Por Sylvia Nadalin
Siempre combatí a quienes embargados por vaya a saber qué idea de periodismo se permiten hablar o escribir sobre cualquier tema de la agenda política, económica, cultural o social sin otro bagaje más que esa teoría opinológica tan narcisista. No creo en eso.
Hecha la aclaración, va mi humilde lectura de la película La Sensibilidad de Germán Scelso, una especie de texto que nada tiene que ver con una reseña cinematográfica pero que intenta plasmar la feliz casualidad de haberme cruzado con ella.
La primera sorpresa fue el enfoque. Sabiendo que me encontraría con una (más) película sobre los años setenta temí (prejuicio mediante) la recreación de repetidas escenas, trilladas fotografías de época, y personajes cuasi estereotipados que suelen reproducir, más o menos, los discursos que atraviesan a la sociedad argentina desde la restauración democrática.
Y me encuentro con un documental cuyas protagonistas edifican, mediante el recurso de la entrevista abierta o diálogo disparador con el director, un relato conmovedor y absolutamente afectivo sobre sus propias vidas que refleja y recrea sus identidades femeninas, sus status o clase social y sus particulares construcciones psicológicas y socioculturales sobre el amor, la familia, los hijos y la tragedia. Germán Scelso llamó a ese andamiaje antropológico “la sensibilidad”.
María Luisa y Laura son dos abuelas enlazadas por un nieto y una desaparición, la del padre del director. Una representa con su apellido y su fortuna la impopular oligarquía argentina, aquí con algunos visos progresistas por su estirpe radical. La otra simboliza a las clases populares nacidas de la dureza del trabajo que los años peronistas coronaron con cierto ascenso social de clase media.
Esos dos extremos sociales se fusionan en una época donde esa utopía era posible: los setenta, cuando sus hijos se unen afectiva y políticamente a una causa que trasciende sus estáticas condiciones de clase, y cuya lucha se cobra la vida de uno de ellos.
La tesis que recorre todo el film es enfáticamente antiesencialista. Es la estructura histórica que, dadas determinadas relaciones económicas y materiales, diseña formas políticas que se legitiman a través de hegemonías socio-culturales.
Esas abuelas con sus discursos, sus gestos, sus modos de entender y entenderse, sus miedos y sus luchas, la música que escuchan y los programas de televisión que ven, la comida que comen y la casa donde habitan afirman esa tesis.
María Luisa es un personaje encantadoramente triste. Ella encarna el modelo de mujer liberal de los años ’20 formada en los aires del feminismo europeo, ese que igualaba con ciertos permisos (sufragio, divorcio) y diferenciaba reproduciendo la maternidad como único rol.
Laura, en cambio, encarna la dulzura. Su condición de mujer fue moldeándose a partir del compañero que eligió como sostén en la lucha por esta vida que hubo que pelear siempre: limpiando, cocinando, lavando, criando los chicos, pagando el alquiler y desvelándose por la familia unida.
Los mundos lingüísticos, semióticos y materiales que recrean se cuentan a partir de la cotidianeidad de la charla con el nieto, de los permisos psíquicos que ellas mismas se otorgan, de la afectividad que por momentos transciende la pantalla y se cuela en sonrisas, confesiones o lágrimas que explican eso que el autor busca y encuentra en esas mujeres marcadas por la historia.
La Sensibilidad (2011, 60'). Se proyecta en Córdoba en Espacio INCAA de la Ciudad de las Artes (Av. Ricchieri y Concepcion Arenal) en las siguientes fechas: 13 y 15/5 a las 19.30 y 14/5 a las 21.30. Además, se exhibirá en el Espacio INCAA de Unquillo el 25/5 a las 22, el 26 y el 30/5 a las 20 y a las 21; el 29/5, 18.30 y 22, y el viernes 31/5 a las 18.30. Entrada: $15.
No hay comentarios:
Publicar un comentario