19 de junio de 2013

TV | "Utopía" de Dennis Kelly por Channel 4 | Para dejarse acabar los ojos



Por Ignacio Braña Gabiassi

André Breton suponía que el ojo en estado virgen es deseo en estado puro. Pero la experiencia de mirar ha sido controlada, manipulada, pervertida, prefigurada. Entonces en este  multiuniverso de series actual, ¿Qué ver? ¿Cómo orientar la mirada? ¿Cómo liberar el deseo?

Utopía no libera la mirada, la domina, pero convierte los ojos en órganos genitales, o sea, puro deseo. La serie inglesa lo logra desde el primer plano. Hipercolor: entendiendo los colores como una paleta extra de adjetivos (como el historietista Chris Ware), no como mera saturación pop. Nos sumerge en una especie de sueño lúcido conspirativo, agarrando de los pelos al Thomas Pynchon de La subasta del lote 49 (por breve y lineal) para pasearlo por los barrios decentes del prime time ingles. Sí, eso, solo seis capítulos de conspiranoia desplegable, como mil patadas voladoras, todas directas a la corteza cerebral, precisas y quirúrgicas (porque operan sobre eso que llamamos cultura pop, claro). Cuatro desangelados digitales, Ian, un empleado informático; Wilson, un “real freak” paranoide; Becky, una estudiante de posgrado, y Grant un chico problema de 11 años, mancomunados en la santa web por el manuscrito de culto del título, sin vislumbrar el futuro oscuro que se esconde detrás de él. Hay también un secretario de un ministro y una chica rutera escapando de todo y todos (oh, Jessica, espero que vuelvas) pero esto hay que verlo. Dejarse acabar los ojos.

El ruido y la furia

Una de las claves de la serie, más allá de la trama que no es lo más relevante ni innovador, es la utilización de los sonidos. Por un lado la banda sonora original, creada por el músico Cristóbal Tapia de Veer, perfecta y quemadora, como pasta base, digna de convertirse en un santo y seña de futuras sociedades secretas, y vital para crear el marco perfecto de muchas escenas (la secuencia del título con el conejo fuera de la tienda de cómics  es un hermoso ejemplo) e intensificar la propuesta. 

Por otro lado la creación del asesino/villano perfecto, rol que el actor Neil Maskell trasforma en algo superador. Panza, campera corta, mirada vacía, cercano al ridículo asesino que encarnó Javier Bardem en Sin lugar para los débiles, pero con resultados proporcionalmente opuestos. Pura muerte. La clave es la construcción en base a dos sonidos impactantes: el tic tac de una cajita de confites y la mejor respiración (¿artificial?) desde Darth Vader. La muerte que avanza y se anuncia. Implacable e imparable.

Claro que todo villano que aspire a un lugar sagrado necesita una frase burbuja, que estalle en la cabeza del espectador y deje una cicatriz pop: ¿Dónde está Jessica Hyde?

Y así acelera Utopía consciente (más que canchera) de lo que quiere contar, evitando la cita, la pose, lo perverso potable, los finales miserables (no Tarantino, no Boyle, no Lynch, no J. J. Abrams!), siendo por sobre todas las cosas, una serie peronista: cumple y dignifica.

“Tú te escondes; ellos buscan”, “El arco iris de gravedad”, Thomas Pynchon (gracias, siempre).

3 comentarios:

Nanu dijo...

No puedo creeer lo que escribis! Muy buenoooo!Siempre te tengo presente

Unknown dijo...

Nanu? La original? Que bueno sería verte. Abrazo

Unknown dijo...

Los comentarios agudos y cautivantes de Nacho Braña,te remiten sin más al producto y con ansias de verlas varias veces.Te felicito! Fernando Bernet.