Por Andrés Taurian
1.
En estos Tres cuentos, como en todos los de Martín Rejtman, parece importar más la narración -la acción de narrar- que la historia, la caracterización de los personajes o el alardeo sobre la forma, siempre señalada sutilmente. El lugar común diría cuentos que avanzan y en los que nada pasa. Pero la verosimilitud de los relatos (lograda por la naturalidad del tono sin edad y el reiterado y burlón uso de lugares comunes) y la precisión con que se desarrollan esconden un entramado de numerosas reflexiones sociológicas (siempre contadas, nunca dichas), en especial sobre clases sociales, y lo hacen a pesar de que “la superabundancia pareciera traducirse en ausencia, haciendo que las situaciones que se desencadenan con un ritmo vertiginoso sean a menudo leídas como constantes disgregaciones dentro de una trama inexistente”, como dijo Sol Etcheverría con motivo de Rapado (1992), primer libro del autor.
2.
Con protagonistas paradójicamente solitarios y despersonalizados (solitarios a pesar de la multiplicidad de interacciones, despersonalizados a pesar de la acción permanente) para quienes los viajes y las mudanzas parecen ser una forma de autoreseteo, los tres cuentos -de unas cien páginas cada uno- se desarrollan en un contexto de clase media acomodada y tienen como factor común numerosas observaciones sobre arquitectura y referencias a Internet el mundo de la música y los Estados Unidos.
Este-oeste narra por un lado el viaje Argentina-Chile de un grupo de amigos que acaban de terminar el secundario y por otro, el recorrido de costa a costa estadounidense que hace un joven artista porteño. Sobre la inconformidad con la propia vida y la imposibilidad de vivir otras.
Eliana Goldstein cuenta una relación amorosa mediada por la marihuana en la que las personas son poco más que objetos intercambiables. Consideraciones sobre el teletrabajo y la influencia de las drogas en la decodificación del arte.
El diablo retrata el recuentro y la posterior vida en común de dos adolescentes que fueron mejores amigas durante la infancia. Sobre las diferencias entre la vida en el campo y la ciudad.
3.
Como ocurre con la escritura de Sergio Bizzio o Samanta Schweblin, los textos de Rejtman parecen más determinados por la semiótica que por la lingüística y la teoría literaria, lo que probablemente se debe a su formación y trabajo como realizador cinematográfico.
Con un registro hiperrisible (“Me parece que funciona una productora de publicidad, porque entran y salen jóvenes con anteojos de marcos rectangulares de colores y ropa que parece de feria americana pero que es obviamente nueva y de marca”) coloreado de guiños autoreferenciales (“Yo había llegado a la presentación del libro de pura casualidad, no tenía ningún interés en ese tipo de eventos, me gustaba leer, pero el mundo literario me resultaba tan ajeno como los programas de chismes de la televisión”), Tres cuentos reafirma -como dijo Graciela Speranza con motivo de Velcro y yo (1996), segundo libro de Rejtman- la sospecha de que también la realidad es idiota.
"Tres cuentos", Mondadori, 2012.
3 comentarios:
la realidad es idiota. Que genial. Triste pero genial.
No sé si tuviste la posibilidad, pero las últimas dos peliculas de Rejtman ("Los guantes mágicos" y "Silvia Prieto") son una fiesta. En cuanto a lisbros no tengo idea, pero después de esta reseña-crítica-mención dan ganas de salir a leerlo.
Saludos!
Julián
pasalayquenovuelva.blogspot.com
Gracias, Kigam. Pero conste que la última frase debería estar entre comillas, porque no es mía ;-)
No tuve la posibilidad de ver sus pelis, Julián, pero no faltará. Espero que tampoco a vos con los libros.
Gracias por lo que me toca.
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