9 de abril de 2012

CINE | "Medianeras" de Gustavo Taretto | Amor en tiempos de fobias (y monoambientes)


Por Eugenia Guevara

Medianeras de Gustavo Taretto es una comedia romántica. Sin embargo, el hecho de que sea una película de género, no afecta en nada a la riqueza que exuda apenas empieza a correr. Riqueza estética, riqueza narrativa, riqueza actoral y sobre todo, riqueza de sentidos. Porque si bien la historia es sencilla, lo más sencilla que puede ser considerando que los protagonistas destinados al romance son fóbicos - como la mayoría de los que vivimos hacinados en las grandes ciudades, ya sea en Buenos Aires, o en cualquier otra gran ciudad -, y la película responde a las convenciones del género, es por varias razones que enumeraremos aquí, una de las sorpresas más agradables del cine independiente argentino de los últimos años. 

Antes que nada, la historia. Dos personajes, en medio de la irregular fisonomía de Buenos Aires, viven en sendos monoambientes, en la misma cuadra. Son dos treintañeros, Martín, que hace páginas web (Javier Drolas) y Mariana, que trabaja de vidrierista aunque se recibió de arquitecta (Pilar López de Ayala). Ella se acaba de separar luego de una relación de cuatro años; a él, su última novia lo dejó para irse a visitar a sus padres a Nueva Jersey, y no volvió más. Lo que sí, le dejó a su perrita, Susú. Mariana y Martín intentan conocer a alguien y tienen frustradas experiencias con otros personajes urbanos: él con la paseadora de perros y una cheta insufrible que conoce a través de Internet, ella con uno de sus empleadores y un psicólogo insomne que se encuentra en la pileta donde practica natación. 

Ahora bien, ¿cuáles son los aspectos que nos interesa marcar?

En primer lugar, el guión es perfecto, cuidado hasta en los detalles más mínimos. Sería conveniente para cualquier estudiante de guión mirar la película y desentrañar sus mecanismos, sencillos y sutiles, sólidos y efectivos. Los personajes - que narran buena parte de la película en voz over - están perfectamente construidos y como reza una de las leyes de cómo escribir un guión, se verán modificados en el transcurso de esa hora y media, por pequeños y cotidianos hechos que los irán preparando para el encuentro definitivo con el otro. El relato incluye otras historias dentro de la historia, al estilo Amélie (2001, Jeunet) como la del edificio Kavanagh, surgido por el despecho de Corina Kavanagh ante el rechazo de la familia de su amante, los Anchorena. 

En segundo lugar, la historia urbana de ansias y desencuentros que cuenta Taretto se desarrolla en Buenos Aires, pero tiene la cualidad de ser universal. En nada se diferencian Martín y Mariana de miles de Martínes y Marianas alrededor del mundo, viviendo en lugares más o menos insalubres, en otras grandes ciudades. Sin embargo, también se pone en escena a una Buenas Aires lejos de los lugares comunes, pero sí con lugares representativos como el Planetario, la fachada (tapada de color amarillo Pro) en reparaciones del Teatro Colón y el edificio Kavanagh, entre otros.

En tercer lugar, maravilla gracias al montaje en paralelo, sintético, que compara edificios desparejos en la secuencia inicial, o que enumera medianeras descascaradas, húmedas y feas, medianeras corrompidas por ventanas ilegales o vanamente embellecidas por carteles publicitarios, hacia la mitad de la película. 

En cuarto, la mezcla de soportes o formatos (o la evocación de la mezcla), como fotografía digital, web, video, videojuegos, dibujos; así como la cita (Manhattan, 1979, Woody Allen) y la alusión cinematográfica (a Jacques Tati por ejemplo), convierten al film en una obra viva que se nutre de lo clásico, lo moderno y lo contemporáneo, para ser en su grandiosidad, sólidamente clásica. 

En quinto, Javier Drolas muestra una vez más que es uno de los mejores actores que dio el teatro argentino en la última década. Mientras que en teatro es versátil y camaleónico - se lo ha visto en obras de Rafael Spregelburd como Bizarra, Lúcido y Bloqueo; de Matías Feldman como Reflejos y de Lola Arias, como Poses para dormir (también allí con Inés Efrón, que en Medianeras es la paseadora de perros) y sobre todo, en las Veladas temáticas - en el cine logra transmitir algo más que la simple destreza actoral. Es como si la cámara lograra desnudar su esencia, mostrar su espíritu. Su descubridor para el cine fue Nicolás Alvarez. En 2001, Drolas junto a Tatiana Saphir intepretaron Violeta, cortometraje ganador del 2° BAFICI, y dos años después, Alvarez volvía a ponerlo frente a cámara, prácticamente sin hablar en toda la película en Lo nuestro no funciona

También, es para destacar, que Medianeras es una película de bajo presupuesto, de gran calidad, con lo que una vez más se hecha por tierra esa idea de que para hacer cine, mientras más dinero, mejor. 

Aunque puedan resultar chocantes al lado de tanta mesura y sutilidad las apariciones de Jorge Lanata, como el traumatólogo de Martín; de Alan Pauls, como el ex de Mariana y de Carla Petersen, en el rol de la cheta 'anyway' insufrible, Medianeras es una película que demuestra que es posible incurrir en los géneros y salir de los lugares comunes, que una comedia romántica puede sugerir innumerables lecturas, y que lo más simple siempre es lo que más se parece a la perfección. 

Hasta el 16 de abril, la película puede verse compitiendo en el Primer Festival en Internet de cine Iberoamericano. Disponible en: Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, España, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Venezuela, El Salvador.


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