro.
“Siembran” de y con Delfina Díaz Gavier, Gustavo Kreiman, Daniela Valdez. Dirección: Eugenia Hadandoniou. Producción: el Izquierdo | teatro. Música: El festín- Aguapordentro, Mirko- Almor; Si mi- Candelaria Zamar; Somos- Félix San Martín; Lo que duele y lo que no- Fran Kreiman; Contraindicaciones del pensamiento- Francisca y los exploradores; Lo que digo- Rayos Láser. Viernes de mayo a las 20.30 hs. Córdoba (la dirección se pasa una vez hecha la reserva por sms o wpp al 351-6168435 o por Facebook: el Izquierdo Teatro.
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