11 de diciembre de 2014

CINE | "Apuestas perversas" de E. L. Katz | El horror del dinero



Por Leonardo Maldonado

Craig (Pat Healy), un mecánico con serios problemas financieros que acaba de ser despedido de su trabajo, se encuentra en el bar con un amigo de la infancia, Vince (Ethan Embry), un ladrón que ha estado en la cárcel un tiempo. Recuerdan viejas épocas y se confiesan algunas miserias de la vida cotidiana, se emborrachan y toman contacto con un extraño matrimonio: el millonario Colin (David Koechner) y su bella esposa Violet (Sara Paxton), que esta noche festeja su cumpleaños y desea cumplir, a cambio de un buen puñado de dólares, cualquier tipo de capricho. Necesitados de dinero, Craig y Vince aceptan someterse a todos los tipos de pruebas que estos perversos les proponen. Con su cámara digital, Violet registra los violentos episodios de la noche. 

Apuestas perversas (E.L. Katz, 2013) se inscribe así en la línea de películas norteamericanas que pone el acento en las maneras más rápidas, fantásticas y brutales de ganarse el dinero en el marco de un capitalismo feroz que explota a los trabajadores de todas las maneras posibles y excluye a millones del universo ideal que le promete. Por mencionar algunos ejemplos, el mundo de las apuestas, las mafias y el juego ha sido muy bien trabajado por Martin Scorsese en El color del dinero (1986) y en Casino (1995). En Propuesta Indecente (1993), Adrian Lyne banaliza y espectaculariza al mismo tiempo el dilema moral que enfrenta un matrimonio al permitir que la esposa se acueste con un multimillonario que le ofrece a cambio un millón de dólares. Para citar un último ejemplo, en El club de la pelea (1996) David Fincher muestra cómo un hombre frustrado de fin de siglo puede divertirse, encontrar sentido a su vida y ganar dinero en el boxeo ilegal al tiempo que mitiga sus fantasmas y fracasos. 

A diferencia de estas películas, Katz enmarca la acción en un género distinto, el horror, y hace hincapié en la psicología perversa de los dominantes con el objeto de mostrar cómo el sistema ha forjado una élite privilegiada que no sabe ya cómo divertirse dentro del propio sistema, es decir, de la manera más o menos neurótica y civilizada que el propio sistema -la cultura del sistema- propone e impone. Cómo, dónde y con quién excitarse y entretenerse cuando ya se tiene todo. Colin y Violet lo saben: en la ilegalidad, en la intimidad, con el cuerpo de los pobres diablos devastados por el sistema, y con la muerte como posible y deseable horizonte. Al final, Violet le gana a su marido los diez dólares que le había apostado con respecto al desenlace que desplegaron con Craig y Vince: una suma insignificante en relación al costo del juego.  

Si bien alguna que otra vuelta de tuerca puede causar cierta sorpresa, el final es completamente previsible. El director maneja bien los tiempos de las escenas, sabe cómo imprimirles la dosis justa de violencia y patetismo, e intercambiar los pasajes decididamente violentos y escatológicos con otros de corte sentimental y nostálgico. No acusa ni juzga a ninguno de los cuatro personajes, verosímiles y contundentes en las pieles de los actores. A diferencia de lo que ocurre con la violencia, Katz no lleva al límite la escena de sexo, cuya tímida puesta en escena responde más a los cánones de la gran industria y no a la de un film indie de bajo presupuesto: le falta carne. Muchas críticas sobre el film elogian y exageran su humor negro, que lo tiene sin dudas. Ahora, si el espectador prefiere reírse con la posibilidad de que un tipo le corte el meñique a otro con una filosa cuchilla en una mesa de apuestas, no se pierda el episodio final que Quentin Tarantino dirigió para Cuatro Habitaciones (1995).

Cheap Thrills, 83'. Director: E.L. Katz.

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