Por Eugenia Guevara
¿Cuáles son las formas que puede adquirir la poesía? ¿Qué es exactamente poesía y cómo alguien se transforma en poeta? ¿Son poetas esos tres talleristas sin futuro literario, antes, durante o después del momento gastronómico mágico que los transforma en las voces que revolucionan la escena poética sugerida por el texto de Absentha? ¿Su profesor, lo es? ¿Qué papel juegan en todo eso el talento, el azar, los contactos y la magia? Las preguntas pueden ser esas, pueden ser otras; el asunto es que la obra dramática de Alejandro Acobino, escrita a partir de una hipótesis argumental del grupo La Fronda - companía formada en 1998, que presentó entre otras, Ars higiénica - sobre una idea de Rodolfo Demarco, resulta una propuesta por lo demás productora de ideas y preguntas en el espectador.
En el particular sentido del humor que muestra momentos de poesía (literal y metafórica) delirante en escena, en las voces de esos cuatro estereotipos de poeta o estereotipos de hombre, se adivina una lucidez cínica de inconmensurable valor. Absentha está en cartel desde 2010. Desde entonces, recibió los premios y nominaciones más importantes del teatro nacional y se mantiene en cartelera destacándose como una de las mejores y más interesantes propuestas de la escena porteña, lo que vuelve aún más triste y lamentable la muerte inesperada de Acobino en 2011.
Párrafo aparte merecen las excelentes actuaciones de Fernando Migueles, como el profesor (o coordinador) del taller y de los alumnos, Rodolfo Demarco, Germán Rodríguez y José Mehrez, que logran crear personajes patéticos, reconocibles y adorables habitando un mundo que, con su poesía mediocre, nos es tremendamente familiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario