Por Alba Ermida
El cerrajero es un título conciso y a priori evidente, sin embargo,
a medida que avanza la película cobra significados simbólicos en
una recurrida metáfora de puertas que se abren.
Sebas dice no estar hecho para relaciones serias, así que a sus 33
años se pasa la vida en su ferretería, abriendo puertas a domicilio
o en la cama de alguna chica que evite lo mismo que él, el
compromiso. Y precisamente por ello, la vida –o deberíamos decir
la trama, en un buen ejercicio de guion clásico- le da lo que él no
quiere pero necesita sin saberlo. La noticia se la da Mónica, una
chica con la que mantiene ese tipo de relación sin seriedad: está
embarazada y aún no decidió qué hacer, sólo eximirlo a él de
toda responsabilidad.
La preocupación se amontona en su cabeza, sobre todo porque él es
partidario del aborto, Mónica no se decide y el tiempo pasa.
Mientras, su mente, quizás sobrecargada de angustia, revela un don:
la videncia. A partir de tocar las puertas cerradas de los clientes,
es capaz de conocer su vida y sus problemas; lo peor es que la
sinceridad le sale a borbotones incontenibles por la boca. Uno de los
casos de adivinación y prevención lo aplica con una criada casi
adolescente peruana con la que establece una preciosa relación
paterno-fraternal de retroalimentación, crecimiento personal y
aceptación de ellos mismos.
El punto flaco de la película, que contrasta con
el resto del bien armado guion, es el desenlace de la trama
principal, no por el contenido –decisión de la autora-, si no por
las formas, poco coherente con los personajes. También la necesidad
de explicar la motivación del protagonistas para con las mujeres (la
aversión al compromiso) mediante una secuencia donde se explica que
los padres se separaron cuando él era niño, un dato que, por
innecesario, resta en vez de sumar.
Los puntos fuertes, tantos que eclipsan los
débiles, son las actuaciones de los tres protagonistas. Un Esteban Lamothe
que construye un personaje pilar de la historia. Una Yosiria Liliana Huaripata Banda
que gana fuerza
interpretativa y peso en el relato exponencialmente. Y una Érica
Rivas que en escasas escenas dibuja con absoluta credibilidad un
personaje que le sirve de apoyo dramático al de Lamothe.
También la ambientación física y cronológica de la historia en
las semanas en que Buenos Aires se escondía en una cortina de humo
maloliente va más allá de la anécdota para condensar
simbólicamente el conflicto del protagonista, cuyos problemas se
disipan simultáneamente con el humo.
Y como colofón, aunque se trata de gustos, un final abierto. Anque no tanto, porque viene antecedido de una hermosa y talentosa escena de amor (y de culpa y de arrepentimiento y de confesión y de declaración y un largo etcétera) en la que, sin decir apenas con palabras, se dice todo con los gestos, con el cuerpo, con la mirada en lo que resulta una lección de interpretación de Lamothe y Rivas.
Y como colofón, aunque se trata de gustos, un final abierto. Anque no tanto, porque viene antecedido de una hermosa y talentosa escena de amor (y de culpa y de arrepentimiento y de confesión y de declaración y un largo etcétera) en la que, sin decir apenas con palabras, se dice todo con los gestos, con el cuerpo, con la mirada en lo que resulta una lección de interpretación de Lamothe y Rivas.
"El cerrajero" (Argentina, 2013, 77') de Natalia Smirnoff. Calificación: mayores 13 años. Distribuidora: Primer Plano Film Group. Formato: DCP. Cines: Village Recoleta, Hoyts Abasto, Arte Multiplex Belgrano, Cinemark Palermo, Hoyts Unicenter, Cinema 8 La Plata, Village Pilar, Showcase Haedo.
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