Por Alba Ermida
Acostumbrados como nos tiene a los grandes espectáculos -Corteo, del Cirque du Soleil- Daniele Finzi Pasca no defrauda las expectativas en esta pieza de tema y puesta intimista. La necesidad de trascender es la premisa que vertebra Maldita canalla la soledad, pero contada de una forma tan chiquita y tan cercana que supone más una caricia que una lección de filosofía.
Dos personajes, nativos ambos de un pueblo perdido donde nunca pasa nada, intentan crear un milagro: revivir a un muerto -que ni siquiera está muerto- para atraer a la gente al pueblo y que así se haga conocido. Y mientras ensayan la muerte y resurrección, se abren mundos maravillosos.
La puesta en escena ayuda a lograr eso que hace grande al teatro, que te transporta con la palabra lejos, o cerca, pero siempre dentro del universo de cada uno: un semicírculo de aserrín delimitado por cirios encendidos, metáfora quizás de la muerte, y una mesa con patatas bajo una lámpara que se balancea estrepitosa durante el huracán, metáfora tal vez de la soledad. Una iluminación clásica en su narrativa y cálida en su significante, muy alejada de la muerte. Unos efectos sonoros que acompañan la emotividad de la acción. Y el público sentado, rodeando a ras de suelo la escenografía y a los actores, casi en la cercanía de un cuentacuentos. Y es que la historia es casi un cuento, que en sus digresiones nos hace reír y pensar, sentir y recordar.
Los dos actores, Pablo Gershanik y Victorino Luján, también contribuyen a una lectura particular de la obra. Desde el momento en que ambos aparecen, las hipótesis del público recorren los posibles caminos de un género más cómico, clown, incluso. La diferencia de tamaño de ambos actores y la forma de moverse, el primero más pequeño y ágil, por momentos casi saltimbanqui, el segundo enorme, lento y parsimonioso hasta en la declamación, suponen un contrapunto al texto que, sin ser drama, reflexiona sobre profundidades metafísicas del ser humano. Este aspecto físico de los opuestos, buscado y remarcado, también encuentra el tono esperado en momentos donde la comedia se impone sobre lo trascendental.
Mientras, el tiempo pasa, el hambre de los personajes crece y el público disfruta con imágenes que son caricias para los oídos. O para la imaginación: tomates que son gente seria, papas que son gente aburrida, la charlatana chaucha que conversa sin parar dentro de la bolsa. Pero el ensayo del milagro no avanza.
Y es que trascender es la obsesión del ser humano creador, dejar su obra para que perdure en el tiempo ya que él, mortal, no puede. Sin embargo, para ello no se necesita un milagro, como acaban descubriendo los personajes de esta pieza.
"Maldita canalla la soledad" de Daniele Finzi Pasca. Con Pablo Gershanik, Victorino Luján. Vestuario: Low Costume. Diseño de luces: Alexis Bowles, Daniele Finzi Pasca. Música original: New Pocket Orchestra. Música: Gregorio Cosentino. Producción ejecutiva: Pablo Gershanik. Colaboración artística: Mauro Mozzani, Rolando Tarquini. Lunes 21 hs. Galpón de Guevara, Guevara 326. Entrada: $80. Hasta el 28 de julio.
"Maldita canalla la soledad" de Daniele Finzi Pasca. Con Pablo Gershanik, Victorino Luján. Vestuario: Low Costume. Diseño de luces: Alexis Bowles, Daniele Finzi Pasca. Música original: New Pocket Orchestra. Música: Gregorio Cosentino. Producción ejecutiva: Pablo Gershanik. Colaboración artística: Mauro Mozzani, Rolando Tarquini. Lunes 21 hs. Galpón de Guevara, Guevara 326. Entrada: $80. Hasta el 28 de julio.
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