21 de agosto de 2013

TEATRO | "El cadáver de un recuerdo enterrado vivo" de Sergio Boris | La oficina como limbo


Por Lía Noguera

El amor que no se va. El amor que retorna. El amor que transgrede toda frontera, incluso la de una oficina de La Paternal, en la cual tanto su dueño como sus empleados han quedado detenidos en una especie de limbo debido a la muerte -seis meses atrás- de la dueña de la empresa y esposa de su actual director: Arismundi. Esta pérdida se vive como un final: Arismundi no logra tomar las riendas y sus empleados se hunden en el descontrol, la abulia y la incertidumbre. Porque la difunta no sólo lideraba el ámbito laboral sino que también era una guía espiritual para estos empleados, a punto tal que había escrito un manifiesto de los deberes del oficinista. Así, el amor como pérdida pero también como motor que cala en el centro de la escena de la puesta de Sergio Boris, El cadáver de un recuerdo enterrado vivo, para dejar en evidencia los hilos artificiales que sostienen nuestra paradigmática cotidianidad. 

La obra fue concebida como proyecto de graduación de los alumnos del IUNA (Instituto Nacional Universitario de Arte) y desde el año 2011 se ha presentando en distintos espacios teatrales. Rescata todos los condimentos de mundo administrativo (tan típicamente kafkianos) que el director de la puesta los retoma con el fin de representar el caos del universo que se sintetiza en un espacio burocrático y en una relación cuasi escandalosa: la de Arismundi con su difunta esposa. Sin embargo, esa relación no aparece sola en escena. El conjunto de numerosos personajes que se inscribe en el escenario funciona como un catalizador de las diferentes expresiones de ese mundo caótico y en constante peligro de estallar. De esta manera, y apelando a la parodia y concibiendo momentos humorísticos que refieren al espacio en decadencia en el cual se trabaja, y destacando los clichés del “espacio oficinístico”, la puesta gana en efectividad tanto en lo discursivo como en lo actoral. Los diecisiete actores de la obra mantienen un equilibrado trabajo y articulan un clima de constantes tensiones en el cual se privilegia la palabra y el cuerpo en acción. 

El recuerdo, pero también la escritura (representada por “el manifiesto del oficinista” realizado por la difunta), se presentan como un lugar de resistencia pero no sólo sentimental, sino sobre todo, política y estética. Una metáfora que apela a señalar el lugar complejo y paradigmático en el que hoy se halla el hombre ante una sociedad que presenta más incertidumbres que certezas. Un recuerdo que nos ancla a un pasado como forma de no asumir un presente en crisis. Un recuerdo vivo, un recuerdo que aún es carne y se hace carne, porque olvidarlo significa el fin de la propia existencia…

"El cadáver de un recuerdo enterrado vivo" de Sergio Boris. Con: Estefania Alfieri, Luciana Calarota, Ivana Carapezza, Facundo Cardosi, Luciana Cruz, Eugenia Fernandez Lemos, Lucila Gomez Vaccaro, Mariana Jaime, Marité Molina, Constanza Raffaeta, María Belén Ribelli, César Riveros, Luciana Serio, Facundo Suarez, Gema Tocino y Cecilia Wierzba. Vestuario: María Emilia Tambutti. Escenografía: Ariel Vaccaro. Diseño de luces: Verónica Alcoba, Fernando Chacoma. Asistencia de dirección: Adrián Silver. Sábados, 23 horas. Machado Teatro, Antonio Machado 617. Entrada: $50, $35.

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