1 de diciembre de 2015

TEATRO | "Teatro Bombón" 2015 | Vivamente el domingo

 
Por Eugenia Guevara

Este año también nos dimos una vuelta como en 2014 por Teatro Bombón, Festival permanente de creaciones escénicas de pequeño formato en La Casona Iluminada, hermosa casa estilo art nouveau con seis salas en la Avenida Corrientes.

La estética y la temática del ciclo coordinado por Monina Bonelli y Cristian Scotton es variada e incluye obras de teatro, danza, música, performance y producciones multidisciplinarias. La propuesta es que el espectador arme, como cuando va a un festival, un itinenario posible de obras cortas para disfrutar de la tarde del domingo. Cada obra hace dos funciones por día, lo que hace posible ver al menos tres o cuatro, de la decena en cartel. Y tanto el año pasado como en este 2015 nos encontramos con propuestas novedosas e interesantes llevadas adelante por artistas que en muchos casos son referentes del teatro off. También completa la oferta del Teatro Bombón un bar con cosas ricas (lo que no es un dato menor).
 
Nuestro recorrido comenzó con Padre e hijo de Gael Policano Rossi, definida como una "sesión de jam visual a partir de la pieza Padre e hijo contemplando la sombra de un día de Luis Cano". Y efectivamente, la palabra jam no podría ser más adecuada para ella. La puesta propone una organización espacial que acerca a espectadores e intérpretes. Es interesante lo que sucede aquí con los roles. Hay un autor sí, que es Luis Cano, y un actor/director que es Gael Policano Rossi. Hay dos intérpretes señalados como "intérpretes" en la ficha técnica, Joaquín Ostrovsky y Anderson Feliciano. Hay un diseñador de objetos lumínicos (o como hay confianza, un iluminador), Nicolás Álvarez y hay un cámara, Francisco Saldarriaga. Pero en realidad todos son intérpretes. El relato se cuenta a partir de la narración verbal del director sentado un un rincón de la sala, y las proyecciones que crean cámara e iluminador a partir de las situaciones/escenas que digitan los intérpretes con objetos y juguetes (sobre todo autitos y muñequitos) sobre una mesa baja frente al relator. En esa mesa un círculo de ¿arena? crea una mini pista circense, dando límites posibles a un mundo de fantasía que se construye sobre la marcha. Los cinco crean el espectáculo, que en esto del ritmo y lo improvisado tiene mucho de música. Se dejan llevar. Nos dejamos llevar. Las imágenes son muy poderosas. A veces logran sincronizar con la palabra, otras te capturan totalmente hasta arrebatarte de la historia y las demás, te vuelven a arrojar al cuento del encuentro de padre e hijo, un encuentro que ha ocurrido una que otra vez, que nos ha ocurrido a todos. Con todo, la obra permite diferentes recepciones: según donde te ubiques, donde te lleve tu atención visual o auditiva, donde te lleven los colores y las luces, o donde te lleve la "historia". Por lo que el objetivo planteado del espectáculo  entre el teatro, la performance y la instalación- de constelar y amigarse con el padre-, nos alcanza y nos incluye a todos los de sala, mientras un trance hipnótico de imágenes y colores de otro mundo nos encanta.

La segunda obra que vimos fue Mini bar de Pablo D'Elia que narra una cita en un bar luego de varios días de chat, de un joven tímido y una mujer resuelta. En el medio o con ellos, la moza cordobesa. Entre los tres personajes, muy bien construidos, se desarrollará una especie de comedia de enredos, con un muy buen manejo de puertas (entradas y salidas), diálogos filosos y excelentes actuaciones (lo único que decir, como cordobesa que vio la obra con otra cordobesa, es que la tonada no estaba bien lograda, lo que nos llevó a preguntamos, ¿por qué no era porteña?). Lo mejor sin dudas, más allá del efecto cómico que existe, son las cuestiones entre filosóficas y políticas que la obra plantea, de una manera sutil. Temas hiperactuales que tienen que ver sí con las relaciones personales mediadas por la tecnología, como aparece en una primera lectura, y otros aún más profundos como los que atañen a la identidad, se abordan en esta obra que resulta un hallazgo, ya que logra ese efecto en pocos minutos y recurriendo a recursos propios de género.

El broche de oro de nuestro Teatro Bombón 2015 fue Como una gota de agua de Moro Anghileri, con Anghileri y Javier Drolas. Una historia anacrónica que se mueve con soltura - como los cuerpos de los actores- entre el misterio, el policial y el drama psicológico. En ella, el Dr Real contrata los servicios del afamado detective Franklin para resolver una intriga (¿o un trauma?) que lo tortura desde hace 7 años. Una iluminación tenue, en un living aristocrático, pocos objetos, y el trabajo de la memoria, o sobre la memoria que debe hacer el doctor para llegar al meollo de su rollo, con la ayuda de Franklin. La obra logra crear diferentes climas que atrapan al espectador y lo introducen en un mundo a media luz, muy inglés, o muy ruso, donde todo parece ondular. Ya hemos escrito sobre Drolas. Verlo actuar en teatro es una alegría. El momento para el Oscar es cuando discute con su reflejo. Y Anghileri, a quien no habíamos visto actuar en teatro, es una compañera de escena en total armonía: un rostro muy hermoso, pero sobre todo una voz con mil matices y un cuerpo elástico que se adueña del tiempo y el espacio

"Teatro Bombón. Festival Permanente de Obras cortas: VII edición". Domingo, 17 hs. y 18 hs. "Padre e hijo" de Luis Cano. Dirección: Gael Policano Rossi. Con Anderson Feliciano, Joaquín Ostrovsky. Diseño De Objetos Lumínicos: Nicolás Álvarez López. Cámara: Francisco Saldarriaga. 17.30 hs. y 18.30 hs. "Mini bar" de Pablo D' Elia. Con Victoria Cipriota, Tamara Garzón Zanca, Jorgelina Vera. 20 hs. y 21 hs. "Como una gota de agua" de Moro Anghileri. Dirección: Moro Anghileri, Juan Manuel Branca Dauría. Con M. Anghileri y Javier Drolas. La Casona Iluminada, Av. Corrientes 1979. Entrada: $90. Hasta el 6/12. 

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