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15 de mayo de 2014

MÚSICA | Cibo Matto en Teatro Vorterix | Aguas de mayo


Por Ricardo Cabral
Fotos: Inzendies

De tanto recicle con savoir fair ‘90 metropolitano y desafortunado (desafortunado cuando sabe a lo mismo sin siquiera sorber la virtud de la experiencia), la reunión de Cibo Matto tal vez no obtuvo la resonancia o la difusión que se le atribuye a los hitos que dejaron alguna seña en la banda de sonido de nuestras vidas. Al menos de este lado del mundo, donde puede funcionar el regreso de grupos de los que apenas recordamos alguna canción, como la expectativa que provocó Soundgarden tocando en un horario central del Lollapalooza. Una expectativa anacrónica e innecesaria.

Justo el barba Chris Cornell y los suyos vienen al caso, porque el primer EP que lanzó en 1995 Cibo Matto contenía una versión de Black hole sun. Un dúo pastiche de niponas en la gran city se adelantaba al mismo king de la fusión Beck Hansen, para generar una mezcla sabrosa e indestructible. La reversión del tema de los referentes de segunda línea del grunge linkeaba con ecos indestructibles y basta con señalar uno: la voz de Miho Hatori en susurros de sumo erotismo alla Jane Birkin junto a Serge Gainsbourg.

Se sabe que Yuka Honda llegó a Nueva York a finales de los ‘80 y tocó en Brooklyn Funk Essentials y que Hatori siguió el mismo camino unos años después cuando integró el grupo de rap Kimidori y un club de DJs. En 1994 compartieron banda en Leitoh Lychee, punk rock con inspiración próxima a Boredoms. Una vez disuelto el grupo, conformaron Cibo Matto y editaron un extended de cinco tracks, anticipando Viva! La Woman, un largo a tono con la globalidad cultural y la globalifobia misma, con condimentos de todo el mundo sin sonar kistch.

En la apertura en Buenos Aires, después del toque de Marina Fages junto al frecuente visitante del Japón Fernando Kabusacki, la pista contaba con puñados dispersos, representantes de diferentes generaciones -un arco entre los 30 y 55-, nipones porteños, fans y algunos veteranos de la prensa musical. Le pain perdu fue el canto de largada con las dos solitas en escena, en la misma disposición que en el Yoko Ono’s Meltdown Festival de Londres en 2013. Luego se sumaría Devin Hoff para darle al contrabajo y pasarse al bajo y dar pie a un cuarteto de oro: la conexión entre ellos expedía vitalidad.

Easy listening, funk, breakbeat, bossa y hip hop con bajos instintos voladores, guiados por una voz prodigiosa y versátil, que en vivo demuestra que nada tiene que envidiarle a las grandes divas de los últimos 30 años en el tapete. Y vamos, cuando Hatori comienza mover los brazos de arriba hacia abajo y viceversa en señal de arenga, es una de las chicas con más onda y carisma del universo. Con su primer disco tuvieron un hitazo, Know your chicken, que todos aguardaron con esperanza hacia el final. Pero bien, las muchachas están hoy en otra parte. Ese tema cierra a todo rap de Chicago, y no hallamos el dato, pero es probable que quien acompañara a Miho era Doseone, integrante de cLOUDDEAD.



En los ‘90 los vivos de Cibo Matto eran álgidos, con piezas extendidas al máximo, máquinas y distorsión, elegancia y grito rapaz. Esta vez ambientaron el cierre para dejarnos con ganas de bailar por un par de horas más, pero sin la gracia experimental de esas sesiones de intensidad desbordante. Yuka Honda se quedó como es su costumbre una línea atrás. Siempre exhibiendo tremendo prodigio con la instrumentación digital, coreando para realzar las impresiones de Miho Hatori y saliéndose apenas de su perímetro para acompañar una versión de MFN bien arriba.

Los versos sorteados con gracia en cualquiera de sus piezas podrían pecar de boludos: la globalidad también daba para la gilada y en su repertorio se mezclaba una pretensión de surrealismo y otro tanto de la gastronomía propia de las grandes capitales. Basta con observar los títulos del tracklist que sonó en Vorterix, y la licencia preciosista de Sugar water: “I'm riding on a camel that has big eyes / The buildings are changing into coconut trees / Little by little / When a black cat crosses my path // A woman in the moon is singing to the earth…”.

Pero olvidamos parte de la historia que le sigue a Viva! La Woman. Se dijo mucha cosa innecesaria en relación al desafío del segundo disco y cerrando los ‘90, les salió el juguetón Stereo Type A. Juguetón y del que sólo escuchamos en vivo Sci Fi wasabi, tal vez de lo mejor que dieron los estertores de la generación alternativa. No apreciamos invitados como en el Meltdown: Yoko Ono -alguien corrió la voz de que estaba de visita en Buenos Aires- y Sean Lennon, otrora bajista de Cibo Matto, ex de Yuka, quien le produjo el maravilloso álbum Into the sun

Y salieron tres de su último disco de estudio en años, Hotel Valentine. Sonaron Check inDéja vu y MFN, potenciadas en el show por Yuko Araki en la batería. La ex compañera de Cornelius es una chica diminuta que se exalta y lanza marcas guturales y mantiene una rítmica que jamás pierde pista. Tuvimos un plus fantástico: el clásico Águas de Marco -además de cantar en inglés, japonés, francés e italiano, tenían que entrarle al portugués- y Birthday cake, sacado, siempre pulsando hacia adelante. Y ahí se fue Cibo Matto, sorteando lenguas en nuestra Babel, buscando el don de lenguas, el slang de la metrópoli, la plural identidad de los días por venir.