El dramaturgo Tom "Tennessee" Williams se presenta tímidamente una noche en la casa de la gran actriz italiana Anna Magnani, enfundado en un prolijo traje negro y con una propuesta laboral acompañada de un ramo de rosas debajo del brazo. Allí, en el enorme balcón, cuya panorámica vista abarca lo más selecto de la ciudad de Roma, se da comienzo a una amistad signada por un enorme amor fraternal que mantuvo a ambos artistas unidos durante más de dos décadas plagadas de triunfos, fracasos, ocasos, adicciones, rehabilitaciones y frustraciones, aunque nunca de desamor. Roma, Nueva York, Key West y Broadway viajan sobre los tablones y, a través de ellos, la era dorada del cine europeo frente a la pasión y el odio que engendra el mercado hollywoodense en el trabajo del dramaturgo norteamericano, que junto a su inseparable compañera, debe lidiar con el miserable mundillo del espectáculo que se dedica a empañar su vida personal en detrimento de su trabajo y de su amor por el arte teatral.
A lo largo y a lo ancho de una escenografía austera y de una iluminación responsable de la convención del paso del tiempo durante el desarrollo de la obra, Virginia "Anna" Innocenti y Osmar "Tennessee" Núñez despliegan al máximo la majestuosidad de sus interpretaciones actorales, convirtiéndose de un momento a otro y con una facilidad sorprendente en madres y padres mutuos, hermanos, amantes intelectuales y espirituales y, al mismo tiempo, seres mortales erosionados por la turbulencia sobre la cual viajaron sus vidas.
Una vez comenzada la obra, aquello que el escenario y la platea atestiguan en Noches romanas parece no ser ya una interpretación actoral propiamente dicha, sino una suerte de reencarnación del amor entre ambos personajes históricos vueltos a la vida en un sorprendente aquí y ahora; no ya un trabajo dramático desarrollado en una sala iluminada, sino la reconstrucción consciente de un mundo anterior ahora transformado en presente, revitalizado en una historia verdadera y a su vez ficticia, pero real; muy real.
En un momento de la pieza teatral (confieso no saber exactamente cuándo), Innocenti y Núñez parecen dejar de trabajar. Ya no actúan ni representan personajes, y a partir de entonces se dedican a ser. Y son, sin más. Innocenti y Núñez son Anna Magnani y Tennessee Williams, encarnados con una maestría y un grado de emoción tal que no pareciera posible considerarse semejante trabajo como una labor actoral similar a cualquier otra. Desde las butacas, los espectadores fuimos testigos de la historia actualizada, y allí el juego supo abrirse a los fantasmas que inmediatamente invadieron la escena y existieron tanto como los actores,que junto a ellos, convivieron brillando durante una hora y media.
Puede resultarme difícil explicar la sensación causada una vez finalizada la obra, y en un punto me permito preguntarme cuál sería el punto de tal explicación, siendo que la mejor manera de aprovechar estas palabras es incitando a todo el mundo a presenciar de manera urgente Noches romanas, y que, así, cada espectador se convierta en un testigo particular de esta historia devuelta a la vida gracias al magistral trabajo de estos dos exquisitos espectros.
“Noches Romanas” de Franco D' Alessandro. Versión: Oscar Barney Finn. Director: Oscar Barney Finn. Con Virginia Innocenti y Osmar Núñez. Funciones:viernes, sábado y domingo a las 20 horas, hasta el 30 de junio de 2013. Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543. Entrada: $130.
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